El blanco de sus ojos

30

—¡Lo has matado! —la voz de Cira detuvo a la pelinegra que volteó a verla molesta encontrándola en el suelo con el chico en sus brazos—. ¡Le has quitado a Eleck su vida, tú, infeliz, te has robado su alma! —sollozó horrorizada—, Tú eres un Sielun Syoja.

Niesse los observaba sorprendida sin poder creer lo que estaba sucediendo, observó a su alrededor, sus manos y luego a Cira y Eleck. Asustada frunció el ceño no queriendo aceptar lo que había sido dicho por la Valaisin frente, ¿Cómo podía ser eso posible? ¿Acaso eso era lo que realmente se ocultaba detrás de su naturaleza como Pimeys? ¿Ella era un come almas como esa desquiciada mujer? Se sintió como una gran escoria, una criatura así no podía ser vista con buenos ojos por nadie ni siquiera por ella misma.

—¡Mira nada más! ¡Resultaste ser un come almas como yo! —se carcajeó Gya—. Lo único que me molesta es que te has robado mi bocadillo, ahora deberé buscar otro, aunque los amigos aquí presentes pueden ser buenos sustitutos.

—¿Qué? —Niesse la observa incrédula—. Yo no te he robado nada, no soy como tú, ¡No soy como tú!

—¿No? Eso es lo que crees, pero te diré algo, solo un come almas puede hacer lo que tú, ¿Comprendes? Nadie más puede quitar magia y vida al mismo tiempo, asique felicidades, chica, eres un Pimeys Sielun Syoja y es un don que se le da a pocos como nosotros —sonrió en grande—. Enorgullécete, porque siempre vas a tener poder y vida, ¡Puedes ser invencible!

—¡Niesse, tienes que vencerla de alguna manera! —Eldor gritó siendo sujetado por Agatha—. ¡No puede llegar a los demás Valaisin de la villa!

—¡Ve, pelea, yo me encargo de Eleck! —Equusuu llegó hasta Cira viendo a la Pimeys dándole la seguridad de que el muchacho caído estaría a salvo de todas formas—. Dámelo.

—¿Qué caso tiene? —soltó Cira compungida.

—Quítate —dejó a Eleck sobre el suelo mientras veía a Niesse hacerle frente a la bruja—. Vamos, niño, respira…

El hechicero tomó el pulso del ahora pelinegro, apoyó su oreja contra su pecho, abrió sus ojos esperando ver una reacción más se encontró con que eran color café y no platinados como en un inicio. Tragó duro, no había latido, no había respiración, sus ojos eran dos orbes que no se movían ni reaccionaban a la luz, opacos, vacíos y su cuerpo frío ya no tenía nada más que contar; Equusuu maldijo por lo bajo, Eleck Kozock en verdad estaba muerto, ya no se encontraban con ellos y solo era una cáscara que alguna vez contuvo su jovial espíritu.

Aquel dragón dorado que invocó Eleck se puso de pie una vez más posicionándose detrás de Niesse mientras rugía con fiereza hacia sus enemigos, blandiendo su cola de un lado a otro esperando las órdenes para atacar siendo la bibliotecaria quien lo tenía bajo su dominio en esos instantes.

—¿Qué es lo que sucede realmente? ¿Qué hace ese dragón ahora mismo si Eleck no responde? —susurró Cira sin comprender del todo la situación.

—Es un Dragón dorado del Rey, responde al poder que lo trajo a esta dimensión y ahora es Niss quien lo rige al haber tomado la magia de Eleck pero lo que me parece sorprendente es el hecho de que se haya recuperado de las heridas tan rápidamente; tal vez viene de Eleck pero es esa Pimeys el que lo ha vuelto más fuerte —susurró explicando—. Tengo muchas dudas, ¿Cómo es que el Valaisin lo trajo? ¿Por qué no haberlo hecho antes en otras peleas?

—El Dragón Dorado del Rey pertenencia a Merlín, ¿No? —Cira suspiró—. Ese poder puede sentirse por todos lados, es como si el mismo rey estuviera aquí peleando con esa bruja maldita.

—Tenemos que salir de aquí —Equusuu se puso de pie cargando en sus brazos al Valaisin, observando a una estupefacta Cira que no podía reaccionar a todo lo que sucedía—. Despierta, tenemos que irnos.

—¡Eleck! —Silvano llegó a su lado cargando a Ónice que no podía moverse por el agotamiento—. ¿Está bien? ¿Qué le sucede?

—Silvano, no preguntes —el hechicero siguió caminando apresurado—. Si nos quedamos saldremos heridos, esas dos van a pelear con todo lo que tienen.

—¿Por qué? —casi corrió detrás de él empujando a Cira a seguirlo.

—Porque dos Sielun Syoja en un mismo lugar es caos, no son compañeros, no son tolerantes y se amenazan mutuamente —explicó—. No ves dos juntos, Silvano, es una ley natural.

—¡Esperen! —Alistair los alcanzó ayudando a Rayna a caminar, evitando que cerrara los ojos—. ¡No podemos dejar a Niesse aquí!

—No la dejaremos sola, los demás Valaisin ya están llegando pero ustedes están agotados, heridos, no pueden enfrentar a nadie así —espetó Equusuu—. Ahora, ¡Muévanse y refúgiense en el bosque!

Tanto Niesse como Gya caminaban con lentitud evaluándose una a la otra, la muchacha sentía toda la energía del mundo circular por su cuerpo, era como haber sido cargado con fuerza sobre humana; se sentía fuerte, capaz, tenía todos sus sentidos despiertos y agudizados, estaba segura de que nada podría derribarla, esto hacía que su confianza se fuera a las nubes pero también su sed de venganza. Quería a Gya muerta, que pagara con su vida todas y cada una de las que había tomado, ¿Estaría mal que se sintiera deseosa y ansiosa por clavarle un puñal a esa mujer? La anticipación de lo que sucedería la tenía alerta, a la espera y expectativa de un paso en falso de parte de Gya, gozaba el momento, claro que lo hacía y no se daba cuenta que su naturaleza más oscura deportaba con lentitud.




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