La habitación estaba helada. Pese a tener varias capas de prendas y cobertores encima, el frío se hacía notar. Las calles aledañas al hostel Le nex estaban transitadas por unos cuantos vehículos.
Eran aproximadamente las 7 de la mañana. El frío ya no la dejaría dormir por lo que decidió salir a caminar para poder distraerse.
Abrió sus ojos somnolientos y observó el termómetro el cual marcaba la baja temperatura de 1°C. Se despojó de los gruesos cobertores que la cobijaban y con gran pesar se levantó de cama.
Sus dedos desnudos acariciaron las heladas baldosas del suelo y en un reflejo instantáneo los despegó de este. Bajó los pies lentamente y los dejó plantados ahí. Con gran pesar se puso de pie y se encaminó al baño.
Al entrar en este abrió la regadera y se sentó en el inodoro esperando a que la temperatura del agua aumentara hasta una más aceptable y tibia. Una vez el agua estaba lista comenzó a desvestirse y entró en la ducha. Se dejó llevar por la sensación del agua caliente resbalando por todo su cuerpo.
Durante las noches anteriores su sueños no la habían dejado dormir, no lograba conciliar el sueño. Un cielo despejado se oscurecía y entre toda esa oscuridad cinco luces se elevaban y destellaban todo, entre todas esas luces se encontraba una persona, una con la cual nunca pensó dejar de soñar: Dúnkan Flámeren.
† † †
Una vez el agua despejó cualquier pensamiento de su cabeza terminó de bañarse. Entre más lo pensaba, mas difícil se le hacia creer en la idea de estar en ese lugar, por más que lo pensaba seguía sin creer que había logrado llegar hasta ese lugar, aun con ayuda de Helena.
Pero ella sabía que su viaje aun no terminaba, tenía la sensación de que debía ir a algún lugar, pero no sabía donde.
Al salir del baño el frío le erizó toda la piel. Se cubrió rápidamente y sacó su ropa del closet que se encontraba a la derecha de la cama. Cuando terminó de vestirse notó un papel en la entrada de la puerta y se acercó para levantarlo, era un folleto sobre un viaje de expedición en el bosque de los Pirineos.
Aquello le llamó la atención, una sensación en el estomago llegó a ella al leer aquel folleto. Para cuando término de leerlo había dejado el folleto sobre una encimera junto a la puerta.
Abrió la puerta y salió del lugar. Los trabajadores se encontraban deambulando por los pasillos limpiando todo de un lado a otro. Pasó a través de ellos sin mirarlos o dirigirles la palabras.
Una vez salió del hostel caminó con dirección al Jardín Massey. El día apenas comenzaba, el cielo celeste tenía unas cuantas nubes adornándolo, el frío era tal que podía ver como se congelaba su aliento apenas salia de su boca.
Sus manos no dejaban de temblar mientras se las frotaba una con otra para calentarlas. Diana comenzó a buscar algún lugar para entrar en calor, dirigió su vista hacia una cafetería que estaba cerca y se encaminó hacia ella. Al entrar el cambio de temperatura la abrazó y se sintió más cómoda.
Al sentarse en una de las mesas más apartadas una chica se acercó a ella—. ¿Puis-je pendre votre commande? —le preguntó mientras sacaba un bloc de notas y una pluma.
Diana la miró por unos segundos y bajó la cabeza—. Une tasse de chocolat chaud, s'il te plaît. —le dijo con total fluidez. La chica asintió con la cabeza y apuntó algo en su libreta para luego marcharse.
Al mirar la mesa contempla un nuevo folleto como el que había dejado en la entrada de la habitación. Lo tomó, pero a diferencia del primero, este tenía más información. Le dio la vuelta y detrás tenía un mapa marcando el lugar de salida de la expedición.
Diana escuchaba una voz a lo lejos pero no lograba distinguir lo que decía. Al cavo de unos minutos la chica regreso con su pedido—. Sa commande, mademoiselle. —dijo dejando la taza sobre un pequeño plato y retirándose.
Dejó el folleto de vuelta en su lugar y comenzó a beber su chocolate con suma tranquilidad. La chica regresó con un bisquet en un plato aparte. Diana le sonrió en gesto de agradecimiento y se retiró.
Tomó la taza de chocolate entre sus manos y la miró por unos largos segundos. En su reflejo contempló el recuerdo de aquel día alejado por las lunas, cuando había dejado atrás su vida, a sus amigos, a Dúnkan.
El día transcurría lento, aquello era molesto, pero era algo que no podía cambiar por más que quisiera. Tomó una revista que había sobre la mesa y se dispuso a leerla.
Hablaba sobre los nuevos experimentos con el colisionador de hadrones. Otras cosas sobre un eclipse solar que iba a ocurrir dentro de unas semanas y varios temas más, unos de botánica y otros asuntos de política, al dar la vuelta a la pagina se sintió incomoda, una vez más estaba ese anuncio de expedición a los bosques pirineos.
Las voces a lo lejos seguían hablando, pero ella seguía sin saber que decían, todos hablaban al mismo tiempo. Cuando se dio cuenta el chocolate se había acabado.