El Beso que me Enterró Viva

6. El funeral

El salón de velatorios del subsuelo parece más una galería de arte de alta sociedad que una capilla en el sentido religioso: Luces suaves, flores blancas, pinturas costosas, estatuas y música instrumental apenas audible.
El féretro, abierto, preside el centro de la sala.

Los invitados llegan uno tras otro, en silencio reverente, con copas de champán, pocillos de café y miradas vacías.
Nadie llora.
Nadie se despide.
Todos observan con incomodidad evidente en el ambiente.

Yo me quedo al fondo, invisible, entre las sombras. Mi trabajo terminó, pero no puedo irme. Siento que debo estar ahí, que debo verlo. Como si al irme algo se rompiera.

Los gemelos murmuran entre sí. Isabela se mantiene inmóvil junto al ataúd, con una mano sobre la tapa de cristal y él… él parece respirar.

Lo sé. Siento eso y me detesto por seguir con la idea fija.

Cada tanto, el cristal se empaña; es apenas, un velo de vaho que desaparece enseguida.

—¿Lo ves? —murmura una voz detrás de mí.

Me sobresalto. Es el gemelo más delgado. Tiene los ojos fijos en el féretro, como si también esperara algo.

—¿Qué cosa? —pregunto.

—Cómo tiembla el vidrio. —Sonríe con una sonrisa torcida, demasiado amplia—. Mamá dice que él no se fue. Que sigue… decidiendo.

—¿Decidiendo qué?

—A quién llevarse.

Me alejo, helada por esa pésima broma de mal gusto. Él se encoge de hombros, como si hablara de algo cotidiano.

—Trabajo con la muerte a diario—le digo—, no me gustan las burlas ante algo tan serio.

—No me estoy burlando, estoy siendo honesto, él necesita a quién llevarse y pronto.

Lo miro, buscando burla en su rostro, pero no hay. Solo fascinación.

—No hablemos de eso—interrumpe Isabela, apareciendo detrás de él. Su tono es firme, autoritario—. Rafael ya descansa en paz.

Sus dedos, largos y perfectos, se posan sobre el hombro del hijo. El joven se queda en silencio al instante. Ella me mira otra vez.

—Usted también debería irse, señorita. Ya hizo lo suyo.

Pero no me muevo, solo logro decir:
—¿Cómo… cómo murió realmente?

Isabela ladea la cabeza.
Su sonrisa es de mármol.
—¿Eso importa? Agradecemos sus servicios, señorita, pero métase en sus asuntos y respete el luto de nuestra familia.

Sus palabras me congelan más que el frío y se aleja.



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En el texto hay: terror, romance oscuro, romantasy

Editado: 24.10.2025

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