Durante el trayecto el señor Richardson se quedó en silencio, la vista fija en el camino. Me preguntaba si era cierto que nos dirigíamos al pueblo, no tenía razones para confiar en él y mucho menos cuando la maldita voz parecía un coro entero, repitiendo una y otra vez su mantra "No confíes en nadie". Hasta el momento no tenía razones para dudar de la voz, pero el señor intervino cuando Luisa parecía dispuesta a destruirme así que debía darle el beneficio de la duda. Pasamos una curva con el cartel del pueblo pero íbamos demasiado rápido como para leerlo.
Entonces la voz desapareció y suspiré aliviada, era la primera vez en mucho tiempo que estaba completamente libre de ella, no había notado lo molesta que era hasta que por fin pude pensar con claridad, sin esa perpetua influencia de la cual aun no averiguaba el origen. El señor Richardson pareció no notar el cambio, sólo mantuvo la mirada fija adelante, sin apartarla del camino en ningun momento.
-Este bosque es un lugar engañoso-Dijo de repente, su voz más seria de lo usual.-Supongo que ya te has dado cuenta de eso.
Asentí, sentía que no debía mentirle, no tenía sentido cuando él lo sabía todo. ¿Por qué no me había hablado antes? Estuvimos viviendo en la misma casa por varias semanas, hubieron varias ocasiones donde pudo hablarme, explicarme lo que estaba sucediendo, en vez de dejarme creer que me estaba volviendo loca de remate.
-Cuesta trabajo distinguir lo real de las ilusiones.-Continuó, sin importarle si le entendía o no.-Por ahora podemos alejarnos, pero después escapar es imposible. Si recupera fuerzas volverá a tener un gran poder sobre las personas, puedes creer que estás en la ciudad pero en realidad sigues en el bosque, atado a su voluntad.
-El bosque... ¿Controla a las personas?
-No es tan sencillo, más bien usa tus ideas, miedos y deseos para convencerte de que todo cuanto dices y haces es por voluntad propia cuando en realidad trabajas para él.
Me quedé en silencio, sus palabras me daban mucho en qué pensar; la voz provenía del bosque y también éste provocaba los cambios que había notado en los demás, pero ¿Por qué? cada respuesta generaba un mar de preguntas y no estaba segura de si las respuestas del señor Richardson eran confiables. Miré por la ventanilla cómo a lo lejos se veía el pequeño pueblo asomándose entre los árboles, con sus casas de madera y caminos de tierra que me recordaban a las pinturas de pueblos de la edad media, el lugar parecía congelado en el tiempo; de las pequeñas casas sobresalian chimeneas y todo tenía cierto estilo rústico, pero no se veía a los pobladores por ningun lado.
-¿Dónde están todos?-Pregunté armándome de valor.
-Se fueron al bosque, algunos siguen ahí, pero ese lugar maldito debe alimentarse, la mayoría han de estar muertos.-Respondió, una extraña tristeza reflejada en su mirada.
-¿Alimentarse?
-Lo entenderás después.Hay algo que debes ver.
Dicho eso estacionó el auto a unos metros de la primera casa... Ahí reinaba el mismo silencio que se sentía en el bosque, un silencio terrible y aterrador que se combinaba con una pesada atmósfera. Bajé, cerrando la puerta antes de notar que el piloto no se había movido ni un milímetro de su lugar.
-¿No va a bajar?-Me ponía nerviosa estar sola en aquel lugar desconocido.
-Será mejor que no intervenga, estarás mejor así.
No entendía a qué se refería, pero en ese instante no quería estar sola, el pueblo tenía esa sensación de abandono que me hacía desear subir al auto y no bajar nunca. Al mismo tiempo deseaba saber, había tantas preguntas que aun no lograba contestar. ¿Qué pasaba en ese lugar? ¿A quien pertenecía esa voz que escuchaba?, ¿Por qué me sentía atraida hacia el bosque a pesar de que todos mis institntos gritaban que huyera? Cerré el auto y comencé a avanzar hacia las casas, de cerca lucían aún más descuidadas, se apreciaban manchas de humedad en las paredes de madera y enredaderas secas habían invadido los techos y caminos. Los vidrios estaban rotos y sobresalian en el suelo, reflejando el billo del Sol en angulos muy extraños. Avancé hasta lo que apenas se reconocía como la vieja taberna del pueblo, sentía que debía estar ahí. No sabía qué buscaba, pero sabía que las respuestas las encontraría en aquel desvencijado edifico con el apenas visible cartel que leía "Taberna-Posada" el resto del nombre no alzanzaba a leerse.
Dí un paso hacia la oscura puerta... luego otro...
...
El señor Richardson observó como Laura se internaba entre las casas, tamborileaba sus dedos sobre una rodilla siguiendo el ritmo de una melodía que ya había olvidado. No había otra señal que delatara su nerviosismo, lo único que aun podía controlar en todo momento, esa melodía lo ayudaba a recordar quién era y lo que en verdad estaba sucediendo. Su esposa, Helenis solía tararearla cuando caminaban por el bosque, antes de que la maldad regresara y terminara con todo cuanto creían conocer.
Ella desapareció, al igual que muchos otros, llamada por aquella maldad que parecía leer el alma de las personas y sus más oscuros deseos. Nunca supo qué fue de ella, ¿Viviría aun? ¿Sería uno de los incontables cuerpos que se pudrían entre las siniestras raices de los árboles? Aprendió a vivir con la incertidumbre, nunca sabría a ciencia cierta si la mujer a quien amó había sucumbido a la voluntad del mal.
Al inicio, como muchos otros, creyó que los sucesos que se volvían cada vez más frecuentes era el resultado de supersticiones combinadas con una imaginación desenfrenada, cuando las voces comenzaron casi nadie les dió importancia, se volvieron expertos en ignorar todo, desde las peleas, los cambios en el clima y las desapariciones.
-Deberíamos irnos-le había dicho a su esposa cuando un pequeño niño apareció desangrado enmedio de la carretera. -Nuestros hijos no están a salvo aquí.
-Este es nuestro hogar, si quieres irte, vete tu solo-Contestó ella, una nueva frialdad nublando su mirada, mientras las voces susurraban a su oido "Él no te quiere, nosotros sí".
El aceptó quedarse, era mejor estar presente en caso de que algo sucediera, así podía hacer algo por su familia... pero ¿Cómo protegerlos de algo cuyo poder parece imparable? ¿Algo que no puedes ver o entender? Comenzó a imaginar la presencia de ladrones y asesinos, monstruos, quimeras y brujas. A veces algo con forma es más facil de confrontar, las voces carecían de cuerpo, Richarson estaba desesperado.
-Déjame llevarme a los niños- Insistió años despues, cuando su hijo menor Robert había intentado adentrarse en el bosque con la mirada perdida, caminando en linea recta como si algo lo jalara a la arboleda- Helenis, ¿Acaso no lo ves? ESO quiere llevarse a nuestros hijos.
-Nos quedaremos aquí, fin de la discusión "Sólo aquí están a salvo, éste es tu hogar Helenis"-Concluyó ella, para el gran fastidio de su esposo, las voces algo normal para ella.
-Piensa en ellos -Replicó el, señalando el cuarto de los niños, donde ellos dormian ajenos a la discucion entre sus padres.
-Eso hago. Necesitan un hogar... aquí. Si quieres irte, la puerta está abierta.
Richarson se contuvo de hacer algo estupido, como salir al bosque y prenderle fuego a todo el maldito lugar. Esa no era la Helenis de quien se había enamorado, la joven sonriente que amaba a su familia por sobre todas las cosas, la mujer dulce que siempre estaba dispuesta a apoyar a sus vecinos, la encantadora esposa que siempre lo esperaba con una calida sonrisa... Esa Helenis había desaparecido.
Varios días despues, mientras patrullaba el linde del bosque como requería su trabajo de guardabosques, descubrió el cuerpo inerte de Robert, solo tenía cinco años... Al igual que los demás muertos parecía que le habían drenado toda la sangre, aunque no había ninguna herida visible en su pálido cuerpo. Lloró solo la muerte de su pequeño, lloró por la indiferencia de su esposa, quien no se había conmovido al recibir la noticia.
Lo enterraron cerca de la casa, en una tumba que el mismo cavó. Helenis se opuso a marcar el lugar con una loza o un crucifijo. Él no tuvo la fuerza para seguir peleando, así que empezó a reunir dinero a escondidas y a sacar pertenencias de la casa cuando ella no miraba.
Un buen día se llevó a sus dos hijos restantes. Helenis gritó, lloró e incluso lo maldijo, aun así el subió a los niños a su camioneta y los llevó lejos, donde ese lugar maldito ya no pudiera influir en sus vidas.
Los vecinos dijeron por años que ese mismo día Helenis se internó en el bosque para nunca regresar...
Años después, movido por una gran nostalgia regresó. No quedaba nadie en el pueblo...