El beso del Fantasma

Una pintura viviente

—¿Quieres unirte a nosotros?.–dijo mirándome fijamente desde el pequeño sillón marrón que había al final de la habitación, Uriel la miró como si hubiera dicho lo peor del mundo.
— No.– dijo mientras caminaba lentamente hacia la ventana.—ella no podra con esto y además él que entra no sale.– no se porque pero aquellas palabras  me parecieron frías y vacías, lo mire, estaba ligeramente recostado de la ventana mientras miraba por esta.
— lo are.– cuando aquellas palabras salieron de mi boca Uriel clavó su mirada en mi como si hubiera confesado un crimen.

— No podras volver atras.
—Esa es mi decisión.
—Tu vida normal y tranquila se ira por la borda.
—Eso no me importa.
—Entonces has lo que quieras.– dijo mientras se alejaba de la ventana y se dirigía hacia la puerta, le dio una mirada a Janeth, «por un segundo me pareció que se comunicaban por medio de la telepatía, estúpido ¿no?.¿ no?», Janeth le devolvió la mirada, entonces el salio de la habitación dando un portazo.

Janeth dijo que me buscaría después de hablar con el director para arreglar mi entrada a la organización pero ya han pasado tres días desde la última vez que la vi a ella o a.... Uriel, la verdad es que no se porque se opone tanto a que forme parte de la organización, digo, no es como si me odiara ¿o si?, almenos yo pienso que no le he hecho nada para que me odie, ni siquiera nos conocemos bien.

— hola.– la puerta de la habitación se abrió y mi madre entró por ella con una sonrisa en sus labios.
— hola mamá.– dije notando que traía una pequeña maleta en su mano izquierda. Entro y puso la maleta encima de la cama ampliando más su sonrisa.
— ya podemos irnos a casa.

Al fin, la verdad es que pensé que me quedaría a vivir en aquel hospital, la verdad es que con la experiencia que tuve no quería volver hay nunca más. Solo hice salir de la habitación y ya podía ver las almas de las personas vagando por los pasillos del hospital, quería salir de una buena vez de allí y no mirar atrás, pero tuve que esperar a mi madre por media hora mientras hacía no se que en la recepción, del hospital.

Mientras esperaba sentada en la sala de esperas, un escalofrío recorrió mi cuerpo por completo, sentí una mirada penetrante, busque con la mirada por todas partes pero no logre visualizar a nadie que tuvieran su atención puesta en mí, vi a mi madre que caminaba hacia mi mientras guardaba algo en su bolso, levantó la cabeza y me sonrio, se acerco a mi, tomo la pequeña maleta y se dirigió hacia la salida y yo lo hice por igual.

La brisa fresca roso mi rostro haciéndome sentir una sensación de libertad y alivio, no había sol y estaba nublado, «bueno eso por aqui es normal, siempre esta nublado y lloviendo, menos en verano». En la entrada del hospital había un taxi esperándonos a mi madre y a mi. Una pequeña corriente de aire hizo que me estremeciera, el olor a tierra mojada inundó mis fosas nasales y la verdad es que no me molesto aquel olor más bien me gustaba, pequeñas gotas de agua comenzaron a caer del cielo para luego volverse más grande y formar grandes gotas de agua.

Abrí la puerta trasera del taxi y me subí en este. El carro arrancó. Podía ver las gotas de lluvia deslizarse por las ventanas del auto. Me gusta la lluvia al igual que el invierno. Mire a mi madre quien se encontraba hablando por teléfono, entonces la vi, era una chica con cabellos rojos, piel blanca como la nieve, labios rojos como una manzana y sus pelos eran rizados y de color carmesí, era como si estuviera pintada en la ventana del auto, parecía una pintura viviente que me miraba directamente a los ojos con intensidad.

Estruje mis ojos para ver si se trataba de una ilusión, pero seguía ahí, me quedé mirándola fijamente y fue como si hubiera entrado en un trance sin salida alguna. Me pareció ver una baga sonrisa en su rostro.

— Kathleen.– la voz de mi madre me hizo salir de aquel trance, cerré los ojos por unos segundos y cuando los abri la pelirroja ya no estaba, mi piel cambio de color al igual que mis labios, mis ojos empezaron a arder y no pude evitar que una lágrima rodara por mis mejillas, ¿por qué? No lose, y no quiero saber, dirijo la mirada hacia mi madre que me veía un poco preocupada.— ¿ estás bien cariño? Estas un poco pálida ¿necesitamos volver al hospital?.

—No, no te preocupes estoy bien es sólo que los ojos  me arden un poco.– mi madre saco unos lentes de sol de su bolso y me los entregó.—¿ para qué me los das?.
—cuando sientas algunas molestias en los ojos puedes ponerlos.–los tomé en mis manos y sentí su textura entre ellas.

— llegamos.– dijo el conductor mirando por el retrovisor mientras se estacionaba. Mi padre salió a recibirnos con un paraguas, camino hacia nosotras y nos guió hasta la puerta de la casa, mire los grandes jardines con el pasto de un verde natural, numerosas fuentes y distintas rosas que había, lo extrañaba, era mi parte favorita de la casa. Me di la vuelta y prosegui a entrar a la casa mi padre no me dijo nada ni yo a él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.