El viento gélido atravesaba las cortinas de la ventana abierta, llevando consigo el perfume nocturno de la ciudad. Lorraine se encontraba de pie frente a Vladimir, con su mirada fija en él mientras los ecos de su elección reverberaban en su mente. El mundo, tan familiar hasta hacía poco, parecía ahora un escenario extraño y distante. Sabía que después de esta noche, todo cambiaría para siempre.
El vampiro, inmóvil en su elegante pose, observaba cada pequeño movimiento de ella, como si temiera que se escapara de sus manos en el último momento. Su paciencia eterna se mezclaba con una ansiedad sutil, apenas perceptible, pero visible en la manera en que sus ojos se oscurecían cuando la luz de la luna los tocaba.
La chica, con un nudo en la garganta, dio un paso adelante, acortando la distancia entre ellos. Sabía que aún no había terminado la transformación. La eternidad parecía algo tan etéreo, tan fuera de su alcance y, sin embargo, aquí estaba, lista para abrazar lo que muchos solo podían imaginar.
—¿Estás lista para la fase final? —quiso saber él, con su voz en un susurro que flotaba en el aire entre ellos.
Lorraine respiró hondo, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. Tal vez, la última vez que lo sintiera tan atronador. Había temido este momento desde el primer encuentro, y ahora que estaba aquí, todo su ser temblaba entre la emoción y el miedo.
—Eso espero —respondió ella con honestidad—. Pero lo quiero y ya no hay marcha atrás. Quiero estar contigo, aunque no entienda lo que eso significa completamente.
Vladimir la miró con una intensidad que la envolvió como una sombra. El deseo en sus ojos estaba claro, aunque más allá de eso, había una ternura inesperada, una promesa silenciosa de que él no la obligaría a hacer nada que no quisiera.
—El tiempo dejará de tener sentido para ti, y el sol, la vida tal como la conoces, será solo un recuerdo distante.
Ella lo sabía. Desde el primer momento en que sintió su presencia, algo en ella supo que este sería su destino, pero aún así, se sentía como si estuviera al borde de un precipicio. Era como lanzarse al vacío. Sentía la llamada. No solo del vampiro, sino de algo más profundo dentro de ella, algo que había estado incompleto toda su vida.
—He pasado tanto tiempo sintiéndome vacía —confesó ella, con su voz apenas en un murmullo—. Siempre buscando algo que no podía nombrar. Tal vez esto es lo que he estado buscando.
Él acarició su rostro con una suavidad que parecía extraña en una criatura de su naturaleza, con sus dedos fríos como el mármol.
—Lorraine —la llamó al inclinarse hacia ella—, te he seguido durante siglos. He visto todas tus vidas, cómo te has perdido y encontrado una y otra vez. Nunca te obligué a nada, y esta vez no será diferente. Te prometo que nunca volverás a sentirte sola.
Ella lo miró con profundidad, sintiendo el peso de sus palabras. Entonces, sin más vacilación, dio un paso decisivo hacia adelante.
—Estoy lista.
Vladimir no dudó más. Se acercó lentamente, sin sus ojos apartados de los de ella. El momento era solemne, casi sagrado. La chica sintió la tensión en el aire, el peso de lo que estaba a punto de suceder. Él inclinó su cabeza hacia su cuello, con sus labios rozando su piel con un toque tan ligero que casi parecía una caricia.
La chica jadeó cuando la sensación de frío y calor al mismo tiempo recorrió su cuerpo, una mezcla extraña de dolor y placer. El latido de su corazón se ralentizó mientras la sangre fluía hacia él, y una sensación de vacío la invadió por un momento, como si algo se desprendiera de ella.
Y entonces, el mundo por fin cambió.
El vampiro la sostuvo con firmeza mientras ella caía hacia él, con su cuerpo estremeciéndose por la última parte de la transformación. Todo a su alrededor se volvió distante, como si la realidad misma se estuviera desintegrando a su alrededor. La luz de la luna se volvió más brillante, las sombras más profundas, los sonidos de la ciudad más claros. Su propio cuerpo se sentía diferente, como si cada fibra de su ser estuviera siendo reconstruida desde dentro.
Al principio, sintió una sensación de expansión, como si su mente estuviera absorbiendo algo antiguo y vasto. Los recuerdos de vidas pasadas, fragmentos de épocas que no podía nombrar; pasaron ante sus ojos como destellos en la oscuridad. Había sido muchas cosas: una reina, una plebeya, una guerrera. Había amado, perdido, y ahora todo ese peso caía sobre ella.
El dolor fue intenso, una presión en sus venas que la hizo jadear. El vampiro la sostuvo, susurrando palabras en un idioma antiguo, calmándola mientras su cuerpo se adaptaba al nuevo poder que fluía a través de ella.
Cuando la sensación de cambio se asentó, la joven abrió los ojos. El mundo a su alrededor era nítido, cada detalle más vibrante que antes. Podía escuchar el sonido lejano de una hoja cayendo al suelo, el susurro de una conversación en un apartamento al otro lado de la calle. Todo parecía tan… vivo.
Vladimir la observaba con una pequeña sonrisa en sus labios.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó.
Ella parpadeó, asombrada por lo que sentía en su interior. No había dolor ahora, solo una sensación de poder y libertad que nunca antes había experimentado.
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Editado: 09.04.2025