El beso del vampiro

Capítulo 6

Lorraine se despertó en mitad de la noche, bañada en sudor frío. Su habitación, normalmente un refugio de calma, ahora se sentía extrañamente sofocante, como si el aire estuviera lleno de tensión. El peso de las revelaciones de Vladimir seguía gravitando sobre su mente, atrapándola en un torbellino de emociones contradictorias. Había descubierto una verdad insondable: su vida no había sido solo suya, sino que había estado tejida con la de un ser inmortal, un vampiro que la había seguido y amado a lo largo de los siglos.

Se levantó de la cama y caminó hacia la ventana. Fuera, la luna llena brillaba débilmente entre las nubes, proyectando sombras inquietantes sobre las calles vacías. La ciudad parecía más desolada que nunca, como si el mundo se hubiera detenido mientras ella se debatía entre el deseo y el miedo.

Lorraine no podía evitar preguntarse qué significaba todo esto. ¿Amaba a Vladimir? ¿Podía amar a alguien que había estado manipulando su destino, incluso si lo había hecho por amor? Su conexión con él era innegable, pero también lo era su propia libertad, y la incertidumbre de un futuro con alguien como él la llenaba de angustia.

Mientras miraba hacia la calle, una figura fugaz captó su atención. Al principio pensó que era su imaginación, pero entonces lo sintió: esa sensación familiar, esa inquietante presencia. No era él. Algo más la estaba observando desde las sombras.

Se apartó de la ventana con el corazón latiendo con fuerza. Estaba acostumbrada a la presencia de Vladimir, mas esto era diferente. Había algo peligroso en el aire, una energía oscura que se arrastraba hacia ella con una maldad que no había sentido antes.

Un golpe fuerte en la puerta la sacó de su parálisis momentánea. Se tensó. No era una llamada suave ni educada; era una advertencia. Algo o alguien estaba allí, y no tenía intenciones amigables.

Antes de que pudiera reaccionar, la puerta se abrió de golpe, y una ráfaga de aire frío llenó la habitación. Lorraine retrocedió con el corazón palpitando en sus oídos. Una figura alta y oscura cruzó el umbral, con sus ojos rojos como brasas brillando en la penumbra.

—Lorraine —dijo la figura con una voz ronca y afilada—. Has estado bajo el cuidado de Vladimir durante demasiado tiempo. Es hora de que enfrentes la realidad.

La chica tragó saliva con su cuerpo temblando. No sabía quién o qué era este ser, pero su mera presencia era aterradora. Antes de que pudiera responder, la figura avanzó hacia ella con una velocidad sobrehumana, con sus colmillos brillando a la luz de la luna.

De repente, una sombra aún más oscura se materializó entre ellos. Vladimir, con la mirada encendida por una furia que la muchacha no había visto antes, se interpuso entre ella y el intruso. Sus ojos brillaban con un rojo intenso y sus colmillos se extendieron mientras un gruñido bajo resonaba en su garganta.

—No te atrevas a tocarla —rugió el recién llegado, con su voz llenando la habitación con una autoridad que congeló el aire.

El intruso retrocedió un paso, pero su sonrisa burlona permaneció.

—Ah, Vladimir… ¿Todavía jugando a ser el protector? No puedes mantenerla alejada de nosotros para siempre. Ya has roto las reglas al mantenerla viva.

Lorraine, paralizada por el miedo, no podía apartar la vista de Vladimir. Algo en su aspecto había cambiado; su naturaleza vampírica se mostraba más que nunca. Sin embargo, a pesar de su apariencia aterradora, sentía una seguridad inesperada al verlo allí, dispuesto a luchar por ella.

—No me obligues a destruirte, Belisar —advirtió, con los músculos tensos bajo su piel pálida—. Esta es tu única advertencia.

El aludido soltó una carcajada seca y dijo:

—¿Destruirme? Tú mismo sabes que eso es imposible. Has vivido demasiado tiempo en las sombras, ocultándote de nosotros, protegiendo a esta mortal como si fuera un tesoro. Pero ya no puedes mantenerla a salvo. Otros vendrán. Y cuando lo hagan, será demasiado tarde para ti.

Con una velocidad cegadora, Vladimir se lanzó contra Belisar, y los dos vampiros chocaron con un estruendo. La habitación se llenó de un ruido sordo de golpes y gruñidos mientras las sombras de ambos combatían en una danza letal. Lorraine apenas podía seguir sus movimientos; era como si fueran fantasmas luchando en una tormenta de furia y violencia.

Belisar era fuerte, más fuerte de lo que la chica había imaginado, pero Vladimir lo igualaba en cada movimiento. Sus ojos brillaban con un odio primitivo mientras lo empujaba hacia la pared para estrellarlo con fuerza.

—Nunca debiste haber venido aquí —gruñó Vladimir, con una mano alrededor del cuello de su contrincante.

Su enemigo solo sonrió, con la sangre brotando de su boca.

—No importa. Ya es demasiado tarde. Ella es nuestra. Y tú lo sabes.

Con una velocidad que dejó a la muchacha sin aliento, Belisar se desvaneció en una nube de sombras, desapareciendo tan rápido como había llegado. El silencio que dejó atrás era tan abrumador que la joven se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento.

Vladimir, jadeante, se quedó de pie en medio de la habitación, con sus ojos brillando aún con furia y su respiración pesada. La chica dio un paso hacia él, pero vaciló. Había algo en la intensidad de su naturaleza vampírica que la asustaba, aunque él acababa de salvarla.




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