Bajé las escaleras alrededor de las 8 de la mañana. Preparé el desayuno y subí a su habitación, la cual la habíamos dejado intacta desde que había desaparecido hace un año atrás. Me acerque silenciosamente abrí la puerta pero mi bebe ¡no estaba allí! Busqué desesperadamente por toda la casa pero no estaba por ninguna parte, se había ido de nuevo o se lo habían llevado, no lo sabía. Salí al patio trasero pero no estaba. Me quedé viendo fijamente al bosque. Volví a dentro llorando y gritando despertando a mi esposo, que bajo asustado. Le dije que el niño ya no estaba y él me miró con extrañeza, confusión y algo de miedo.
- ¡Amor! – Me dijo. – Tú sabes muy bien que Juan se fue hace mucho tiempo.
- ¡No! No, el volvió anoche… ¡Tú estabas allí! ¡Tú lo viste! – Le dije entre sollozos. – El bosque hacia ruidos extraños y él estaba frio. ¿Acaso no lo recuerdas? ¡El volvió y alguien se lo llevó! – Mi esposo intento tranquilizarme sin tener éxito. El me explico que a veces en situaciones de estrés las personas pueden tener episodios, reacciones del cerebro que hacen que una persona imagine cosas o que confunda sueños y anhelos con la realidad. Se acercó y me abrazó.
Asistí a terapia durante los 11 meses siguientes. La doctora que me atendió me hizo entender que la negación ante la pérdida de mi hijo me había hecho tener esa serie de fantasías creadas por mi imaginación, impulsada por mi duelo interno. Que coincidían exactamente con la fecha de aniversario de su desaparición, cobrando todo aquello algo de sentido para mí. Parecía bastante lógico y real y el episodio del regreso de mi hijo fue quedando en el pasado. Mi esposo y yo fuimos olvidando aquello poco a poco y en mi fue creciendo la idea de tener otro hijo pero Marcos se negaba alegando que yo aún no estaba preparada psicológicamente y además me confeso la culpa que sentía por lo ocurrido. Me dijo que yo había confiado en él y él siempre se esforzó por ser un buen padre pero que me había fallado a mí y a Juan y ahora el ya no estaba con nosotros por su culpa. Luego de casarnos vivimos en varios lugares pues no nos podíamos permitir comprar una casa. Pero en unas vacaciones que pasamos en un pueblo llamado Colinas Silenciosas, recorriendo el pueblo y conociéndolo nos topamos con una casa que estaba en venta a un buen precio que con los ahorros que teníamos entre los dos la podríamos comprar sin problema, así que, después de hablarlo y de conversar los pro y los contra de la compra lo decidimos y cerramos en trato. La casa era bastante grande, dos plantas, 4 cuartos cada uno con su baño y un baño para invitados. Estaba rodeada por la naturaleza pero muy alejada del centro del pueblo lo que me asustaba en los primeros días y más aún cuando comencé a escuchar las historias sobre desapariciones y asesinatos que suscitaban casi a diario en el pueblo. El más terrorífico para mí y el que me asustaba más por lo cercano que fue a mi hogar, fue el asesinato de un lugareño llamado Marcus que vivia relativamente cerca de nosotros. Su casa fue allanada por la policía y lo encontraron descuartizado o devorado en el sótano de su casa. La puerta del mismo estaba destrozada como si alguien o algo la fuera atravesado y luego de una investigación se encontraron varios cuerpos enterrados en su patío, llegando a la conclusión de que Marcus era responsable de algunas desapariciones de turistas que habían desaparecido mientras estaban de visita en el pueblo. Pero ahora alguien o algo lo había matado en su propio sótano. Le confesé que al principio sentía que él tenía algo de culpa y más aún luego de que el supiera todas esas historias y nunca intentó sacarnos de allí pero poco a poco fui entendiendo que él nunca me obligó a comprar esta casa en este sitio y en este pueblo. eso fue decisión de los dos y que así como él había escuchado estas historias yo también y nunca mencioné o tome la decisión de irme de ese lugar con mi hijo aun sabiendo que a pocos kilómetros había habido un asesino en serie que ahora había sido asesinado por alguien o algo que seguía libre. Si él tenía algo de culpa yo también. Poco a poco la calma regresó al hogar pero entonces llegaron las 6 de la tarde del 22 de noviembre del año siguiente.