—Veamos, no hay mucho qué contar de mi parte —Silvano suspiró—, Provengo de una familia muy tranquila, magos por excelencia aunque hemos tenido excepciones. Mi vida fue armoniosa, me dediqué a la tienda de especias y medicinas de mi padre, éramos muy pacifistas… Hasta que atacaron nuestro pueblo.
—Fue durante las guerra de bandos, se enfrentaron muchos en busca de poder —asintió Eleck sentado en la cama a su lado.
—Sí, fue durante ese período, lo peor de todo sucedió cuando mi hermano quiso defender a mi madre, un Sielun Syoja acabó con él y desmembró la unidad de mi familia —suspiró—. Me refugié en el tranquilo mundo humano, no quise regresar a Khandrya en un buen tiempo, pero heme aquí ahora.
—Lamento mucho tu pérdida —Niesse lo observaba entristecida.
—Fue hace mucho tiempo —se encogió de hombros.
—Esas épocas son oscuras para nuestro mundo, mucho se perdió —Alistair suspiró—. Yo formaba parte de la milicia que defendía la ciudad principal y los pueblos de alrededor, nos enfrentamos a un gran grupo de Antaa Potkut que no podía ser derrotado. No importaba qué tan bien entrenados estuviéramos, que no necesitáramos decir los hechizos para efectuarlos… Nos ganaron con creces y mi escuadrón perdió la vida… Tuve suerte.
—Mierda, has visto la peor parte de todo eso —Silvano soltó sorprendido.
—Sí, así es. La historia se pone más trágica pues cuando regresé a mi hogar, la mujer que era mi pareja en ese momento estaba en cinta y con otro hombre a su lado —rió negando—. Fin del capítulo, decidí viajar y despejarme, terminé en la Tierra escondido de todos pero en paz, hasta que Niesse y Ónice aparecieron.
—Yo… Yo me perdí cuando era un cachorro —el ManeKatt negro habló algo cohibido ganando la atención de todos—. Me alejé de mis padres, no encontré el camino de regreso al Valle Lunar y me puse en peligro con cazadores, fue el amo Eleck quien me salvó ese día, desde entonces estoy a su lado. Nunca regresé a mi hogar.
—Conocí a Ónice por accidente en un callejón de la ciudad, estaba siendo perseguido por haber robado algo de comida cuando me acorralaron y él me defendió —Rayna sonrió viendo al otro híbrido—. Me llevó con Eleck para sanar, me quedé con ellos.
Un suspiro se escuchó.
—Supongo que me toca —Eleck apretó los labios—. Nací en la ciudad principal, Cathair Ghrian, nunca fui poseedor de magia pues mi padre era humano y heredé sus genes. Él se marchó cuando supo que mamá era una bruja y no quiso tener que lidiar con esas cosas, pero pude quedarme en Khandrya porque nací allí o de lo contrario debería haber ido con él al mundo humano; el tiempo pasó como para cualquier otra persona, mi mamá murió en los primeros enfrentamientos de magos cuando se perfilaba que Merlín comenzaba a tener enemigos de nuevo —observó la ventana como si estuviera recordando—. Quedé huérfano de la noche a la mañana pero Merlín me tomó en su custodia, me hizo parte de la guardia como a muchos otros jóvenes que se quedaron sin nada y yo lo he amado como a un padre. Siempre estuvo para mí cuando requería algo, incluso cuando mi magia despertó y me encontró con Ónice.
—Y no nos hemos separado desde entonces —el ManeKatt sonrió feliz y orgulloso.
—No, no lo hemos hecho —rió bajo—. Cuando el rey murió fui yo quien encontró su cuerpo, antes de que su poder se desvaneciera me dio un mensaje, el de encontrar a su heredero para restablecer la paz en nuestro reino y no he parado desde entonces, tengo que cumplir con lo que me encomendó.
—Ya veo —Equusuu asintió paseándose de un lado a otro con lentitud—. A todos ustedes los une algo en particular, la pérdida. Todos anhelan recuperar algo que no pueden, algo que les fue arrebatado, por ello están unidos, porque se entienden.
—¿Esto era lo que debía pasar? —frunció el ceño Rayna desde la esquina de la sala.
—Sí, tal vez no lo comprendan del todo, pero la magia y el universo trabajan de formas misteriosas, nunca se puede terminar de comprender el propósito en sí que tienen pero que será cumplido —asintió, observando al Valaisin fue que prosiguió—. Hay algo que no comprendo, Eleck, si eras tan cercano al rey, si lo conocías tan bien, ¿Cómo es que no sabes de su hijo? ¿O de cómo es su madre? ¿Nunca viste a la pareja de Merín?
—No —negó frunciendo el ceño—. Todo siempre era calculado por el rey, tenía todos los detalles sopesados para que nunca se le pasara nada, es por eso por lo que pocos conocíamos que tenía un amorío y quienes teníamos la confirmación nunca supimos quién era la mujer o el niño que nació.
—Comprendo —chasqueó la lengua—. Estamos buscando un pez en un océano, podríamos tardar años.
—Por eso lo ideal es ir a ver una bruja adivina —Irina sonrió ingresando con tazas de té—. Ella te dirá si ese ser que buscan está vivo, si vale la pena seguir con lo que hace teniendo en cuenta que ya hay un curso marcado en la historia y quién sabe, tal vez les revele más de lo que desean.
—No entiendo —Niesse se puso de pie—. ¿Qué hay de mí? Provengo de una familia común y corriente, me mudé a Suiza para tener una vida diferente. Mis padres son tan comunes como cualquier humano, no hay magia, no hay hechizos ni creencias raras, ni siquiera una religión en particular, ¿Entonces? ¿Qué hago yo teniendo magia?
—Muchos magos han emigrado a la Tierra callando lo que son por temor a ser encontrados o marginados por los mundanos, es común que en las familias haya personas predispuestas a la magia pero si no se la fomenta o se niega, esta desaparecerá —Eleck se puso de pie acercándose a la muchacha entre tambaleos, tomó su mano con cariño—. Que las generaciones anteriores a ti no tengan magia no quiere decir que esté mal que tú la poseas, créeme cuando te digo que eres merecedora de ella.