El blanco de sus ojos

09

Las afueras de Helsingborg son sumamente tranquilas a diferencia de la ciudad, ahora más que nunca Silvano agradece haber decidido vivir allí en medio de la naturaleza. Suspira terminando de preparar un brebaje especial con las mejores hierbas de su jardín, quiere intentar todo lo que pueda para poder revertir el hechizo que Gya ha lanzado sobre Eleck; lo han intentado todo desde que llegaron, lo primero en la lista fue un Vita Redit que funciona generalmente para todo tipo de mal que aqueje el cuerpo pero no dio un buen resultado, luego decidió dejar que Alistair lo intentara debido a su mejor manejo de la magia, tampoco surgió efecto. Y las ideas se acaban, él como un mago sanador no ha encontrado hechizo, pócima o fuerza que pueda quitar el Oculi Tenebris. Eso lo frustra.

—¿Falta mucho para que esté lista? —preguntó Alistair desde el umbral de la puerta, apoyando su cuerpo en la misma—. Parece ser algo difícil de combatir, los Pimeys son magos sumamente malignos, manejan hechizos que nosotros no conocemos.

—Desde que Merlín murió, surgieron muchas sectas y cultos que se encargan de crear rimas diabólicas, el mal cada vez cobra más terreno —suspiró Silvano—. Pero nunca debemos subestimar a un Sielun Syoja, un come almas tiene los peores trucos bajo la manga.

—Concuerdo, hay que evitarlos en nuestro camino —asintió—. ¿Qué es lo que sabes sobre la misión de Eleck? Creo que me gustaría saber de qué va antes de realmente tomar una decisión sobre lo que haré.

—No sé más que tú —negó—. Él está decidido a encontrar al heredero a la corona de Khandrya, parece que solo podemos confiar en que nuestro difunto rey le dio las pistas necesarias para poder encontrar a ese príncipe. Sabemos que es un varón, más allá de ello, estamos en blanco.

—No creo que se encuentre aquí en la Tierra, es estúpido pensar que vivió tantos años haciéndose pasar por humano y nadie notó que no envejece ni un poco. No lo sé, algo no me cuadra —chasqueó la lengua.

—¿Qué más podría haber aquí por lo que Eleck vino? ¿mmm? Es ridículo pensar que solo está perdido probando en diferentes dimensiones —soltó quitando la cacerola del fuego.

—¿Y si vino hasta aquí por nosotros? —Black lo observó—. No es casualidad que se encontrara contigo, conmigo y el humano, no es casualidad que estemos todos reunidos pensando en la misino probablemente más suicida de la historia donde nos enfrentaremos a Antaa Potkut y a una Sielun Syoja, estamos locos, de remate, pero no es casualidad.

—¿Destino? —elevó una ceja divertido, curioso, incrédulo, todo al mismo tiempo—. ¿Realmente crees que el destino nos ha traído hasta este punto?

—En el mundo en el que vivimos y todo lo que conocemos ya no sé qué pensar, me permito de dudar de todo y de todos, pero tengo claro que el universo trabajo de maneras sospechosas con propósitos a veces poco claros que llevan a un fin determinado —se encogió de hombros—. Lo mejor será charlarlo con todos, ¿Dónde está el Valaisin?

—En el cuarto, descansando un poco, déjalo y cuando despierte podemos ir a hablar con él —ambos quedaron de acuerdo en ello y mantuvieron el silencio pensando en sus propios asuntos.

Por otro lado, Niesse observaba a su alrededor habiendo salido a conocer el jardín de la casita puesto que llegaron a las afueras de la ciudad en un santiamén utilizando teletransportadores mágicos, eso le dejó no solo dolor de cabeza sino también náuseas y prefirió quedarse al aire libre tratando de recuperarse. Suspiró anonadada, ¿Cómo podía un jardín parecer una jungla sacada de cuentos de hadas? ¿Cómo una flor podía tener colores inexistentes? ¿Mezclas de tonos que en la vida soñó ver? Los aromas incluso eran mucho más fuertes y presentes, pero agradables y la tonalidad vibrante de cada color hacía que no pudiera dejar de apreciar la preciosidad de naturaleza que tenía ante sus ojos, nunca se cansaría de decir que su mejor decisión fue acompañar al mago de orbes plata en su travesía.

Observó a su lado, Rayna continuaba en su forma animal, el gato moteado había cerrado sus ojos disfrutando del sol en su cuerpo, ronroneaba bajo dejando que el humano le diera ciertos mimos en sus orejas pero gruñendo si sentía que se propasaba o le incomodaba. La joven se preguntaba qué otra clase de criaturas existían en el reino de los magos, ¿Qué otros magos podía conocer? ¿Qué animales eran reales y cuáles no? Eran grandes curiosidades que tenía presente pero que de momento no podía soltar debido a toda la situación vivida.

Desde que llegaron a esa casa, hace día y medio, ha visto a Silvano ir y venir a su jardín, probando cuanta hierba puede, haciendo germinar con rapidez otras, tratando de encontrar una cura para el mal en los ojos de Eleck, pero nada, todo termina en un gran y rotundo fracaso, y se les acaban las opciones por lo que ha podido entender de las conversaciones de los magos dentro de la casa. Chaquea la lengua, no puede evitar tener un escalofrío al recordar las cuencas negras en el rostro del Valaisin, con sinceridad es como ver un pozo de soledad, un cajón vacío, un recipiente sin nada, asusta…

En la habitación de la parte trasera de la pequeña casita, Eleck se encuentra sentado en una de las esquinas del cuarto, con las rodillas pegadas al pecho y apretándose cuanto puede allí porque está asustado, siente pavor a la oscuridad, tiene un terror profundo a no poder ver, a que no haya luz y el hecho de no poder absolutamente nada solo genera desesperación en su sistema. Ónice se encuentra a su lado, sosteniendo su mano, preocupado y sin abandonar su forma humana en caso de necesitar hablarle a su amo para que sepa que está acompañado, que no va a quedarse solo.




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