El Bosque

Parte 1

Ese bosque no era como cualquier otro...

Ahí el suelo era rico, el aire puro y la lluvia abundante, aun así el bosque se secaba a un ritmo alarmante, como si algo lo envenenara con una rapidez cada vez mayor. Hacía años que los pájaros se habían ido de la zona ¿Alguna vez los hubo? ¿Lograron salvarse de la invisible amenaza que mataba su entorno? Supongo que nunca lo sabremos a ciencia cierta. Donde antes reinaba la vida ahora imponía su dominio la muerte…

La primera vez que lo vi había viajado con mis padres, dos científicos que fueron seleccionados para investigar el misterioso bosque, hablaron del lugar por meses antes de aceptar el trabajo y decidir que yo debía acompañarlos "un poco de aire libre te hará bien" dijeron cuando intenté oponerme. La verdad es que les gustaba viajar en familia.  Así llegue a aquel lugar, voluntariamente a fuerzas, a un bosque alejado de la humanidad, sin acceso a internet o alguna ciudad cercana... toda una tortura.

Lo peor era que por culpa de ese viaje me perdería el último año de la preparatoria, no era que me encantara ir a la escuela, pero deseaba terminar la prepa pronto para ir a alguna universidad lejana , estudiar una carrera y ser alguien. En cambio pasaría el próximo año con mis padres y su equipo de científicos aburridos. No había ni una atracción turística en kilómetros y nadie menor de treinta años en un rango similar. Había un pequeño pueblo a medio día de viaje pero apenas tenía quinientos pobladores, una iglesia, un mercado y una escuela primaria. De algo estaba segura, en algún punto del año moriría de aburrimiento.

Durante varios días le rogué a mis padres que me dejaran quedarme sola en la casa, o con algún conocido, pero descubrí que reprobar el primer parcial y un interesante récord de mala conducta no ayudaba a mis planes. Ambos padres estaban convencidos de que no era responsable y temían que mis calificaciones empeoraran aún más o que los vecinos llamaran a la policía, otra vez.

-Laura ¿Ya estás lista?-Preguntó mi madre desde el piso inferior.

Suspiré, había logrado pasar desapercibida durante toda la mañana, librándome así de ayudar a empacar para un viaje que no deseaba hacer. Mi escondite era infalible; el lugar donde cualquier joven se escondería para demostrar su madurez... abajo de la cama, entre cajas olvidadas y mi suministro secreto de galletas. También guardaba ahí una lámpara y el cargador del celular.   Mi refugio.

-¡Si no nos vamos ahora perderemos el avión!

Me sentí tentada a ponerme mis audífonos a máximo volumen e ignorarlos por un par de horas, causándoles algo de problemas pero esa segunda llamada más bien parecía la advertencia final. Mi vida no podía empeorar, aunque no quería tentar a la suerte. Salí de mi escondite y agarré, una pequeña maleta negra que me esperaba justo al lado de la puerta, toda una vida en una pequeña bolsa o al menos la parte de ella que me permitían llevar. ¿Lo único bueno? No tendría que usar ropa de campo, llevaría mi estilo usual a donde fuera; chamarra de cuero, blusa vino, pantalones negros y botines de tacón, todo combinaba con mi cabello teñido de rojo cereza, enmarcando como terciopelo mi pálido rostro.

La maleta pesaba un poco, aun así me apresuré escaleras abajo. Sentí celos de los gatos que se quedarían con mi tía Rosa en la ciudad. Salí de la casa, afuera ya me esperaban en su auto todo terreno. La cajuela y el asiento posterior estaban casi repletos de bolsas y maletas, apenas logré caber en una pequeña esquina al lado de la ventanilla. Mis padres, Rafael y Alicia seguían platicando animadamente sobre su nuevo trabajo, técnicas de muestreo y problemas del suelo.

Rafael era un biólogo especializado en calidad del suelo mientras que Alicia hizo una carrera en ecología; la pareja perfecta para una infancia poco convencional. Siempre viajábamos y rara vez pasábamos el año entero en un solo lugar. Bastaba con ver mis últimas fiestas de cumpleaños para entenderlo, una fue en medio del Amazonas, la otra en una protesta y la más reciente en el norte de Alaska. Disfrutaba viajar, pero cuando se trataba de viajes de trabajo no tenía oportunidad de explorar por mi cuenta ya que aparentemente tenía suficiente edad para hacer un vuelo internacional y no para andar sola en los alrededores sin mis padres.

Los frecuentes traslados también eran la razón por la cual nunca tuve hermanos y mis amigos siempre fueron mi i-pod y la música, al menos ellos podían acompañarme a donde mis padres trabajaran a continuación.

-¿Estas emocionada?-Preguntó mi padre mirando por el retrovisor, sus ojos color avellana enmarcados por el espejo brillaban por la emoción.

No contesté, miré por la ventanilla mientras el auto arrancaba, en sólo minutos las casas del vecindario quedaron atrás, dando lugar a lo desconocido. Me puse los audífonos y subí el volumen al máximo dejando que la música ahogara el sordo rugido del motor, la incesante plática de mis padres y el futuro que de repente parecía desagradable y abrumador. Un año en medio de la nada... ¿Qué podía salir mal?




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