~CAILIN~
—¿Dónde me encuentro?
Habló rompiendo el silencio y el ambiente tan incómodo.
Él me seguía observando sin siquiera un avance de que fuera a responder. Hice una mueca; el espectro carraspeó, tratando de que su amo reaccionara.
Pasaban los segundos.
Lo observé detenidamente, su piel tan blanca como la nieve, su mandíbula marcada y varonil, su nariz perfilada, algunas pecas en su rostro, una en el labio derecho y otra en su ojo izquierdo. Me fijé en sus ojos, ahora un poco más cerca; eran bonitos: el ojo izquierdo de un color rojo, más parecido a un café, su ojo derecho negro, un negro oscuro y absorbente. Su cabello negro azabache se veía cuidado y suave, sus alas se veían suaves y bonitas; eran negras con algunas pocas plumas blancas. Llevaba un pantalón negro con una camisa blanca, la cual se pegaba a sus músculos. Rodé los ojos.
—Oye, espectro, ¿puedes llamarle la atención a tu rey? ¿Es incómoda esta situación?
El espectro pareció entender, ya que tocó suavemente el hombro del rey y este pareció reaccionar, dándole una mirada de molestia a su guardia.
Otra vez volví a hablar.
—¿Puedo ir con los demás?
El rey me dio una mirada algo seria, sonrió mientras seguía observándome; me tensé aún más. Él caminó un poco para estar más cerca de mí; yo di varios pasos retrocediendo.
No pude seguir retrocediendo, ya que la cama estaba ahí, y choqué con ella, cayendo sentada. Él se acercaba más y más, hasta que se agachó un poco y su rostro se posó en mi oreja, suspiró y pude sentir un escalofrío y los vellos de punta.
—Quédate quieta un momento. Solo dijo eso y se enderezó, puso una de sus manos en mi mejilla, empezó a decir unas palabras en un idioma desconocido y pude sentir y ver una luz carmesí que brillaba y salía de sus manos.
Cerré mis ojos; no quería morir y menos a manos de él.
Pasaron varios segundos y abrí mis ojos, ya que no sentía algún tipo de dolor. Lo observé; él me miraba con una sonrisa de diversión, sabía que mi expresión en estos momentos era una de desconfianza o era de desagrado; me iría por una combinación de las dos.
Otro momento incómodo estaba a punto de pasar otra vez, ya que una de sus manos se posó en mi muslo, el cual tenía la herida; la herida me dolía más que la de mi mejilla. Mordí mi labio para no soltar un alarido de dolor; no quería mostrarme débil ante él, aunque en estos momentos, en vez de débil, era patética.
El brillo carmesí otra vez se hizo presente; esta vez solo me quedé observándolo. Se notaba concentrado en lo que hacía; varios segundos pasaron y el brillo había terminado.
—Quita las vendas —soltó de la nada. Pensé que sería una broma, pero su rostro estaba serio, mirándome fijamente.
Obedecí, era lo mejor. Desaté mi venda del muslo; grande fue mi sorpresa al ver que la herida había desaparecido. Quité también la venda pequeña de mi mejilla y toqué la zona y nada, no estaba la herida. Lo miré sorprendida, ¿qué había hecho? O mejor dicho, ¿por qué lo había hecho?
—¿Por qué lo hiciste? —pregunté, sin quitar mi mirada de él.
—No fue nada, ojitos verdes —dijo y sonrió, aquella sonrisa de diversión.
De sorprendido pasé a confundida; ojitos verdes, me tenía un apodo y no lo sabía, además de que me había curado así porque sí.
Miré al espectro tratando de buscar respuestas, pero nada.
—¿Por qué?
—Solo quise ayudar a la ganadora y asesina de mi amada bestia; es una pequeña recompensa, ojitos verdes. —Eso para mí no tenía ningún sentido y no me explicaba nada.
—¿Ojitos verdes? —pregunté; no entendía por qué me decía así.
—Tus ojos tienen algo, algo atrayente, y son bonitos —termino de decir y su sonrisa seguía intacta.
—Mi nombre es Cailin Darcelle Bronwen, así que no me diga ojitos verdes.
Sí, ese era mi nombre completo; era mejor que Ojitos Verdes.
—¿Darcelle? me suena de algo; igual no importa. Cailin es un hermoso nombre y suena lindo, pero me quedo con ojitos verdes; me gusta.
Maldito, aunque tenía que aceptar, mi nombre sonaba lindo cuando él lo pronunció. No, ¿qué estás pensando, estúpida? Él es tu secuestrador, claro, si así se le puede llamar. Espera, ¿mi apellido se le hace conocido? Tal vez sea una coincidencia; esto me deja un mal sabor de boca.
—Bueno, ojitos verdes, fue una larga conversa; es hora de que vayas con tus compañeros, aunque antes de eso toma esto. —Era una cadena de color negro, con un cristal rojo; era lindo. —Este es tu premio por derrotar a la bestia. —termino por decir y sentí como se posicionaba atrás de mí y alzaba mi cabello y colocaba el collar.
Era extraño que el mismo rey lo hiciera. Sus manos tocaron mi espalda y se sintió un toque cálido y acogedor. De una reacción, me alejé de él; pude ver cómo su ceño se frunce y miraba su mano; tal vez no le gustó tocarme.
—Oriel, llévala con los demás.
Le dijo a su guardia, ah, entonces se llamaba Oriel, pensé que no tendría un nombre. El susodicho me hizo una seña y lo seguí. Antes de salir de aquella habitación, dije.
—Gracias, es bonito.
Y salí de allí.
Caminamos por varios pasillos; el lugar es grande y bonito, aunque tenía ese toque tétrico y aterrador.
—Debes alejarte de él.
Era el espectro que me hablaba.
—¿Por qué? —pregunté.
—Es lo mejor para ti, así que aléjate o quedarás envuelta en algo peor.
Volteó de manera brusca y se posicionó enfrente de mí, cara a cara; podía ver sus ojos de color blanco.
—Y cuando digo peor, es algo de lo que no podrás salir.
Silencio.
—Viva, a lo mejor, no.
Se volteó de nuevo y siguió caminando.
Yo lo seguía por detrás, pero sus palabras retumbaban en mi cabeza; había dejado una espina y sería difícil sacarla.
No sabía qué el destino tendría para mí, qué sorpresas habría o si al menos futuro tendría.
Soy Cailin Darcelle Bronwen. Tenía 17 años cuando decidí entrar a aquel bosque que muchos tachaban de peligroso. Mi curiosidad me ganó y me jugó una mala pasada; descubrí cosas que ojalá nunca hubiera querido ver ni vivir.