El beso del vampiro

Capítulo 5

La lluvia golpeaba con furia las ventanas de su pequeño apartamento, y el eco distante de los truenos retumbaba en el cielo oscuro. Lorraine estaba sentada en su sofá, abrazando una taza de té que se enfriaba lentamente entre sus manos. Su mente era un remolino de pensamientos, emociones y preguntas sin respuestas. Desde su último encuentro con Vladimir, todo en su vida había comenzado a desmoronarse, o tal vez, simplemente, a revelarse por lo que siempre había sido.

La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la luz intermitente de los relámpagos que iluminaban brevemente las esquinas sombrías. Cada sombra en la pared le recordaba a él, a su presencia abrumadora, a su oscura seducción. Desde aquel primer encuentro, la chica había sentido una atracción peligrosa hacia él, pero ahora, tras lo vivido en las noches pasadas, era más que eso. Era como si su vida entera hubiera estado girando en torno a un secreto que solo él conocía.

Un golpe suave en la puerta interrumpió sus pensamientos. La joven se tensó. Nadie la visitaba a estas horas de la noche, y la presencia de Vladimir se sentía más cercana que nunca. Se levantó despacio, con su corazón latiendo con fuerza. Antes de abrir, lo supo. Él estaba allí.

Giró el pomo y, efectivamente, Vladimir estaba de pie en el umbral, con la lluvia cayendo sobre su abrigo oscuro, pero sin mostrar signos de incomodidad. Su rostro, perfectamente tallado, estaba en sombras, mas sus ojos brillaban con intensidad, como dos estrellas ocultas en una noche eterna.

—¿Puedo entrar? —preguntó, aunque ella sabía que no necesitaba permiso. Si hubiera querido, habría entrado sin dificultad. Sin embargo, ese gesto de cortesía la desarmó un poco, haciendo que recordara que, a pesar de su naturaleza, aún había humanidad en él.

Lorraine asintió, y se hizo a un lado para dejarlo pasar. Cerró la puerta tras él y el ruido de la lluvia quedó amortiguado, dejando un silencio tenso entre ambos.

—Tenemos que hablar —dijo él con su voz profunda y suave, llenando el espacio a su alrededor.

—¿Hablar de qué? —preguntó ella, aunque en el fondo sabía que este momento había estado gestándose desde el día en que él apareció en su vida.

Vladimir la miró intensamente, como si estuviera buscando las palabras correctas. Por primera vez desde que lo había conocido, ella vio algo distinto en su mirada: una mezcla de tristeza y vulnerabilidad.

—Te he estado siguiendo durante mucho tiempo, Lorraine. Mucho más de lo que podrías imaginar —su voz era casi un susurro, pero las palabras cayeron como piedras en el pecho de la chica—. A lo largo de tus vidas, siempre he estado ahí.

La muchacha sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Vidas? ¿A qué se refería? Lo miró sin saber qué decir, y él continuó.

—Te he amado en cada una de tus encarnaciones —dijo. Su voz era tan suave y sincera que casi dolía—. Te he visto nacer, crecer y vivir, una y otra vez. Siempre diferente, pero siempre la misma en esencia. Siempre Lorraine, de una forma u otra.

Ella dio un paso atrás, incapaz de procesar lo que estaba escuchando. Sentía que la habitación se estrechaba a su alrededor, que el aire se volvía denso y difícil de respirar.

—¿De qué estás hablando? —preguntó, aunque sabía que su pregunta era innecesaria. En lo más profundo de su ser, sentía que lo que él decía era verdad.

—Tú no lo recuerdas —prosiguió al acercarse a ella con cautela—. No podrías. Pero yo sí. Cada vida que has vivido, cada muerte que has sufrido, yo estuve allí. Te observé, te protegí… aunque nunca me atreví a acercarme demasiado —hizo una pausa, como si reunir el valor para continuar fuera una lucha interna—. No quería condenarte.

—¿Condenarme? —Lorraine apenas podía hablar, sus labios temblaban. No era solo el frío de la noche lo que la afectaba, sino la magnitud de lo que estaba descubriendo.

—A la oscuridad —respondió él con sus ojos brillando con una tristeza infinita—. A mi mundo. A mi soledad. Si tu hubiera transformado en lo que soy, habrías perdido la humanidad que tanto amo de ti. Y no pude soportar la idea de arrastrarte conmigo.

La chica sintió como si todo su cuerpo fuera de plomo, pesado, incapaz de moverse. Se dejó caer en el sofá, sin apartar la vista del hombre. Sus palabras tenían un peso terrible. ¿Había estado sola toda su vida porque él había estado siempre presente, observándola desde las sombras?

—¿Y por qué ahora? —quiso saber, con un hilo de voz—. ¿Por qué has decidido revelarte?

Vladimir la miró durante lo que pareció una eternidad.

—Porque no podía seguir alejándome. He intentado dejarte ir tantas veces. He tratado de evitar que nuestras vidas se crucen, pero parece que estamos destinados a encontrarnos, una y otra vez —se detuvo, luchando contra las emociones que parecía haber mantenido reprimidas durante siglos—. Y cada vez que te pierdo, una parte de mí muere.

Lorraine sintió cómo su corazón latía desbocado. Todo lo que él decía parecía imposible, pero al mismo tiempo, encajaba de una manera que le daba sentido a toda su vida. La sensación constante de vacío, de que algo faltaba en su vida, de que nunca había sido capaz de conectarse completamente con el mundo que la rodeaba… ¿Era todo eso por él?

—¿Mi soledad…? —empezó a preguntar, pero su voz se apagó.




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