El Bosque

Parte 7

Afortunadamente para todos, el día siguiente amaneció libre de nubes o lluvia. El suelo seguía bastante húmedo, lleno de lodo y ramas que se cayeron con la tempestad, pero nadie se quejaba, un poco de lodo era mejor que seguir encerrados en la cochera más apretados que sardinas en lata. Incluso ese pequeño cambio en el ambiente ayudó a que los ánimos se calmaran bastante, lo cual trabajo a mi favor cuando todos prefirieron continuar explorando y así yo podría seguir buscando en las cajas del señor Richardson libre de interrupciones, sentía la curiosidad corroyendo mi mente peor que un ácido, la necesidad de saber más nublaba cualquier riesgo o consecuencia.

-¿Yo tengo que quedarme?-Pregunté sólo para estar segura.

-Así es y será mejor que el señor Richardson no tenga ninguna queja cuando regresemos.-Advirtió papá, su mirada transmitía total seriedad aunque también se notaba su emoción por volver al trabajo.

-La verdad es que si se queda es mejor, ella únicamente nos retrasaría.-Escuché decir a Luisa mientras se alejaba con el grupo.

Fingí aventarle una piedra hecha de aire mientras los veía avanzar en el lodazal, peleando por mantener el equilibrio y conservar el equipo tan seco como fuera posible. La verdad no entendía el atractivo de salir después de la lluvia, no había lugares secos para sentarse o recargarse y la ropa pesaba más cuando quedaba recubierta por tierra mojada, además lavar los zapatos sería una verdadera pesadilla peor incluso que los exámenes finales de matemáticas. Cuando por fin desaparecieron en la arboleda entré a la casa, era tal su entusiasmo por irse que olvidaron dejarme alguna tarea como parte del castigo o a Luisa interpretando su gran papel de niñera sádica. Un día entero libre de ellos no era algo que pudiera rechazar, tampoco era una ocurrencia tan extraña pero disfrutaba el tiempo a solas, sin chistes de química o discusiones de biología. ¿De qué hablarían las familias normales? ¿Del clima y la política? No sonaba taaaan aburrido.

-Podría ser peor... -Murmuré entre dientes, antes de entrar a la sala.

Para mi mala suerte ahí estaba el señor Richardson leyendo un libro sobre el arte de observar aves. Ni siquiera volteo a verme así que regresé al exterior con mi teléfono en mano. No me sentía cómoda cerca de él, era el típico personaje de las novelas policiacas que parecía normal e inocente pero después se descubre que su jardín estaba lleno de cadáveres o algo por el estilo. ¿Un libro sobre aves en un bosque donde no había ni insectos? Sospechoso. Quizás fuera por su parecido con el director de la prepa, de cualquier forma prefería evitarlo aunque fuera un gran inconveniente para mi curiosidad, "Además recuerda que la curiosidad mató al gato" pensé convenciéndome de no hacer algo muy estúpido y arriesgado.

Entonces llegué a una decisión, no era buena ni brillante pero evitaría que me metiera en más problemas, si nadie sabía que me había ido era casi como si hubiera permanecido en la casa, mirando el techo y aburriéndome de estar aburrida. Avancé hacia el bosque determinada a encontrar los arboles con rostros grabados, sentía que estaban relacionados con los extraños sucesos de los días previos y debía recolectar evidencia, al menos para convencerme de que no estaba enloqueciendo o sufriendo alucinaciones.

Con mi teléfono en mano y ese valor que sólo se siente en los días soleados me interné en la arboleda intentando recordar el camino de regreso, tenía que estar en la casa antes que los científicos para poder engañarlos y fingir que nunca me fui. A pesar del sol y el apacible aire el bosque seguía sintiéndose extraño, en varias ocasiones volteé sintiéndome observada pero estaba completamente sola. Me sorprendía que incluso en la ciudad fuera más fácil encontrar pájaros, cerca de la casa siempre hubiera alguna avecilla dispuesta a comenzar su canción a las seis de la mañana, en contraste el bosque estaba silencioso como una tumba o el salón de clases durante un examen. Mis problemas habían desaparecido reemplazados, al menos temporalmente por la curiosidad, esa incesante necesidad de desenmarañar el misterio, aunque fuera algo tonto e intrascendente.

Se sentía como si con cada paso que avanzara me acercara al peligro, los nervios aumentaban y el silencio resultaba más opresor que nunca. En esos momentos de duda sujetaba con más fuerza el teléfono y repetía en mi mente que necesitaba alguna especie de evidencia para contarle  a mis padres lo que sucedía en el bosque; eran científicos y rara vez se dejaban guiar por simples creencias o suposiciones, pero si lograba demostrarles que había algo extraño ahí, quizás creerían mis palabras... quizás recuperaría su confianza. Sabía que no cambiarían, yo tampoco lo haría, sólo deseaba sentir que por una vez en la vida no los estaba decepcionando.



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En el texto hay: misterio, terror paranormal, terror y suspenso

Editado: 03.12.2019

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