Aléjate de ellos
Bailey
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Por la mañana el dolor de cabeza y las ganas de vomitar hicieron que me arrepintiera de salir ayer en la noche. Desperté por la alarma sin sentir el olor a desayuno o el ruido de mis padres por el pasillo me levanté de la cama con algo de pereza. Jade me seguía pasando entre mis piernas con suaves ronroneos que me decían que debía alimentarla. Me agache para tomarla, pero el mareo que me ocasiono hizo que me sostuviera de la puerta del baño. Las patitas delanteras de la minina se posan en mi pecho mientras ella me observa con esos ojos verdes. Recuperando mi estabilidad camine con la minina hasta la cocina donde la deje en el suelo dándole su comida y cambiando su agua.
Cuando me estoy por ir a la segunda planta encuentro una nota en la nevera, la letra es de mi padre y me avisa que tuvo que irse temprano por las nuevas pistas con el caso de los campistas. Me voy de la cocina hacia mi baño donde me apronto para ir al instituto maquillando mis ojeras, pero mis ojos aún seguían reflejando el malestar de la noche anterior. Sabiendo que no podía hacer más por mi aspecto bajo para tomar una buena taza de café y comer algunas tostadas.
Desayuno en silencio escuchando nada más que los ruidos que hago mientras revuelvo el café y a Jade que juega con el pompón del llavero de mi mochila. En completa calma dejo a mi gata jugando con una bola de estambres y voy al garaje.
Viajo al instituto en silencio con algunos recuerdos difusos de la noche anterior y la cara de Alec está en la gran mayoría de esos recuerdos. Sus manos tomando las mías, sus labios sobre los míos, su mano sobre mi cintura y nuestros cuerpos moviéndose al compás de la música. Es todo lo que recuerdo de la fiesta además de mis primeas horas allí antes de beber tanto. Punzadas en mi cabeza hacen que la resaca se vuelva más insoportable para mí.
La cosa se pone peor al llegar al instituto todo el ruido de los estudiantes empeoran mi resaca. Ocultándome tras unos lentes negros camino a la biblioteca junto a mi amiga Angelic en busca de algo de silencio. Una vez mis oídos no escuchan el fuerte ruido de conversaciones y murmullos busco una mesa. Con una taza de café escondida me dejo caer en el asiento y me recuesto sobre la mesa.
– ¿Otra divertida noche? – moviendo apenas la cabeza en un asentimiento le contesto a mi amiga. Ella levanta la silla para moverla y sentarse sin hacer mucho ruido, mi amiga es la mejor. – Puedes sacar el café la bibliotecaria no está prestándonos atención – acomodándome en mi asiento miro a la señora mayor sentada tras un viejo escritorio gastado. Estaba con sus lentes para ver escribiendo en una computadora de la era de las cavernas y como siempre le costaba trabajo leer su propia letra.
Tomando un trago de café siento que mis ánimos se levantan un poco pero aun así el dolor de cabeza persiste. Dentro de mi mochila saco un paquete de pastillas para el dolor de cabeza, la coloco en mi lengua y tomo un poco de agua que me ofrece Angelic. No puedo seguir con estas salidas nocturnas o de lo contrario la entrenadora me dejará en la banca toda la temporada.
Fuera de la biblioteca el timbre sonó avisándonos que debíamos entrar a la primera clase. Tomando mi mochila camino con mi amiga a la primera clase que compartimos juntas y cuando entramos al salón no pasamos por alto a Chanel. La chica nueva está sentada en una de las bancas del medio del salón rodeada de chicos que necesitan un babero. No sé de qué les está hablando, pero todos parecen estar súper divertidos con la chica nueva. Salvo por dos o tres excepciones de chicos en el salón toda la población masculina babea por Chanel.
– Son todos unos babosos – hablo para mi amiga que suelta una pequeña risa viendo a los chicos que ahora se dispersaron con la llegada del profesor.
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Dejo la bandeja sobre la mesa y observo si la pizza frente a mí no contiene nada que no sea un ingrediente no comestible. Todo lo proveniente de la cafetería lo revisaba dos veces antes de llevármelo a la boca. El año pasado una chica que tocaba en la banda escolar se intoxico por comer una hamburguesa en mal estado. Sus padres intentaron demandar a la escuela, pero no lo hicieron cuando prometieron conseguir una beca de intercambio en otro país para su hija. Ahora ella debe estar disfrutando de la nieve, las mamushkas y los sexys rusos.
– ¿Esta silla es de alguien? – una voz ronca hablo a mi costado sacándome de mi análisis detallado a la pizza. Estaba por contestar que se podía llevar la silla cuando vi a uno de los dioses griegos. Alto de compleción fornida, cabello castaño rojizo, ojos color miel y una sonrisa maravillosa.
– No puedes usarla tranquilo – contesto enrollando un dedo en mi cabello mientras le sonreía de manera gentil. Debo estar soñando un chico como este me está hablando a mí, espero que se siente conmigo. Su sonrisa me matara en cualquier momento, juro que si estuviera de pie no podría sostenerme con mis piernas hechas gelatinas.
– Gracias... – hablo dejando la frase inconclusa para que yo le diga mi nombre.
– Bailey Clark – respondo apoyando mi codo en la mesa y mi mejilla en mi palma.
– Oh gracias Bailey soy Romeo Mancini ah sido un placer conocerte – tomando mi mano libre dejo un beso sobre mi dorso y con una sonrisa volvió a dejar mi mano sobre la mesa. Mientras lo veía alejarse con la silla no pude evitar notar que carga con un lindo trasero. Estaba tan concentrada en el grupo de los nuevos que me asuste cuando Angelic llego colocando su bandeja sobre la mesa golpeándola con fuerza. Mire a mi amiga que estaba rezongando mientras miraba a su hermano en la fila del almuerzo.
Alec
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La hora del almuerzo llego trayendo más problemas entre los hermanos Black y ahora Bailey. Veía como hablaba con uno de esos monstruos que tuvo el descaro de besar el dorso de su mano.
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Editado: 12.06.2021