Su madre y aquella chica lo estaban mirando. Sus ojos no se apartaban de él.
—¿Quien eres? —preguntó sin dejar de ver a esa chica. El silencio duró unos pocos segundos hasta que la respuesta llego—. Mi nombre es Sarha Siladér —dijo con un tono de voz serio y cansado.
Dúnkan la observó con mirada inquisitoria—. Tu sabes a lo que me refiero. —dijo con total seriedad. Sarha apartó la mirada y su madre se acomodó en el sillón.
—Preguntare una vez más ¿Quien eres? —dijo Dúnkan un tanto irritado.
Sarha se puso de pie y caminó hacía la puerta principal—. Ven Dúnkan, tenemos que hablar a solas tu y yo. —dijo mientras salia tranquilamente del departamento.
Dúnkan miró a su madre y ella con un movimiento de cabeza, le indico que la siguiera. Salió del departamento y fue detrás de Sarha.
† † †
Subieron hasta la azotea. En cuanto Dúnkan salió, el sol lo baño con todo su esplendor. El cabello negro y plata de Sarha brillaba con la luz diurna.
Sus perlados ojos grises penetraron en su alma en cuanto lo miró—. Dúnkan, cuando nos encontramos, mejor dicho, cuando te busque aquel día en el puente, no entendiste lo que te había dicho. Pero es hora de que te lo diga. —dijo mientras lo observaba a unos metros de distancia.
Él la miró fijamente y dio unos pasos hacía ella—. ¿Que esta pasando? Y mas importante aun ¿porqué he tenido sueños extraños contigo? —cuestionó sin decir nada sobre los sueños que había tenido con Diana.
Sarha lo miró con la misma seriedad que él adquirió en cuanto le pregunto quien era—. Dúnkan, esos sueños que tienes conmigo y con todas esas demás personas son por una sola razón. La verdad es, que tu eres el Sabio del rayo. —dijo sin mediar más palabras.
Dúnkan la miró estupefacto, sorprendido y por sobre todo, confundido—. ¿Sabio del rayo? ¿A que te refieres? ¡¿De que demonios estas hablando?! —dijo gritando la ultima pregunta mientras caminaba hacia ella y hacía ademanes con las manos.
—Dúnkan, no es casualidad el que tu puedas manejar la electricidad. —dijo cortando su paso. Su mirada inquisitiva se convirtió en una mirada de sorpresa ante aquellas palabras—. ¿Que dijiste? —le preguntó dejando notar la sorpresa en sus palabra.
Se detuvo por completo. El aire le hizo sentir un poco de frío y rápidamente el calor del sol le hizo olvidar esa sensación.
—Dúnkan, te estuve siguiendo durante una semana para saber si realmente eras tu el Sabio del rayo. Lo supe en cuanto estuve cerca de ti en aquel puente. No podía confiar del todo en mis sueños, y ahora, gracias a tu madre estoy completamente segura. —dijo con toda seguridad.
Se sentó en la barda de seguridad de la azotea y comenzó a mirarse las manos.
—¿Mi madre? ¿Que tiene que ver mi madre en todo esto? ¡Ella ni siquiera sabe de mis poderes! —le dijo casi gritando sin dejar de verla y se paró frente a ella—. ¡¿Acaso le dijiste a mi madre algo de lo que podía hacer?! —cuestionó gritando con un tono de enojo.
Ella lo mitro con inocencia y sorpresa en sus ojos—. Te equivocas Dúnkan. Tu madre ya lo sabía, aunque jamás quiso decirte nada respecto a esto. Pero ya es tiempo de que lo sepas. —dijo con un tono de voz más tranquilo.
—Dúnkan, tienes que prestar atención. —dijo mientras se paraba en la barda—. Los poderes que tienes no son mera casualidad. —explicó sin dejar de verlo.
El viento comenzó a jugar con su cabello y la luz del sol la iluminaba con gran intensidad—. Dúnkan, tu eres la reencarnación del Elemental del rayo. —su mirada se volvió fría y seca, con seriedad y firmeza.
Dúnkan la miró con intriga, arqueó la ceja y dio un paso hacia atrás—. ¿Elemental del rayo? ¿Reencarnación? —repitió sus palabras con un poco de sarcasmo en su hablar y una pequeña sonrisa.
—¿Esperas que te crea? —le preguntó como finalizando su hablar. La mirada de Sarha se tensó, mostraba completo enojo.
Rápidamente bajó de la barda y se acerco a él. Lo tomó de la playera y de un tirón lo atrajo hacia ella—. ¡¡MI PADRE MURIÓ PARA MANTENERME CON VIDA, PARA QUE PUDIERA BUSCARTE Y REUNIRNOS CON LOS DEMÁS SABIOS. NOSOTROS LOS SABIOS SOMOS LOS ÚNICOS QUE PODEMOS DETENER A LOS ADIMENSIONALES!! —dijo gritando.
Comenzó a llorar, ella no despegaba sus ojos de Dúnkan. El aire comenzó a soplar cada vez más fuerte, como si de un momento a otro una gran tormenta hubiese llegado a ellos.
Las nubes cubrieron el cielo azul y relámpagos comenzaron a resonar en él. Dúnkan levantó la mirada y contempló como el clima cambiaba drásticamente.
—¿Que esta pasando? ¿Que estas haciendo? —preguntó asustado sin mirarla. Sarha, al percatarse de lo ocurrido lo soltó. Dio unos pasos atrás y comenzó a respirar profundo.