víctor Hidalgo no podía contener su entusiasmo mientras el autobús serpenteaba por la carretera estrecha y polvorienta que conducía al pequeño pueblo de La Sombra. Rodeado de colinas cubiertas de vegetación exuberante, el pueblo parecía un refugio pintoresco y tranquilo. Sin embargo, algo en el aire hacía que los pelos de la nuca de Víctor se erizaran ligeramente. No lograba identificar qué era, pero la sensación persistía.
Cuando el autobús finalmente se detuvo en la plaza del pueblo, Víctor descendió con su maleta en mano y se dirigió a la granja, el lugar que sería su hogar y lugar de trabajo en los próximos meses. La granja pertenecía a Don Aurelio, un anciano que, aunque reservado, había sido amable y receptivo durante la entrevista de trabajo.
Los primeros días de Víctor en la granja fueron bastante rutinarios. Se levantaba al amanecer, revisaba las plantaciones y tomaba notas detalladas sobre el estado de las tierras. Sin embargo, pronto notó algo inusual: los árboles que bordeaban la granja crecían a un ritmo sorprendente. Además, sus hojas parecían brillar con una vitalidad que no había visto en ningún otro lugar.
Intrigado, decidió preguntar a Don Aurelio sobre los árboles, pero el anciano se limitó a encogerse de hombros y cambiar de tema rápidamente. La misma reacción obtuvo de otros habitantes del pueblo cuando intentó indagar más. Todos parecían evitar hablar del bosque que rodeaba el lugar.
Una noche, incapaz de contener su curiosidad, Víctor decidió aventurarse en el bosque. Equipado con una linterna y una libreta, comenzó su incursión. Había notado los extraños árboles y su crecimiento acelerado, y una noche decidió adentrarse más. Pero antes de que pudiera investigar a fondo, un guardabosques local apareció y lo sacó de inmediato, advirtiéndole que no debía aventurarse allí por su propio bien.
Días después, mientras Víctor realizaba su rutina de inspección, vio a una pareja de turistas que se adentraban en el bosque. No les prestó mucha atención hasta que, al día siguiente, el joven de la pareja regresó al pueblo, solo y en un estado lamentable. Su comportamiento era errático y estaba deshidratado. A pesar de que lograron asistirlo y estabilizar su condición, el joven continuaba hablando de una fuerza invisible que lo llamaba desde el bosque. Finalmente, una noche, desapareció sin dejar rastro. Los habitantes del pueblo no se atrevieron a buscarlo, temiendo lo que pudiera acechar en la espesura.
La curiosidad de Víctor crecía con cada día que pasaba. No podía ignorar las extrañas visiones y los rumores que parecían rodear al bosque. Sabía que debía descubrir la verdad,
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Editado: 05.02.2025