Varios días pasaron libres de cualquier incidente, Luisa me ignoraba pero podía notar cómo comenzaba a frustrarse por mi falta de reaccion, los científicos salían cada mañana y regresaban antes del ocaso para comenzar el pesado trabajo de dividir el bosque en sectores y el señor Richardson pasaba casi todo el tiempo leyendo en el sillón, sus lecturas no tenían algún patrón predecible y comenzaba a entretenerme viendo los contrastantes temas que le interesaban, hasta el momento había leido un libro sobre la ensalada perfecta, una guía turistica de Asia, una manual tecnico para programacion de computadoras y una novela policiaca tan vieja que la pasta apenas lograba contener las amarillentas hojas.
En contra de mis temores comenzaba a adaptarme a la rutina, al despertar cocinaba mi desayuno y preparaba el café para todos, aunque Luisa se negaba a probarlo e insistía en preparar el suyo, después vagaba en los alrededores de la casa, esperando ver algún cambio en el paisaje o reunir el coraje necesario para volver a internarme en la arboleda. Mi teléfono seguía sin reaccionar, quitándome mi principal fuente de entretenimiento ya que el señor Richardson no tenía una television y mantenía sus libros en el piso superior, ocultos como si fueran tesoros invaluables. Al atardecer entraba al laboratorio para lavar el material que hubieran usado los técnicos en la mañana antes de salir a correr alrededor de la casa. Siempre disfruté nadar, pero como no había ningun cuerpo de agua cercano correr era mi unica forma de liberar energía que de otra manera enfocaría en molestar a Luisa o meterme en problemas.
Así pasó una semana cuando al correr me encontré con Demian. Casi había olvidado su existencia por todas mis otras preocupaciones pero lo encontré poco antes del atardecer, estaba sentado en el suelo dibujando el paisaje. Me acerqué en silencio, admirando discretamente sus trazos seguros en el papel, la forma en que lograba imitar cada árbol y cada sombra a la perfección... Estaba tan concentrado que no me vio hasta que llegué a su lado.
-Laura, hola-Se apresuró a levantarse, dejando que su dibujo cayera al suelo.-No esperaba verte aquí...
-Dibujas muy bien-Dije, señalando el papel que resaltaba en el suelo marrón.
-¿Eso crees?
-Claro.
Quedamos en un incómodo silencio en el cual ambos parecíamos tentados a decir algo sin encontrar las palabras adecuadas. Miré alrededor, el atardecer había teñido el cielo de varios colores, mezclando rojo, naranja y azul en el firmamento. Pronto anochecería y debía regresar a la cabaña. Demian recogió su dibujo y garabateó algo en la parte posterior antes de extenderlo hacia mí.
-Si quieres puedes quedartelo, para que recuerdes este lugar cuando tengas que irte-Dijo, una extraña trsiteza presente en su mirada.
-Gracias, aunque quizás encuentre una razón para quedarme-Dije, feliz de que mis palabras hicieron que el sonriera una vez más.
No nos despedimos, el comenzó un nuevo dibujo y yo regresé a la cabaña con una sonrisa en mi rostro que no podía contener a pesar de mis mejores esfuerzos. Escondí el papel en la bolsa de mi chamarra cuando ví lo que me esperaba, Luisa estaba ahí, recargada contra la pared de madera como si el lugar le perteneciera mientras Fabián clasificaba muestras de corteza sobre una bolsa de plástico para no llenarlas de tierra.Me miró con su mejor expresion de "estoy oliendo basura", no le dí importancia, eventualmente se fastidiaría de su patético juego de niña bully de primaria, nunca duraban mucho tiempo siendo ignoradas, ese tipo de personas necesitan la atencion, recibir alguna respuesta de su victima o cómplices, pero le faltaba quien le hiciera coro y yo no iba a darle cuerda.
-No confíes en ellos-Dijo la misteriosa voz, aunque eso ya lo sabía - No puedes confiar en nadie...
-¿Por qué debería confiar en tí?-Pregunté en voz baja.
-¿Dijiste algo?-Preguntó Luisa alejándose de la pared. Diablos.
No respondí, seguí mi camino por varios metros antes de notar que ella me seguía, un brillo extraño en su mirada delataba que no tenía buenas intenciones.¿Por qué siempre me pasaban ese tipo de cosas? La había ignorado por una semana entera y de repente una tontería volvía a ponerme en su radar. Ya debería saberlo, mis planes nunca funcionaban. Ahora tenía una nueva pregunta imposible ¿Cómo evitar una cofrontación con la persona que te esta siguiendo y vive determinada a molestarte? Mis opciones eran reducidas y en su mayoría con resultados negativos, aun así seguia caminando, consciente de que no podía huir por siempre.
-¡Hey, te estoy hablando!-Gritaba ella, sus pasos cada vez más cercanos -¿Acaso estas sorda o simplemente no entiendes?
-No hablaba contigo-Respondí deteniéndome a una distancia prudente.-Aunque para ti debe ser dificil entender que alguien no quiera hablarte.
Maldicion, no sabía quedarme callada.
-¿Dónde andabas?-Preguntó, su voz llena de confianza e incluso podía identificar un toque de orgullo.-¿Vas a contarle a tus padres de tus pequeñas salidas al bosque?
-No es tu problema, déjame en paz.
-Nunca va a dejarte, no seas ingenua-Susurró la voz, que ese día había decidido estar demasiado presente.
Ignoré a la voz y seguí caminando, Luisa dejó de seguirme y decidi que podría haber sido peor. Odiaba que esa aterradora voz me siguiera como un mal olor, tenía suficientes problemas sin agregar posibles alucinaciones a la lista. Entré a la cabaña unos minutos despues, sintiendome demasiado cansada. No deseaba otra confrontación ese día. En el sillón el señor Richardson leía la biografía de una activista. Fingí no haberlo visto y regresé al sótano que a esas horas siempre estaba vacío.
Me acomodé en mi improvisada cama y comprobé que estaba sola antes de sacar el dibujo, se había arrugado un poco pero no era algo que afectara la calidad de la imagen, casi parecía una fotografía en blanco y negro. En la esquina estaba su nombre , Demian Richardson con trazos apresurados, la había firmado antes de regalármela, sonreí, ése era uno de mis mejores momentos del día, incluso uno de los mejores de toda mi estancia en el bosque. Esperaba volver a verlo, su presencia me hacía sentir tan tranquila y nerviosa a la vez, feliz pero melancólica, cada instante en su presencia era hermoso, como si el bosque, Luisa y mis padres desaparecieran de mi mente permitiéndome ser feliz aunque fuera por unos minutos.
Como se había vuelto mi costumbre, escondí el dibujo en la mochila, ¿Quién sabe qué haría Luisa si lo encontrara? nada bueno, desde luego. Además no me gustaba que los demás supieran todo sobre mí, nunca fui el tipo de persona que publica todo en las redes sociales o que cuenta todos los detalles insignificantes de su vida a cualquiera dispuesto a escuchar. Tenía mis secretos y los guardaba con gran precaución al igual que mis emociones más vulnerables; no dejaba que los demás me vieran llorar, en especial cuando esas personas eran las responsables de mi tristeza.
Esa tarde evite a los demás y dormí temprano, entonces volví a soñar que corría en el bosque y todo cambió...