El bosque de las sombras I: La ofrenda

XVI Puntos débiles

Puesto de vigilancia en Frilsia, reino de Arkhamis    

—¿A cuántos encontraste, Magak? —preguntó el rey, sentándose para descansar del reciente viaje desde Nuante.

—A dos, majestad. Aún no puedo creerlo. Sus superiores dicen que son buenos soldados, leales sirvientes del reino.

—Todo es una farsa, Magak. Han tenido veinte años para mejorar sus tácticas. Esas bestias infernales han aprendido a vivir entre nosotros, imitando nuestras conductas, incluso nuestras emociones. ¿Qué hiciste con ellos?

—Lo que usted ordenó, majestad. Los incluí en escuadrones con los soldados más fuertes. Nadie sabe lo que ocurre, salvo los líderes de escuadrón, que son mis hombres de confianza.

—Bien. Debemos contener la situación y evitar que se reagrupen.

—¿Reagruparse? ¿Acaso no trabajan juntos?

El rey negó, con una mueca de satisfacción por la información que poseía.

—Le llevé uno a la bestia —confesó, como quien ha hecho una travesura—. Es listo y supo casi de inmediato que era un Dumas, pero éste no supo que se hallaba en territorio de Tarkuts hasta que tuvo a la bestia encima.

El general pudo ver la fascinación del rey en el brillo ominoso de sus ojos y le pareció que, pese a la inminente posibilidad de una sangrienta guerra, él gozaba con la situación.

—La bestia lo atacó y él... ¡Él peleó con su espada! ¿Puedes creerlo? Sólo cuando se vio acorralado mostró su verdadera y aterradora apariencia, pero era demasiado tarde; la bestia le infligió una herida mortal. Antes de que le diera el golpe final, me acerqué para sacarle información.

El general tomó asiento junto al rey.

—El Dumas dijo no saber de otros de su especie. Sus padres murieron en la guerra hace veinte años, no sin antes ocultarlo en un lugar seguro. Fue encontrado por aldeanos que, creyéndolo un huérfano humano, le dieron asilo.

—Y se convirtió en soldado del ejército que lideró la masacre de su especie —completó el general—. Ha pasado veinte años planeando su venganza, no entiendo por qué no atacó a su majestad cuando tuvo la oportunidad.

—Porque yo no era su enemigo, Magak. Ni yo ni ningún humano. Lo más gracioso es que nos consideraba sus salvadores; su enemigo era la bestia. De hecho, lo hirió bastante, supongo que aún no se ha recuperado del todo. No podrá luchar con más de uno a la vez.

—¿La princesa no salió herida en la batalla?

—¿Ah? No... Ella está bien. Tuve la precaución de que la batalla fuera lejos del palacio —aseguró el monarca.

—Es un milagro que esa bestia no la haya lastimado todavía. Hay que agradecer a los dioses, le pediré a los sacerdotes que oren por ella.

—Gracias, Magak. Tú siempre piensas en todo. Ahora, hay algo más que quisiera decirte...

La puerta se abrió de pronto, dejando entrar a uno de los líderes de escuadrón, con evidente expresión de angustia. Se inclinó a los pies del rey, mostrando sus respetos.

—Antes de todo, le pido mis disculpas a su majestad y al general. Aceptaré cualquier castigo que se me imponga.

—Habla de una vez —ordenó el rey.

—Le entregué a mis hombres los amuletos y les dije que sólo debían verlos ellos, que eran secretos, pero uno desobedeció y se lo mostró a su esposa. Ella... Ella reaccionó a la gema, majestad.

Los ojos de Camsuq se abrieron con sorpresa.

—¿Dónde está? —preguntó, levantándose con sus energías rápidamente restablecidas.

—Aquí afuera. Ella y nuestro hombre piensan que es una elegida de los dioses, como se nos indicó que les dijéramos. —El capitán volvió a bajar la mirada y se sobresaltó al sentir la mano del rey sobre su hombro.

—¿Castigo? Pero si has cumplido con tu deber de manera excelente. Un premio es lo que te daré. Ahora, lleva a esa mujer a la parte trasera y junta a tus mejores hombres. Diles que se queden cerca sin verse sospechosos.

Ambos hombres vieron salir al soldado con una expresión de alivio, opacada por algo de preocupación también. El rey desenvainó su espada, revisando la calidad del filo de la hoja.

—Como te estaba diciendo antes de que nos interrumpieran, Magak, cuando los Dumas adquieren apariencia humana, ellos tienen los mismos puntos débiles que nosotros. 




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