El blanco de sus ojos

11

Apenas el sol estuvo en lo más alto del cielo bañando con sus rayos cálidos todo a su paso, el grupo de seres mágicos se dispuso a preparar lo necesario para poder emprender el viaje a Escania, comarca de Helsingborg donde encontrarían el famoso Castillo de Sofiero y donde una de las entradas ocultas a Khandrya esperaba por ellos. Silvano fue el primero en comenzar a tomar de su despensa algunas hierbas que probablemente necesitarían guardándolas dentro de una bandolera, tomó algunos mapas que poseía del reino en el que alguna vez pudo residir y suspiró, nunca pensó en regresaría su hogar pero no tenía de otra, algo muchas importante que él mismo estaba sucediendo y no podía hacer la vista gorda, no podía simplemente ignorarlo solo para salvaguardar sus sentimientos y mantener enterrado su pasado.

Alistair se encargó de conseguir un vehículo utilizando portales por toda la ciudad, viajando de manera sigilosa entre ellos hasta obtener lo que necesitaba y regresar a la casita perdida en las afueras de todo ese ajetreo, sí, era un robo, pero nadie saldría herido y jamás lo sabrían, tenía sus truquitos como buen mago que era. No tardó en tomar el mando al tener el asiento del piloto una vez que todos estuvieron listos, Rayna y Ónice adoptaron sus formas animales siendo el menor de ambos híbridos quien prefería ir en brazos de Silvano en el asiento del copiloto y el gato montés en medio de Niesse y Eleck; este último apenas y había hablado desde que despertó, se encontraba ovillado contra la ventana esperando a llegar a destino, sin poder ver algo, sumido en sus pensamientos nada gratos y a merced de Gya y su maleficio.

El coche se puso en marcha de inmediato puesto que tenían varios kilómetros hasta llegar a Escania y de ahí serían guiados por la muchacha hasta el gran y antiquísimo castillo, de momento parecía ser todo un gran plan y no habría contratiempos, en especial porque Silvano se encargaba de mantenerlos ocultos del radar usando sus hechizos de camuflaje. El silencio dentro del vehículo era algo que a Donovan no le agradaba en lo absoluto, cada uno tenía sus propios pensamientos y eso solo los volvía más extraños entre ellos; desvió la mirada hacia Niesse quien mostraba algunas bolsas bajo sus ojos y apretujaba las manos con fuerza.

—Creo que deberíamos dejar este silencio tétrico, se supone que vamos a trabajar juntos a partir de ahora —soltó sin más observando a Silvano que volteaba a verla.

—Estoy de acuerdo, pero no quita que todos estamos preocupados por lo que pueda pasar y el hecho de que tener a uno de los nuestros incapacitado de la vista es un gran riesgo para los demás —murmuró viendo al Valaisin quien ni siquiera estaba oyéndolos en ese momento—. ¿Cómo te encuentras, Eleck?

—¿Eleck? —pero no hubo ninguna respuesta y fue la bibliotecaria quien tomó los hombros del peliblanco para sacarlo de su trance—. Ey, despierta ya…

—¿Uh? ¿Qué ocurre? —preguntó, al fin, el chico.

—Estás algo ausente —comentó Alistair viendo todo por el espejo retrovisor del coche.

—Lo siento, estaba pensando —se acomodó mejor en el asiento—. Me perdí por un instante, ¿Estamos cerca?

—Vamos a mitad de camino —Silvano dejó a Ónice en los asientos traseros para observar por la ventana con desconfianza, nunca se sabía cuándo iban a ser atacados por los Antaa Potkut.

—Tengo una pregunta, si estamos siendo seguidos por esa mujer malvada que pertenece a la orden de los Pimeys, ¿Por qué los Antaa Potkut están de su lado siendo el fuego su elemento? —Niesse elevó una ceja habiendo estado bastante tiempo pensando en ello.

—El elemento del fuego puede ser influenciado por la oscuridad, pueden tener alguna que otra relación y cuando los Pimeys decidieron que querían tomar el mando hace años al morir Merlín, algunos magos de fuego decidieron seguirlos ya que por leyes impuestas estos tienen demasiadas limitaciones y como no, su magia es poderosa y dañina si no se mide con prudencia —Eleck respondió sin mostrar emociones—. Los magos de fuego creen que Merlín los despreciaba, pero no es así ya que sabiendo la calidad de poder que poseían quería que fueran prudentes, una llama genera calor, confort, albergue, también hay vida en ella, pero si no las sabes controlar, si se sale de control, trae muerte, caos y destrucción… Las leyes que se impusieron no eran más que protección para todos en general, incluyendo a los propios Antaa Potkut.

—Toda la magia tiene sus pros y sus contras, hay limitaciones, hay hechizos que no deben realizarse, hay límites que no se deben traspasar —agregó Silvano con un suspiro.

—¿Por qué los Pimeys quieren al hijo de Merlín? Sé que destruirlo les dará el trono, pero, ¿Qué es lo que los impulsa? —la humana se encontraba saciando su curiosidad a más no poder.

—Morgainne —susurró Eleck, Alistair y el mayor del grupo se tensaron de solo escuchar el nombre de aquella nefasta mujer.

—¿La hermana de Merlín? —la ojimiel frunció el ceño.

—Sí, los Pimeys nacieron de la mano de los poderes de Morgainne, la primer bruja con poderes oscuros, quien desafiaba toda ley y autoridad, aborrecía a su hermano y odiaba que tuviera más poder que ella —el peliblanco suspiró—. Se enfrentaron en una batalla que duró años y años, donde muchos salieron heridos, perdimos familias completas, un caos en la Tierra, pero finalmente Morgainne fue puesta en su lugar, murió en manos de Merlín trayendo paz y armonía a nuestro mundo. Sus seguidores nunca se han desvanecido, siguen amándola como el primer día y hay una gran y poderosa especie de secta que aguarda el momento para tomar el trono en su nombre, pero mientras haya un heredero Marline, no podrán.




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