El Beso Venenoso

OCHO DE CAMPING POR LA PRADERA

Los comprometidos emprenden una nueva aventura, cogen el vehículo y se van de camping por la extensa pradera, la diversión para ellos es un hobby, lo atractivo de la naturaleza les llena el corazón de tonificante medicinal. Abren sus brazos al acariciador soplo del aire, que recorre la vistosa pradera, sienten en sus oídos el silbido ensordecedor que deja el invisible viento en su rápido pasar.

Instalan la carpa cerca de un riachuelo, un privilegiado oasis del agua, que pasa cerca de la pradera, embelleciendo con su riego la frescura de su verdosa flora. Es un refugio donde el compartir con la naturaleza les hace olvidar el bullicio de la ciudad, la armonía con el hábitat los cubre de una terapia relajante y sosiego espiritual.

—¿Que belleza rodea este riachuelo? Se respira oxígeno puro, siento una purificación fascinante, que recorre todo mi cuerpo —dice el—. Mirando la pradera.

—Yo también siento en mi organismo, algo que va recorriendo desde la cabeza a mis pies, impregnando mi organismo de tranquilidad —dice ella— alegre.

—¿Voy a coger agua del riachuelo? Observa que hay peces de mediano tamaño, son truchas, pescare unas para asarlas, degustaremos su sabroso sabor—dice él.

—¿Hemos empezado nuestro camping muy bien? Estoy contenta de estar en este lugar, de paradisiaca tranquilidad que la naturaleza nos obsequia —comenta ella.

—¡Somos huéspedes de este encantador sitio! Donde la naturaleza nos está brindando su hospitalidad, para que nos sintamos como unos habitantes más, de su hábitat natural —dice el—. Cargando con el cántaro de agua y las truchas.

—¡Si, cariño! ¿Qué generosidad ha tenido la naturaleza con nosotros? Somos sus queridos huéspedes, nos han dado una atención de pureza natural. Disfrutaremos de este momento especial que la vida nos ha dado, ya que es difícil que vuelva, solo nos quedara los recuerdos, de que estuvimos aquí —dice ella—. Ayudándolo.

—¡Qué deliciosas están estas truchas! Dando una mirada hacia las nubes, que se tornan de nublados oscuros anunciando lluvia —argumenta Jean.

—¿Tomaremos las previsiones necesarias? Aunque el presagio indica que pronto tendremos que entrar a la carpa. De no hacerlo nuestras truchas asadas, perderán el rico sabor que tienen —propone ella.

—Saborean las truchas asadas, notan que ha empezado a tronar acompañado por relámpagos, lo que indica que deben entrar a la carpa rápidamente, si perder tiempo —dijo el.

—Si, lo haremos de inmediato —dice ella—. Cogiendo los utensilios donde prepararon las truchas.

—La lluvia cae copiosamente, aumentando el caudal del riachuelo, debemos mudarnos a la parte alta que da al riachuelo, hay que prevenirnos con tiempo, presumo que donde estamos corremos peligro —afirma el.

—¿Estoy de acuerdo contigo? Pero esperemos un poco más, a que la lluvia minore, y nos cambiaremos para aquella meseta, ahí vamos a estar seguros, y es más vistoso —propone ella.

—¿Debemos hacerlo ya? No podemos esperar más, el caudal del riachuelo está subiendo, dentro de poco tiempo el agua llegará hasta la carpa. La desarmaremos a la brevedad posible, para ubicarnos en la cima de la pradera —dice él.

—Llegan a la meseta, la amaremos al lado de ese frondoso árbol, nos servirá de sombra y protección del viento —dice él.

—¿Me agrada el sitio que escogiste? Miraremos desde aquí la pradera, apreciaremos su gran hermosura, y no estamos lejos del riachuelo —argumentó ella.

—Nos daremos un descanso, para recuperar energías. Es necesario estamos agotados, más tarde terminaremos algunos pequeños detalles que nos faltan por hacer —propone él.

La siesta los llevo, a entrar en un sueño profundo, los despertó al otro día el piar de un pájaro. Salen de la carpa y averiguan de donde proviene el piar, encuentran un pichón de tucusito al lado de la carpa. Lo cogen y lo abrigan, el pobre es tan diminuto su tamaño, que temen que sobreviva, pero harán todo lo que esté al alcance de ellos, para que la diminuta ave no muera.

—Voy a buscar alimento para el tucusito, buscaré unas flores para extraer el néctar y algunos incestos, es su principal alimento para este espécimen de ave, se ve muy débil —dice Jean.

—Anda y los busca, mientras tú llega yo colocare a los rayos de sol, para que coja calor —dice ella.

—Recogeré lo suficiente en el sector abunda, el polluelo tendrá pronto su alimento, saciará esa hambre que lo abruma —dice Jean.

—No demores, se necesita que regreses rápido, si no lo haces, esta pequeña ave morirá —dijo ella—. Levantándole las alas.

—Te prometo que haré todo lo posible, por regresar a tiempo con el alimento, para que la pequeña ave no vaya a morir. Sentiría una pena moral si llega a morir por hambre, no lo soportaría si llegase suceder —dice él.

—Con los alimentos en mano, ella extrae el néctar de las flores con un ensopo, abre el pico del tucusito y exprime el néctar. Deja un tiempo para darle un incesto, y así hasta haber completado su alimentación, conservará el restante de alimentos que ha quedado —dice ella—. Acariciando la avecita.

—Si el tucusito sobrevive no los llevaremos, acompañará a las aves de la suerte, tendrá un sitial preferido en el jardín, encontrará en ese espacio su alimentación natural, como del hábitat de donde viene —dice Jean—. Mirándolo con ternura.




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