El blanco de sus ojos

48

Niesse atrajo hacia sí a Eleck mientras ambos veían como una criatura de gran porte, ennegrecida como si estuviera recubierta por viscoso alquitrán y tentáculos deformes caminaba hacia ellos. El Valaisin se puso de pie retrocediendo algo asustado, jamás en su vida vio algo similar a ese ser, no había forma de que fuera natural, ¿Cómo podían pelear contra eso? ¿Qué era lo que lo vencería? Niss llevó una mano hacia su costado derecho, uno de los últimos golpes que recibió la dejaron bastante adolorida pero aun así no se apartaba de su lucecita, por nada del mundo iba a dejarlo solo.

—Niesse… No podemos hacerle frente, esa cosa puede matarnos a todos —susurró el Valaisin preocupado—. Tenemos que hacer algo.

—Yo puedo enfrentarlo —ella observó a la bestia siendo atacada por Equusuu y su Fénix—. Tengo que intentarlo.

—No, no, ¡No! No estás lista para algo así —negó acunando sus mejillas—. Usar tu parte Sielun Syoja puede dejarte sin humanidad, no es aconsejable, cada vez que la usas pierdes algo, Nissi.

—Tengo que hacerlo, ¿Qué debo esperar? ¿Qué nos mate a todos? —se puso de pie.

—¡Niss, no lo hagas! —espetó, el hechicero fue golpeado con fuerza y su ave apresada por la criatura que con fauces descomunales y atroces atravesó el cuerpo del animal haciéndolo pedazos.

—¡Equusuu! —Irina gritó aterrada cuando las garras de la criatura atraparon contra los escombros al hechicero sacándole un quejido.

—No se acerquen o lo aplastará —Alistair se puso de pie viendo a todos lados, tratando de ver una oportunidad.

Niesse vio el momento exacto en que la bestia rugía lanzando púas creadas con aquella viscosidad con la que estaba formado su cuerpo y que se solidificaba a gusto, el ataque golpeó a Eldor aun cuando Cira creó un escudo, ambos fueron heridos y Eleck dio un salto en el aire para golpear a la criatura con sus puños resplandeciendo; la tierra crujía y temblaba bajo ellos con cada paso y ataque que daban, si seguían así no habría nada que salvar cuando todo se acabara, entonces, ¿De qué servía que Niesse fuera heredera de Merlín y Morgainne si no podía defender a sus amigos? ¿Qué caso tenía tanto supuesto poder heredado de la bruja si temía usarlo? Porque sí, Niesse estaba aterrada, no sabía qué hacer ni cómo afectaría a su propia alma pero todos sus pensamientos se evaporaron al ver a sus compañeros caer uno a uno, golpeados, enredados en las garras del ser maldito que devoraría todo lo que tuviera en frente y en el momento en que el Valaisin cayó de rodillas encendiendo la gema en su frente fue que ella perdió la compostura.

Cerró los ojos, podía sentirlo, un fuego oscuro y abrazador que se extendía por todo su ser, que nacía desde lo más profundo de ella y clamaba una fuerte venganza, ¡Ah, deseaba ser liberado cuanto antes! Para cuando sus orbes volvieron a la escena que vivenciaba había adquirido un tono jade brillante y estrafalario que se extendió por sus venas, rostro, cuello, brazos; las manos de Niesse formaron garras filosas, su lado Sielun Syoja emergía y pedía hacerle frente al enemigo, a quién reconocía como un contrincante en territorio —porque los come almas son bestias en cuerpos humanos—.

—¡Niesse! —gritó Eleck al reconocer la transformación, Silvano llegó a su lado a duras penas para ponerlo de pie y alejarlo cuanto pudiera—. ¡No, déjame!

—¡Cálmate! —gritó dándole un par de zarandeos—. Es nuestra oportunidad, tienes que coronar a la heredera de Merlín.

—¿Qué? —frunció el ceño.

—Mírala, tienes en todo su esplendor a la descendiente de Morgainne, una Pimeys Sielun Syoja como ella, ahora, dale lo que le pertenece como descendiente de nuestro difunto rey —explicó—. Es la única forma en que podrá derrotar a ese engendro del mal, pero tienes que darte prisa porque está acabando con Equusuu —ambos observaron al hechicero que perdía la conciencia pues las garras que lo mantenían preso se incrustaban en su cuerpo succionándole la vida.

—Coronarla, sí, sí —susurró asintiendo, haciéndose a un lado para prepararse pero también tomando aire porque estaba asustadísimo—. Okey, tú puedes, Eleck, tú puedes… Para esto has nacido…

—¿Eleck? —Silvano preguntó al ver que Niesse se acercaba a la criatura lista para pelear.

—“O magne domine Cathair Ghrian, militis solis et benedicte fili lune, bellator lucis eterne, da mihi fortitudinem tuam superare Sielun Syoja, veni ad me ut filium Merlini, ut filium sacre lucis. quae dedit vitam” —pronunció el mago de luz dibujando con sus manos figuras sobre el suelo, las runas se iluminaban cobrando vida y danzando a su alrededor—. Ven, Dragón de Merlín, ven a reclamar a la sucesora.

Detrás del Valaisin se abrió la grieta dimensional que antes habían visto al ver por primera vez al dragón dorado, esta vez no fue diferente cuando el gran lagarto emergió con un rugido descomunal. Sobre sus patas clamó feroz como dueño y señor de la dimensión, Eleck lo observó unos segundos donde el ejemplar asintió como reverencia a Niesse que a la distancia se había enfrascado en una pelea sangrienta con el come almas mutante —gracias a esto Equusuu se encontraba libre pero herido e inconsciente—.

—Silvano —Eleck volteó a ver al mago que se acercó cauteloso debido a las runas—. Tengo que llevar a Niesse a la Gran Sala pero no lo hará si está peleando con esa criatura.

—¿Y qué propones? —preguntó serio.

—Tendré que llevarnos a todos, transportarnos a ese lugar pero no puedo hacerlo sin Ónice y Rayna, no voy a resistirlo tanto… A menos que use todo lo que soy —murmuró.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.