Amy había llegado al Bosque de las Almas Pérdidas, un misterioso lugar oculto a los ojos de los seres humanos ordinarios, llamados por sus habitantes como "Los sin Alma". Sanaél, la bruja guardiana del bosque, decidió orientarla para que pudiera recorrer con tranquilidad el bosque y descubrir los misterios que yacen ocultos ante sus inocentes ojos.
— Por cierto Señora Sanaél —Preguntaba Amy—. ¿Por qué los habitantes del bosque llaman a los seres como yo "Los sin Alma"?
— Bueno querida —Respondía Sanaél—. Para que sepas, son muy pocos los humanos que llegan a este lugar. Este bosque ha permanecido inmutable por miles de generaciones a los ojos de los hombres, incluso desde tiempos ancestrales ellos nos buscaron constantemente para comprender los misterios de la vida y del mundo que les rodeaba.
— ¿Cómo así?
— Pues verás, en los tiempos antiguos, los seres como tú creían en la magia, en las criaturas del bosque y en el misticismo y virtud no solo de los árboles, sino también de las almas que los circundan. En otras épocas los hombres vivían en forma sencilla y tranquila y respetaban a las fuerzas de la naturaleza en base a su fe y al amor que ellos sentían en ese entonces por el medio que le rodeaban. En ese entonces, los seres humanos tenían alma. Pero a medida que transcurrió el tiempo, los humanos se volcaron en sí mismos, comenzaron a dudar de lo inexplicable, a dudar de la magia y el misterio, se volvieron ególatras, construyeron sus vidas en base a lo material y se olvidaron de las almas, de los árboles y de la naturaleza. Renegaron de su fe y de sus convicciones, de su propio mundo y nos enviaron al olvido. Fuimos desterrados porque el hombre dejó de creer en nosotros, de la noche a la mañana pasó de ser sabio, a ser ignorante de sí mismo. Por esa razón nos ocultamos y los consideramos como aquellos que quedaron sin alma, vagando en vida por este mundo sin siquiera conocer lo más preciado de toda la vida.
— Ya entiendo, por eso nos llaman "Los sin Alma" porque los hemos olvidado a ustedes. ¡Qué triste!
— Descuida querida, han pasado muchas generaciones desde que un humano llegara a este bosque.
En eso estaban conversando las dos, cuando súbitamente apareció una enorme criatura que comenzó a comerse los árboles y a las almas que los rodeaban.
— Grandioso... —Decía irónicamente Sanaél—. ¡Lo único que faltaba! ¡Un Troll!
— ¿Un troll? —Preguntaba Amy—. ¿Acaso son reales?
— Sí, tan reales como yo querida. Aparecen muy a menudo para comerse a los árboles, a las almas y a los habitantes del bosque. ¡Qué desagradables son!
Los habitantes del bosque se pusieron en movimiento para defenderse del ataque del troll, pero los esfuerzos de hadas, gnomos, brujas y hasta de los mismos árboles eran insuficientes para repeler la furia de la criatura. En eso interviene Sanaél para apaciguar su inquietante furia con su magia.
— "¡Troll, que el fuego consuma tus entrañas! ¡PYRO!"
Y una poderosa llamarada surgió del interior de la criatura tratando de consumirlo, pero esta resistió la magia de Sanaél y arremetió directamente contra ella, enviándola lejos contra un árbol.
— ¡Señora Sanaél! —Exclamó asustada Amy.
— No te quedes ahí parada como tonta, ¡Huye!
Pero el troll se había anticipado al actuar de la joven y se dispuso a lastimarla de un solo golpe, cuando en ese momento, un jinete a caballo apareció de la nada y le cortó un brazo a la criatura, cayendo al suelo retorciéndose de dolor.
Después bajó del corcel y con su espada larga corrió hacia la cabeza del troll y se la enterró en la punta de su cráneo, matándolo en cuestión de segundos y cayendo de bruces al suelo, a lo que el misterioso guerrero saltó antes de que ocurriera.
Tanto Sanaél como los habitantes del bosque se sorprendieron ante la llegada de aquel guerrero, inclusive Amy, quién observó de cerca como su salvador acabó rápidamente con el Troll. Envuelto en una armadura plateada, portaba casco, protecciones para el cuerpo y extremidades, portaba una espada larga, con un filo que resplandecía y un escudo de hierro.
— Menos mal que murió esta cosa, por poco y lastima a alguien más. —Decía el misterioso héroe.
— Disculpa... —Decía Amy acercándose a él.
— Sí, que quieres —Le respondió a secas el guerrero.
— Solo quería decir que gracias por salvarme de ese Troll.
— No hay de qué señorita, para eso estoy.
— ¡Vaya vaya! ¡Pero si eres tú! No pensé que regresarías tan pronto —Exclamaba Sanaél.
— Bueno, solo digamos que venía de pasada. —Decía el guerrero.
— ¡Sí claro! —Exclamaba con ironía Sanaél—. ¿Por qué no mejor te sacas el casco y le muestras tu rostro a tu nueva protegida mejor?
Amy al escuchar eso, se puso colorada y roja como un tomate, pero no dijo nada para no molestar a Sanaél, a quién le guardaba mucho respeto.
El guerrero accedió a lo que pedía la bruja y se quitó el casco. Amy lo contempló y no pudo dejar de verlo. Tenía el pelo negro, los ojos cafés, era más alto que ella y tenía contextura gruesa, aunque era delgado, solo que la armadura lo hacía ver más robusto.