El Bosque De Las Estrellas Dormidas

EL BOSQUE DE LAS ESTRELLAS DORMIDAS

Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles centenarios, tres niñas muy unidas por el corazón: Xiomara y Brunella, que eran hermanas, y su prima Alisson, que vivía a unas pocas casas de distancia.

Todas las tardes, después de hacer la tarea, se reunían a jugar en el patio de la abuela Uge, quien les contaba historias de lugares encantados y criaturas mágicas. Pero un día, les contó una historia diferente: la leyenda del Bosque de las Estrellas Dormidas.

—Ese bosque —dijo la abuela, mientras tejía una bufanda— está escondido entre los árboles más antiguos del valle. Dicen que guarda un cielo entero debajo de sus ramas. Pero solo quienes creen con el corazón pueden encontrarlo.

Esa noche, las niñas no pudieron dormir. La curiosidad era más fuerte que el sueño. Al amanecer, con una mochila llena de galletas, linternas y una brújula de juguete, se adentraron en el bosque.

Caminaban entre árboles altos como torres, hasta que encontraron un claro donde brillaban pequeñas luces flotantes.

—¿Luciérnagas? —preguntó Alisson, maravillada.

—¡No! ¡Son estrellas dormidas! —exclamó Xiomara, recordando lo que había dicho la abuela.

De pronto, una voz suave surgió del aire.

—¿Quién ha despertado a las guardianas del cielo?

Las niñas se tomaron de las manos. Frente a ellas apareció un zorro blanco con ojos brillantes como la luna.

—Mi nombre es Erian, guardián del bosque. Las estrellas no deben despertar antes de tiempo. ¿Por qué están aquí, pequeñas viajeras?

Brunella, la más valiente, dio un paso al frente.

—Solo queríamos saber si la historia era real.

—Y lo es —respondió el zorro con una sonrisa—. Pero ahora deben ayudarlas a volver a dormir.

Cada estrella dormida tenía un deseo atrapado. Para que regresaran al cielo, debían cumplir tres misiones:

1. Escuchar el viento del bosque y encontrar una flor que canta.

2. Curar el ala de un búho herido.

3. Contarle un cuento a la luna para que no se sienta sola.

Las niñas aceptaron sin dudar. Xiomara fue quien encontró la flor que cantaba entre los helechos; Brunella curó al búho con una venda y palabras dulces, y Alisson, que amaba inventar historias, le contó un cuento tan bonito a la luna que esta derramó lágrimas de luz.

Entonces, las estrellas comenzaron a elevarse una por una, regresando al cielo como luciérnagas al revés.

—Lo hicieron bien —dijo Erian—. El bosque las recordará siempre.

Las niñas sintieron que flotaban, y al abrir los ojos estaban en el patio de la abuela, como si todo hubiese sido un sueño. Pero en el bolsillo de Brunella había una pluma blanca. En el cabello de Xiomara, una flor que canturreaba. Y en las manos de Alisson… un dibujo de la luna sonriendo.

Desde ese día, supieron que la magia existe. Solo hay que creer con el corazón… y tener el coraje de seguir la luz de las estrellas dormidas.

Fin.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.