El Bosque de Los Espejos

Capítulo 11

Liam.

Se vería sorprendida a verme, pero no duró mucho y me miró con una sonrisa cariñosa. Se acercó a mí y me dió un abrazo.

—Bienvenido, ha pasado mucho tiempo.

—Lo mismo digo¿Puedo pasar?–dije con una sonrisa cariñosa y ella soltó el abrazo y me dejó entrar. Me senté en una silla frente de su escritorio mientras ella se sienta en su silla.

—A ver ¿Quién de los dos eres?–preguntó tranquila.

—Soy Liam–me río–sabes quién soy y quién es mi hermano. No hace falta que preguntes.

—Lo sé, pero hay veces que ustedes se intercambian de puesto para resolver problemas o no querer ir a lugares que son obligados a ir.

—¿Eso piensas de nosotros?–dije fingiendo ser hiriente.

—Llevé 14 años cuidándolos como si fueran mis propios hijos ¿Creyeron que no me iba a darme cuenta?

—Más o menos–dije avergonzado.

Videl ya nos conoce mucho que es imposible escapar de ella. Fue nuestra tutora desde que mi hermano y yo teníamos 4 años. Al principio, antes de ser reina de la cuidad Tierra, era una agente de una organización para proteger a los humanos y a los seres mitológicos en peligro de extinción. Una de sus misiones fue cuidádonos por un tiempo para evitar que los demonios nos encuentren y nos secuestren para su plan de destruir el mundo humano. Ella aceptó su misión a regañadientes y pasó cuidándonos desde entonces. A diferencia de lo rápido que puede crecer un ángel y demonios en pocos años, nuestro crecimiento fue lento como los humanos, así que su misión era larga. Con el tiempo, ella nos cuidó con mucho cariño y amor que un día nos adoptó. Ya no era una misión importante como agente, ahora era una misión importante como madre y fuimos tratados como si fuéramos sus propios hijos. Y eso fue uno de los recuerdos que lo aprecio mucho en mis 118 años que tengo.

—¿Has cumplido tu misión?–preguntó Videl para romper el silencio.

—Sí, trajimos a la portadora del Alma Celestial. Ahora está en el bosque de los espejos con Rachel, el padre de la portadora, y mi hermano.

—Excelente, pero...¿dijiste portadora?¿Es una chica?–preguntó confundida.

—Sí, tiene 17 años.

—Es joven–dijo pensativa–¿Y por qué su padre está aquí?

—Estuvo presente en un incidente que sucedió en su casa y tuvimos que traerlo para que no esté en riesgo por si los demonios lo encuentran para saber en dónde está Aranza.

—¿Aranza?

—Ese es el nombre de la portadora.

—Ya veo. Supongo que te fue bien en tu misión.

—¡Así es!–dije orgulloso de mí mismo por cumplir la misión–Es más, no podría cumplirlo si mi hermano no me hubiera ayudado.

—Me alegra que tu hermano te haya ayudado en tu misión. Ha pasado mucho tiempo desde que ustedes se separaron por caminos separados.

—Sí, es verdad.

—Y hablando de tu hermano...¿cómo está?

Mi sonrisa se borró a escuchar esa pregunta. Esa es una de las razones por la que estoy aquí, no solo para reportar mi misión, sino por algo preocupante.

—Él...no se está sintiendo bien–respondí triste.

—¿Qué?–preguntó preocupa–¿A qué te refieres con que no se está sintiendo bien?

—Antes de venir aquí, estuvimos peleando con una Jorōgumo que apareció en el bosque.

—¿Una Jorōgumo?¿Qué hace una demonio, que solo sale en eclipses, en el plena luna creciente? Ni siquiera es luna llena ¿Por qué estaba ahí?

—No lo sé, pero estuvimos peleando para destruirla. Ian ayudó y estuvo tan cerca de matarla, pero de la nada empezó a tener dolor y pánico en medio de una pelea. Cuando la batalla terminó, revisé a mi hermano que era lo que tenía y ví que sus ojos... estaban en rojo carmesí.

Videl se estremeció al escuchar el color de los ojos de mi hermano que llevaba en ese momento.

—¿Los mismos ojos que...?

—Sí, los mismos ojos de un demonio. Y eso significa que...su lado demonio ha despertado nuevamente.

—Es... imposible–se quedó sin palabras–No debería estar pasando¿Acaso su tratamiento no funcionó?

—Yo también lo creí. Él dijo que siguió el tratamiento que le diste, pero de la nada se ha debilitado y hace un esfuerzo para no perder el control.

—No lo entiendo ¿Cómo pudo pasar?

—Ni yo no lo sé, y el tratamiento ya no lo está ayudando. Su lado demonio se hizo más fuerte que antes y estoy muy preocupado por él–suspiré y continué–¿De casualidad tienes la vieja medicina de Ian?

—¿Su vieja medicina? Creo que lo tengo por aquí–se aleja un poco de su escritorio para recoger la llave que abre una gaveta que está frente suyo y saca un frasco con pastillas transparentes dentro–Es la última que queda, que no lo pierda mientras yo lo revise cuando lleguen–me entrega el frasco y lo agarré.

—Gracias–Me levanto de la silla–tengo que irme. Volveré con los demás mañana.

—Está bien.

—La veo mañana.

Y con eso salí de su estudio y con la medicina que tengo, salí del castillo y fuí corriendo hasta regresar al bosque. Observé a Rachel y veo que se quedó dormida.

Y dices que no tienes sueño, pensé.

Caminé despacio para no despertar a los demás y me acerqué a Ian que acostado boca arriba. Me siento a su lado, pongo mi mano en su hombro y lo sacudo suavemente para despertarlo.

—Ian...Ian despierta–no respondió y lo sacudo un poco más fuerte–Ian, despierta.

Ian responde mi llamado abriendo sus ojos lentamente. Sus ojos se han vuelto rojos de nuevo, pero no son los mismos rojos que los ví hace un momento, ahora son rojos un poco apagados. Intenta levantarse pero lo detuve.

—No te esfuerces, quédate acostado–dije preocupado–¿Cómo te sientes?

—¿Qué crees que me siento?–susurró muy cansado.

—Solo pregunto porque no sé cómo te sientes–suspiré y le enseñé el frasco con las pastillas transparentes–Mira, traje la vieja medicina que tomabas de niño.

—¿De dónde lo sacaste? Creí que se había acabado–dijo un poco sorprendido.

—Videl lo tenía guardado.




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