Eleck observaba sereno el cielo nocturno, en pocos minutos este comenzaría a aclarar siendo reclamado por el astro rey, ha pasado la noche despierto porque no podía dormir, porque en su mente no dejaba de repetirse la conversación con Niesse. No podía creer que había sido engañado y usado, no lo creía, una persona no debía ser capaz de verse como lo hacía la pelinegra cuando estaban juntos; la forma en que lo miraba, las palabras que le dedicaba, lo que le transmitía con sus actos, lo ponía nervioso y tímido, ¡Eso no le había sucedido antes! Relamió sus labios pensando en que tal vez sí era demasiado ingenuo, fue estúpido de su parte confiar demasiado rápido, dejar que se metiera bajo su piel con su sonrisa dulce, con su risa cantarina y contagiosa, con la forma en que te mira como si fuera una niña para conseguir lo que quiere o las facciones que adquiere cuando es valiente y seria. Cubrió la boca con una de sus manos llevando las rodillas la pecho, estaba tan condenada y tristemente enamorado de la Pimeys que ahora que le había roto el corazón no sabía si quería gritarle cuanto la odiaba o si quería llorar como un niño de quince al que su primer amor ni siquiera lo vio.
—Qué absurdo es todo —susurró tragando duro, se le escapó una lágrima, una traicionera—. No duele como había escuchado… Duele peor…
Sollozó bajito, escondido detrás del único árbol en la casa de Agatha, su fiel compañero Ónice solo observaba desde la distancia ladeando la cabeza de lado en su forma animal, no entendía qué era lo que agobiaba a su amo de esa manera puesto que no había querido compartir su dolor, ¿Cómo iba a ayudarlo si no lo dejaba? Estaba entristecido por verlo así, deseaba que pronto desapareciera el mal que lo aquejaba.
—¿Eleck? —Cira llegó hasta él a paso sereno y silencioso pues todos dormían—. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás descansando?
—No puedo hacerlo —respondió conteniendo su llanto—. Déjame solo.
—¿Estás molesto por lo que te dije en el cuarto? Perdona, tal vez hablé demás… —tomó asiento a su lado, frunció el ceño al no ver una reacción de parte del muchacho y tomó sus manos para obligarlo a verla—. ¿Qué…? ¿Por qué lloras? ¿Qué te ocurre?
—Déjame —negó.
—Ey, tranquilo —lo atrajo hacia sí para estrecharlo con cuidado—. El corazón roto no es fácil de curar, nadie puede hacerlo por ti.
—¿Cómo sabes? —Eleck preguntó dejándose hacer.
—Porque no has dejado este lugar desde que cenamos, causalmente está frente a la habitación de Niesse, ¿Por qué más llorarías aquí si no fuera porque te ha hecho o dicho algo hiriente? —elevó una ceja—. ¿Me equivoco?
—No —suspiró, medio hipó—. Tengo mucho qué pensar.
—Pensar demasiado da dolor de cabeza —puchereó sacándole una sonrisita a Eleck.
—Es que… No lo entiendo… —negó poniéndose de pie—. En el tiempo que llevamos juntos jamás demostró ser una persona interesada o que engañe a otros para obtener lo que quiere, se veía tan genuina y auténtica, noble… No puedo creerle que solo se haya acercado a mí solo para saber de magia, sería más creyente si lo hubiera hecho con Silvano o Alistair que son quienes tienen poder para enseñarle a atacar y hacer daño, ¿Entonces? —volteó a ver a Cira—, ¿Tan poco valgo para que me haya usado así? No quiero creerme esa estupidez, pero… Me da miedo que de todas formas sea verdad.
—Wow… —rascó su nuca—. No sé qué decir, no pensé que iba a darse por vencida contigo así de fácil.
—¿Darse por vencida? —frunció el ceño.
—Sí, el día que regresamos de la pelea con Gya estaba muy alterada por tu estado, a pesar de que estabas con vida ella tenía una crisis personal, supongo que ser un monstruo como esos afecta a cualquiera —Cira se encogió de hombros—. Será mejor que la dejes ser, ambos deben pensar, ¿No? Si es real volverá a ti y si lo es, debes ponerte primero.
—Es que… —observó el cielo estrellado—. Hay algo que me impide soltar a Niesse… No quiero hacerlo, yo… La quiero tanto…
—Eleck… —Cira se puso de pie viendo al ojiplata perdido en su mente, luciendo muy enigmático con la poca luz natural que había, siendo únicamente la gema sobre su frente la que destilaba apenas algunos hilos luminosos como lo hacían las de ella bajo sus ojos. Se veía muy hermoso, pero las palabras eran muy fuertes, ella entendió que hasta ahí llegaba su insistencia—. Creo que estarás bien, Eleck, si es para ti no te des por vencido.
—¿Mmm? —elevó una ceja—. Creí que dirías algo en contra de Niesse…
—No serviría de nada, tú tienes tu versión y yo la mía, aun cuando te dijeran que quiere matarte sí o sí o que es un demonio salido del inframundo, seguirías confiando en ella —rió bajo—. Suerte, Kozock.
Y las horas siguieron transcurriendo con parsimonia hasta que los rayos del sol estuvieron iluminando toda la villa, poco a poco la actividad en la casa de Agatha reanudó como cada día y eso incluía a todos los integrantes de nuestro grupo de magos, habiendo tenido tiempo para pensar y desahogarse por completo, Eleck tenía en mente confrontar a Niesse, no dejaría que las cosas terminaran de la manera en que lo hicieron, tenía mucho qué decirle y aunque no solucionara nada entre ellos no se quedaría con el “sí le hubiera dicho”, nunca ha sido su estilo ese.
Por su parte, Niss se encontraba terminando de vestirse en su cuarto, partirían en breve rumbo a la aldea de los ManeKatt y apenas podía tener algo de claridad en su cabeza. Junto a la ventana podía verse una pequeña macetita con flores que había sido dejada allí a modo de alegrar el cuarto, acercó su mano con cuidado viendo como las flores se marchitaban poco a poco hasta caerse sus pétalos uno a uno desprendiendo un halo rosáceo que fue absorbido por ella; tragó duro, ¿Cómo podía detener aquello? ¿Cada vez que quisiera acercarse a alguien terminaría así? Lo peor de todo era que le daba miedo probar sus teorías, no podía simplemente acercarse a otro y terminar con su vida porque no tiene idea de cómo funciona ese horroroso “don”.