El Bosque de los Néegar

Lluvia del Pasado

Dúnkan estaba parado frente a aquella cafetería, observando a los jóvenes que estaban ahí sentados y a la mesera que hace meses no veía -desdé aquel día-.

Ya no había vuelto a pasar por ese lugar desde ese entonces—. ¿No entraras? —escuchó a sus espaldas.

Una silueta se dibujaba a través del espejo. Reconoció su voz de inmediato. Su corazón se detuvo. No sabía que hacer. Su cuerpo se había congelado—. Diana. —se limitó a decir, se dio la vuelta y quedaron frente a frente.

Diana se veía totalmente demacrada, su cabello rojizo -que antes le llegaba hasta los hombros- ahora lo tenía corto hasta la nuca, casi a nivel de sus orejas.

Se miraron por un breve momento, Dúnkan no sabía que hacer. Ella se veía demacrada, sus ojos se veían cansados, su tes estaba más pálida. «Poco más de siete meses de no vernos y parece que estuviera muriendo» pensó Dúnkan. «Como si regresara de una terrible guerra».

—¿Como has estado? —preguntó con una sonrisa en el rostro, con total confianza, como si nada hubiera pasado entre ellos. Como si jamas hubieran dejado de hablar. Como si jamas lo hubiera golpeado.

—Me da gusto volver a verte. —dijo de la misma manera, se acercó a él y le dio un beso en la mejilla—. Gracias por venir. —dijo. Lo envolvió en un pequeño abrazo y a continuación entró a la cafetería.

Dúnkan tardó un poco en entrar, no podía moverse, no podía creer que realmente fuera Diana. Luego de unos segundos reacciono y la siguió hasta el interior de la cafetería.

Se sentaron en el mismo lugar de aquel día, Dúnkan no pudo evitar pensar que todo eso era un poco extraño, pero tenía que dejar de pensar en eso, ahora solo tenía que concentrarse en estar con ella, y no cometer ninguna estupidez.

Estuvieron un largo rato sin decir nada, esta vez fue un mesero quien los atendió. Diana pidió un café americano mientras que Dúnkan pedía un chocolate caliente.

Ambos se quedaron en silencio hasta que el mesero les llevó sus respectivos pedidos, luego de que se retirara, fue Diana quien tomo la iniciativa y habló primero.

—¿Como has estado Dúnkan? —dijo sin mirarlo en ningún momento, ella se concentraba en su café—. Algo distraído, vagante en mis propios pensamientos. —contestó algo desanimado, no sabía que decir o como reaccionar, no podía controlar el hecho de que estuviera actuando así.

Diana no mostró cambió alguno mientras seguía viendo su café, solo lo sostenía entre sus manos, no lo estaba bebiendo, como si realmente hubiera pedido su café solo para calentarse las manos.

A diferencia de Diana, Dúnkan tomaba lentamente su chocolate. El lugar tenía prendida la calefacción por lo que el ambiente era reconfortante.

—¿Tu como has estado Diana? —preguntó intentando mantenerse lo más tranquilo posible, aunque no lograba controlarse del todo, podía sentía una leve corriente eléctrica pasar por sus brazos.

Necesitaba saber que le había pasado para poder estar un poco más tranquilo, o quizá era su sola presencia lo que lo mantenía de esa forma.

Diana se quedó callada por un largo rato, y él no la presiono para que contestara—. Dúnkan. —dijo aun sin mirarlo, aquello mantenía a Dúnkan al filo de la silla, esperando con ansias su respuesta.

Aun no lograba establecer un contacto visual con ella, se negaba a mirarlo—. He estado bien Dúnkan, yendo de aquí a allá... —Diana se quedó en silencio unos segundos, como si buscara la mejor manera de decir lo que tenía en la cabeza.

—Todo tranquilo, pero no con nuestra relación, por como termino todo. —dijo con un tono de voz seco, carente de emoción. Seguía sin mirarlo, eso a Dúnkan lo comenzaba a frustrar.

No podía creer que ella todavía pensara en aquel día—. ¿Y...donde has estado todo este tiempo? —Diana fruncio el ceño y lo calló con solo mirarlo, una mirada fría y directa que lo dejó corto de palabras, pero aquello no bastó, él quería que notara que aun estaba interesado en ella, que aun le importaba.

—Ese no es problema tuyo. —dijo sin agregar más, bebió un sorbo de su café y nuevamente quedaron en silencio. Dúnkan sabía que todo estaba yendo mal, no podía tenerla distanciada.

Diana parecía no querer estar en ese lugar—. Realmente no me ha ido tan bien, y eso lo refleja mi cuerpo. —dijo mientras se abrazaba a si misma señalando su cuerpo demacrado.

Dúnkan notó su mirada, aun seguía sin mirarlo, pero pudo ver un vacío en sus ojos—. ¿No quieres ir a otro lado? —preguntó aun sin acabarse su chocolate, ambos estaban tomando sus respectivas bebidas lentamente.

Diana lo miró fijamente, no despegaba sus ojos de los suyos, su mirada no mostraba tanta sorpresa como la que él esperaba, quizá ella ya estaba planeando todo eso—. ¿Quieres saber porque te pedí que vinieras verdad? —dijo súbitamente.



#16942 en Fantasía
#6929 en Personajes sobrenaturales

En el texto hay: monstruos, elfos, accion

Editado: 21.03.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.