El blanco de sus ojos

38

La noche transcurría serena, Ónice había adoptado su forma animal para recorrer entre saltitos y corridas la preciosa aldea, no recordaba nada de ella de su infancia pero eso no era impedimento para que la disfrutara como quisiera. El pequeño gato negro se sentó sobre sus patas traseras viendo a algunos cachorros correr hacia sus hogares donde sus padres los esperaban, él había pasado ya su etapa de niño, la dejó atrás a pesar de aun ser joven pero anhelaba poder encontrar a su madre y a su padre; recorrió el lugar viendo a todos, conociendo a los miembros de esa aldea pero no pudo dar con alguien que lo reconociera ni que le diera a él recuerdos de su familia perdida, ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Acaso sus padres ya no vivían allí? ¿Qué pasaría con su familia? Suspiró bajando sus orejitas con pesar, sintiendo que una ilusión se desvanecía sin poder evitarlo pero fueron las pisadas detrás de sí las que lo hicieron voltear encontrando a Rayna en iguales condiciones que tomó lugar a su lado regresando a su forma humana, invitando a su amigo a hacer lo mismo, entrelazaron sus manos viendo hacia el cielo estrellado.

—Hay algo que tengo que decirte —Ray suspiró atrayéndolo hacia sí para cobijarlo en sus brazos—. Es sobre tu familia.

—¿Los encontraste? ¿Supieron algo? —abrió los ojos sorprendido y ansioso a la vez—. ¿Hablaste con el líder? Yo no he tenido suerte con el tema, parece que nadie conocía a mis papás.

—Sí, hablé con él, con mis padres y con otros mayores de la aldea —asintió—. No tengo recuerdos de ti en mi niñez, tampoco de haber visto a alguien que fuera similar a ti en aspecto y luego de platicar el tema con otros, llegamos a la conclusión de que no has pertenecido a nuestra aldea, Ónice; si bien es la única en toda Khandrya, no has nacido aquí, no te has criado con los nuestros y no se han reportado cachorros perdidos o familias desaparecidas en más de dos siglos desde que Merlín nos brindó protección.

—¿Qué? ¿Qué quieres decir? ¡A mí me atacó un grupo de cazadores que querían mis gemas! —espetó apartándose con brusquedad no pudiendo creer lo que oía.

—Tus padres, tu familia, debieron ser nómadas. Muchos ManeKatt prefieren vivir lejos de la aldea por cuestiones propias y personales —apretó los labios sabiendo que la información iba a entristecer a su amigo—. Por eso te perdiste y no supiste llegar, porque no tenías conocimiento de nada sobre nosotros, tus papás fueron los que, de seguro, fueron atacados por los cazadores, tal vez tus hermanos igual, no sé, pero tú escapaste y diste con Eleck.

—O sea que no voy a volver a verlos, ¿Están muertos? ¿Esos cazadores les quitaron sus gemas? —sintió las lágrimas acumularse en sus ojos no pudiendo concebir que a pesar de todo su esfuerzo por reunirse con ellos, de mantener en su mente la idea de que así se realizaría, después de todo eso, no podría volver a reunirse con su familia.

—No sé, Oni, puede que sí como puede que te dieran por muerto o perdido y siguieran su camino nómada, no tengo las respuestas pero te puedo asegurar que aquí no se encuentran —suspiró—. Lo siento mucho, de verdad, ojalá fuera de otra forma.

—¿Qué haré ahora? —susurró deprimido.

—Puedes preguntarle a la adivina sobre lo que pasó con tu familia o… O te quedas conmigo, aquí —acunó las mejillas del más joven para que lo viera a los ojos—. Quiero que te quedes conmigo, Ónice, en la aldea, este es nuestro lugar, nuestro hogar y de verdad me gustaría tener más tiempo contigo lejos de las batallas. Mis papás no tienen problemas en que te quedes con nosotros, el líder Kael se ha mostrado entusiasmado y a ti te gusta estar en casa.

—Pero… ¿Qué hay del amo Eleck? —Ónice frunció el ceño.

—Lo tienes que decidir tú, porque yo quiero quedarme en casa. Mi madre ya es mayor y quisiera poder estar más cerca de ella, mis hermanas quieren conocerte y saber de ti, mi papá está feliz de que estés aquí, tal vez ya me cansé de siempre estar metido en problemas yendo de aquí para allá —se encogió de hombros con algo de pena—. Es una dura decisión.

—¿Qué hay de lo que Merlín nos enseñó? ¿Qué haremos con todo lo que aprendimos para ayudar al amo? —susurró estupefacto.

—Ónice, sabes tan bien como yo que cuando ese momento llegue, cuando tengamos que coronar a ese heredero, no vamos a sobrevivir para contarlo —mantuvieron el silencio—. Merlín nos lo dijo, nos entrenó para eso porque no nos importaba nada más, porque queríamos servirle por estar en deuda con él, pero al menos en mi caso eso ha cambiado porque quiero estar a tu lado, porque quiero seguir compartiendo con mi familia, porque me he dado cuenta de que no era tan importante la misión de nuestro antiguo rey como yo creía.

—¿Cómo puedes decir algo así? —el felino de ojos turquesa lo observó y frunció el ceño.

—¿Has visto el rumbo de esto? No hay buen puerto, no hay heredero ni próximo gobernante porque Merlín no tuvo hijos, no tuvo esposa, no tuvo nada de nada —Ray espetó molesto—. Hemos hecho este recorrido en vano, hemos sufrido, hemos sido heridos, hemos pasado por mucho para que resulte en vano al final.

—Quiero quedarme contigo, Rayna, pero no estoy seguro de que lo que dices es cierto —suspiró—. Yo sí mantengo la esperanza de encontrar al próximo rey de Khandrya, ¿Qué haremos sin un líder? ¿Cuántos crees que querrán apropiarse del trono? ¿Tienes idea de la cantidad de peleas que se van a desatar?

—¿Crees que van a impedirlo? —sonrió con ironía—. Cuando vean que no hay heredero, cuando logren comprender que no hay ni una sola puta pista que nos haya servido, de todas formas habrá una guerra en nuestro reino porque algún bando tiene que liderar, porque hay muchos magos capaces pero ninguno está a la altura de hacer una elección justa. Cuando se trata de poder, las personas, mágicas o no, pueden ser las peores bestias y las más desalmadas e injustas.




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