El blanco de sus ojos

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El pasado (5).

El fin de un tiempo es el inicio de otro.

La vida de Merlín nunca fue fácil, desde que nació tuvo que mantenerse oculto, sus padres lo cuidaban demasiado al igual que a su hermana, siempre temerosos de que una mínima demostración de su poder pudiera ponerlo en peligro. Los Marlines siempre han existido, seguidores y personas que admiraban y apreciaban a este linaje pero la llegada del Valaisin a la familia luego de su hermana Morgainne fue un revuelo; a lo largo de su crecimiento el niño mostró un gran control de sus facultades mágicas destacando y sobresaliendo en todo lo que se proponía, no debía esforzarse pues manejaba los libros, runas y hechizos como le viniera en gana siendo a sus catorce años cuando demostró su verdadero potencial al enfrentarse a un Sielun Syoja y vivir para contarlo. Pero este camino de grandeza y poder tenía un precio, uno que le costó caro pues siempre tuvo que transitar su camino solo, sus padres no estarían siempre con él y su hermana mantuvo un rencor hacia él debido a que fue dejada de lado por no ser tan esplendorosa y peor, una Pimeys —sin saber aún que ese era el nombre designado para su centro—.

Morgainne y Merlín fueron unidos hasta que el niño cumplió sus cinco años, donde la grita comenzó a aparecerse entre ellos y en su relación porque no importaba cuánto la niña se esforzara, nunca era suficiente para igualar a su menor, mucho menos para superarlo. Así fue como los años se cobraron su hermandad, la fémina quiso buscar su potencial en su propio elemento, más allá de lo que estaba permitido y fue una gran bruja, alquimista de las artes oscuras, reina de las tinieblas, las manejaba como toda maestría y muchos Pimeys vieron en ella seguridad y acogida, una mano amiga que les enseñara lo que desconocían de sí mismos; al llegar la adultez de ambos hermanos, tomando caminos diferentes fue cuando Merlín hizo sus proezas, ayudando al mundo humano en su unión con Arturo, creando treguas de paz en Khandrya, peleando contra los magos que no aceptaban una directriz nueva y a su par, Morgainne perfeccionó las artes oscuras oponiéndose a su hermano y sus clasificaciones de magos.

La bruja no estaba de acuerdo en lo absoluto en que se dividieran a los magos y brujas según el tipo de magia que mejor podían utilizar, ella estaba convencida de que se podía tener todos los elementos en la palma de la mano aunque no todos ellos te respondieran con facilidad o a la perfección. Morgainne creía que, si tu fuerte era el fuego igual podías manipular hechizos y conjuros de tierra, que si el viento era tu aliado podías pedirle a la oscuridad que fuera tu amiga e incluso, estaba segura de que, con esfuerzo, dedicación y paciencia, la luz y la oscuridad podían ser domadas por un mismo ser mágico; ¿A qué llevo esta idea? A que ella se enfrentara a Merlín, a que le dijera que no estaba de acuerdo y que no aceptaría ser catalogada como Pimeys, en lo absoluto y muchos otros se unieron sintiéndose de la misma forma.

Una guerra civil se formó, la tan recordada Guerra Santa y no porque esta se tratara de alguna doctrina religiosa sino porque mucho inocentes murieron defendiendo una convicción que creían haría la vida de todos un poco más justa —desde la perspectiva de Morgainne—. La batalla duró más de un siglo, nadie daría el brazo a torcer y en medio de todo el caos y devastación, las divisiones, las pérdidas, Merlín le propuso a su hermana encontrarse ambos en un punto medio donde pelearían para darle un final a todo esto; bruja y mago se vieron cara a cara, se dijeron lo que debieron y pelearon de forma fiera y aguerrida, luz contra oscuridad, dos opuestos que dejaron un gran remezón en los cimientos del mundo mágico cuando la batalla terminó cobrándose la vida de la fémina y su hermano sostuvo su cuerpo con cuidado tras derramar lágrimas por no haber podido llegar a un acuerdo antes que a la muerte.

Pero Morgainne no quería treguas, acuerdos ni nada de ello, quería ganar, quería triunfar por sobre Merlín y olvidó por qué era que comenzó a luchar alguna vez…

Tras esos años de tinieblas el reino se levantó, se formó tal y como se conoce en la actualidad y el pueblo, agradecido con el mago de luz, lo nombró rey de aquí a toda su longevidad y su linaje seguiría estando presente a futuro de esa manera. Cada mago fue clasificado, se le dio la oportunidad de saber sobre todos los elementos pero en especial sobre el que predominaba en ellos mismos… Un poco de paz al fin.

El destino de Merlín era vagar por Khandrya solo, siempre creyó eso tras la muerte natural de sus padres y de perder a su hermana. Una creencia que pensó que tal vez no era cierta cuando Mirena llegó a su vida, cuando se enamoró perdidamente de la bruja de aire y cuando concibieron a Lía, más solo fue una efímera escena en su vida, nada más, nada menos y ahí se encontraba ahora, sepultando y despidiendo a ambas, en silencio, sin nadie más presente; de pie frente a la lápida donde solo estaban grabados los nombres de sus amadas lloraba en silencio vestido de negro, con un par de guardias a la distancia esperando por él, con un palacio en ruinas por el ataque —que fue premeditado y meticuloso—, con el alma flagelada y un niño de ocho años a su lado que lo observa en silencio.

—Mamá no va a regresar nunca, ¿Verdad? —Eleck observa la lápida con atención.

—¿Comprendes qué es morir, Eleck? —preguntó sin voltear a verlo.

—Cuando ya no estás aquí —apretó los labios.

—Es cuando ya no existes más, tu vida desaparece, eres nada… —murmuró—. Mirena no volverá, nunca.

—¿Y Lía? —Eleck seguía preguntando, poco habían hablado con él sobre el mundo fuera del palacio.




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