El beso del vampiro

Capítulo 8

Lorraine caminaba por las calles vacías de la ciudad, con su mente en un torbellino de pensamientos que la atormentaban. Cada paso la llevaba más lejos del mundo que había conocido, y más cerca de la oscuridad que ahora envolvía su vida. Los edificios altos y grises parecían alzarse como testigos mudos de la batalla que libraba en su interior, una lucha entre la vida que había llevado hasta ahora y el nuevo mundo que Vladimir le ofrecía.

El viento frío de la noche agitaba su cabello, pero ella apenas lo sentía. Su mente seguía atrapada en el recuerdo del beso que había compartido con él la noche anterior. Aún podía sentir el fuego de sus labios, la tentación abrasadora que la había consumido. Pero también podía sentir el peso de las consecuencias de lo que significaba unirse a él. El vampiro le había dejado claro que esta vez sería su última oportunidad para decidir. No habría más tiempo, no habría más encuentros donde podría escapar. Esta era la noche en la que debía hacer su elección.

Caminó hacia el mismo parque donde todo había comenzado. Era un lugar que siempre había encontrado tranquilizador, mas ahora estaba teñido de sombras más profundas. Mientras avanzaba, pudo ver la figura de él que la esperaba, como siempre, oculto entre los árboles. Su mera presencia la estremecía, y aunque una parte de ella deseaba volver a su vida mortal, la atracción por él y por lo que ofrecía era imposible de negar.

Vladimir dio un paso hacia ella, emergiendo lentamente de las sombras. Su expresión era tranquila, casi imperturbable, pero sus ojos destellaban con esa intensidad característica que la hacía sentir vulnerable.

—Sabes por qué estoy aquí —dijo él con voz suave y firme—. Esta es la última vez que te lo ofrezco, Lorraine.

La muchacha cerró los ojos un momento, intentando aclarar sus pensamientos, pero la confusión seguía ahí. Cada vez que pensaba en la vida que había llevado hasta ahora, una vida solitaria y vacía, la tentación de aceptar la inmortalidad se hacía más fuerte. No obstante, al mismo tiempo, algo dentro de ella la frenaba, una pequeña chispa de humanidad que no quería perder.

—¿Por qué yo? —preguntó con la voz ligeramente quebrada—. ¿Por qué me has elegido?

Él la observó en silencio por un instante antes de responder:

—No fue elección mía. Nos hemos encontrado en vidas pasadas. Cada vez que te he visto, has sido diferente, pero siempre he sabido que eras tú. He visto cómo nacías y morías, cómo te perdía una y otra vez. Esta es la única vida en la que tengo la oportunidad de tenerte para siempre.

Lorraine sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Las palabras de Vladimir la golpearon con fuerza, como si todo lo que había vivido hasta ese momento no hubiera sido más que una sombra de lo que realmente importaba. Había algo profundo entre ellos, algo que trascendía el tiempo y la muerte. Pero aún así, la idea de dejar atrás su humanidad la aterraba.

—¿Qué es lo que pasará si acepto? —quiso saber al mirarlo a los ojos.

Él se acercó más, hasta que apenas unos centímetros los separaban. La chica podía sentir la frialdad de su cuerpo, la distancia abismal que existía entre ellos, aunque estuvieran tan cerca.

—Si aceptas —contestó en voz baja, casi un susurro—, cruzarás un umbral del que no hay retorno. Dejarás atrás tu vida mortal, tus miedos y tus debilidades. Serás más fuerte, más rápida, inmortal. Mas también estarás atrapada en la oscuridad. Vivirás en las sombras, como yo. No hay luz en este camino.

Sus palabras eran claras, pero el dilema seguía siendo abrumador. Vladimir le ofrecía una vida sin las limitaciones humanas, no obstante, el precio a pagar era alto: la inmortalidad significaba renunciar a una parte esencial de sí misma. La vida en las sombras. Nunca más sentiría el calor del sol en su piel, nunca más caminaría entre la gente sin ser una criatura apartada del mundo.

—¿Y qué pasa si digo que no? —inquirió con voz temblorosa.

Él bajó la mirada por un momento, como si esa posibilidad fuera demasiado dolorosa de contemplar.

—Si dices que no, seguirás con tu vida como hasta ahora —explicó—. Volverás a la soledad, al vacío que has sentido durante tanto tiempo. Serás libre. Libre de la oscuridad, libre de mí.

Había algo en sus palabras que la golpeó profundamente. La posibilidad de ser libre de la atracción que sentía hacia él, de la tentación constante que él representaba, era tentadora. Y al mismo tiempo, esa libertad también significaba renunciar a algo que había comenzado a desear más de lo que estaba dispuesta a admitir.

El silencio entre ellos se hizo pesado y la chica supo que no podía seguir evadiendo la decisión. No podía permanecer en ese limbo emocional, atrapada entre dos mundos. Tenía que elegir.

Vladimir la miró con una intensidad devastadora.

—No hay más tiempo —dijo él, con una mezcla de dolor y determinación en su voz—. Esta es tu última oportunidad, Lorraine. Decide.

La muchacha sintió su corazón acelerarse. Respiró hondo, tratando de encontrar claridad entre el caos de sus emociones. Cerró los ojos y las imágenes de su vida pasaron frente a ella como un torrente: las noches solitarias, las mañanas vacías, los sueños que siempre parecían fuera de su alcance. Y luego, las imágenes de las noches con el hombre, los momentos en los que sentía una conexión que nunca antes había sentido. Un amor profundo, aunque oscuro, pero real.




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