El aire de la noche se sentía denso, casi sofocante, mientras Lorraine caminaba por la ciudad desierta. Las luces de las farolas apenas iluminaban su camino, y la brisa helada de otoño agitaba sus cabellos sueltos. Su corazón latía acelerado, y una inquietud indefinida se apoderaba de ella. Sabía que Vladimir estaba cerca, observándola, como lo había hecho tantas veces antes. Esta vez, sin embargo, no era solo una presencia distante. Lo sentía acercarse, y su propia atracción hacia él la desconcertaba.
Desde el momento en que descubrió su conexión, la chica había sentido un torbellino de emociones. Cada encuentro con Vladimir dejaba en ella una huella más profunda, un eco que resonaba en su interior. Tenía la certeza de que él representaba algo oscuro y peligroso, pero, al mismo tiempo, había algo innegablemente seductor en su cercanía. La tensión que crecía entre ambos era palpable, y ella no sabía cómo manejarlo.
Lorraine se detuvo frente al mismo lugar donde lo había visto la última vez. Allí estaba, emergiendo de las sombras como un depredador acechando a su presa. Su figura, alta y esbelta, irradiaba una presencia magnética que la hacía sentir vulnerable y, sin embargo, irresistiblemente atraída hacia él.
—Has venido —dijo él, con su voz suave y profunda que la envolvía como una brisa helada—. Sabía que lo harías.
La chica lo miró con cautela, pero no pudo evitar el escalofrío que recorrió su columna vertebral. Algo en la forma en que la miraba hacía que cada parte de su ser se tensara, una mezcla de miedo y deseo que la mantenía paralizada.
—No sé por qué estoy aquí —respondió ella, aunque en el fondo sabía la respuesta. Sabía que, de alguna manera, Vladimir la llamaba, como si hubiera una conexión entre ellos que no podía romper—. Esto… no tiene sentido.
Él sonrió, un gesto que era a la vez seductor y perturbador.
—Lo tiene, aunque aún no lo entiendas. Siempre has estado destinada a regresar a mí.
Sus palabras la confundían. ¿Destinada? No sabía cómo interpretar lo que sentía. Una parte de ella quería alejarse de él, escapar de la tentación, pero otra parte, más oscura y profunda, se sentía arrastrada hacia él, como si fuera imposible resistirse.
—¿Por qué yo? —preguntó en un susurro.
Vladimir dio un paso más hacia ella, acortando la distancia entre ambos. Sus ojos, de un brillo inquietante, la atraparon, como si en ellos hubiera un océano de secretos esperando ser revelados.
—Porque tú eres diferente —contestó con suavidad, rozando una de sus mejillas con la yema de sus dedos fríos—. Siempre lo has sido. Y siempre lo serás. Tu vida está entrelazada con la mía de formas que aún no comprendes, pero pronto lo harás.
La joven contuvo la respiración ante el contacto de su piel, un estremecimiento que la recorría desde el punto donde él la tocaba. Todo en su cuerpo parecía reaccionar a su cercanía, y su mente era un caos de emociones contradictorias. Sentía una atracción incontrolable hacia él, una necesidad de estar más cerca, de sucumbir a la tentación que representaba. Pero al mismo tiempo, el miedo la atenazaba, recordándole que Vladimir no era humano. Que su mundo estaba lleno de sombras y oscuridad, un lugar al que ella no pertenecía.
—No puedes negarlo, Lorraine —murmuró él con los ojos fijos en los de ella—. Lo sientes. Esa atracción, ese fuego entre nosotros. Ha estado ahí siempre, a lo largo de los siglos.
La chica cerró los ojos por un momento, tratando de recuperar el control. Sentía cómo su cuerpo reaccionaba ante sus palabras, cómo cada fibra de su ser respondía a él de una manera que la aterraba.
—Tú… eres peligroso —logró decir, aunque su voz sonaba más débil de lo que pretendía.
Vladimir soltó una breve carcajada, como si la palabra “peligroso” no fuera más que un juego para él.
—Eso no lo niegas —admitió al desvanecerse su sonrisa, dejando tras de sí una seriedad que hacía más intensa la tensión entre ellos—. Pero el peligro no es solo mío. Tú también estás destinada a este camino. Nos hemos buscado a través del tiempo, Lorraine. Y ahora, finalmente, te he encontrado de nuevo.
Sus palabras eran como una corriente subterránea que amenazaba con arrastrarla. La muchacha sintió una oleada de emociones confusas. Parte de ella quería gritar, alejarse de la atracción magnética que sentía por él. Y su otra parte, más fuerte, quería acercarse más, dejarse envolver por su presencia y descubrir ese mundo que él le prometía.
—No sé si puedo hacer esto —confesó con la voz ligeramente quebrada.
Vladimir extendió una mano hacia ella, como una invitación, pero también como una trampa. Lorraine miró sus dedos, sabiendo que si los tomaba, cruzaría un umbral del que tal vez no habría retorno.
—Te mostraré lo que significa mi mundo —comentó con un susurro cerca de su oído—. Te mostraré las maravillas que podrías experimentar. La inmortalidad, la libertad de las limitaciones humanas. Serías más poderosa de lo que jamás podrías imaginar. Pero también debes entender los sacrificios que conlleva. Este no es un camino fácil, Lorraine.
La cercanía de él era abrumadora. Podía sentir el frío que emanaba de su piel, la energía antigua que latía en él. Se estremeció, no solo por el miedo, sino por el deseo que no podía controlar. Sabía que lo que él le ofrecía era tentador. Un mundo lleno de poder, de posibilidades infinitas. Sin embargo, también sabía que entrar en ese mundo significaba perder una parte de sí misma.
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Editado: 09.04.2025