Ese día el fuego se extendió por el bosque como una fuerza imparable, destruyendo todo a su paso, convirtiendo los rojizos árboles en cenizas, desapareciendo para siempre los rostros, las voces y los espíritus. Cuando llegué por primera vez lo había pensado; el sueño de cualquier pirómano, un bosque de yesca para incendiar y un encendedor en la mano.
Huí de las llamas, salvándome apenas de sufrir graves quemaduras. El humo negro cubría el cielo, ocultando el sol por completo.
"Ayúdanos"Suplicó la voz, llena de agonía.
No respondí, mientras seguía corriendo en aquel laberinto de árboles, concentrada en salvarme. Por un instante recordé aquel sueño que tuve en el avión, en el cual corría sin saber qué me perseguía, tentada a voltear y sin atreverme a hacerlo. Ahora era diferente, sabía que si me detenía el fuego no tardaría en alcanzarme.
Ese día corrí como nunca, antes del anochecer ya había salido del bosque y pude ver a lo lejos cómo se quemaba todo, desapareciéndolo de la faz de la tierra. Desde entonces intenté seguir con mi vida, pero algo siempre lleva mis pensamientos de regreso a ese lugar, a las negras cenizas que cubrieron las colinas y viajaron esparcidas por el viento... Era difícil olvidar todo lo que perdí en cuestión de meses, mi familia... Me duele pensar que mis hijos nunca conocerán a sus abuelos.
Después de regresar a mi país volví a la casa donde habia vivido con mis padres, los recuerdos aun eran demasiado dolorosos, aun así empaqué sus pertenencias; me quedé con las fotos familiares, todo lo demás fue donado a la caridad.
Han pasado años, pero cada día al despertar temo estar de regreso ahí, temo abrir mis ojos un día y descubrir que nunca me fui y toda mi vida fue una ilusión... Que mi esposo, nuestros hijos, nuestra casa, son sólo un espejismo más... De algo estoy segura, nunca regresaré voluntariamente a ese lugar. A veces creo escuchar las voces, pero estoy segura de que son producto de mi imaginación temiendo lo peor.
"Nunca vamos a dejarte"...