Dúnkan se encontraba a la orilla de un río, sentado mientras observaba los rayos del sol reflejados sobre el agua.
Se puso de pie y comenzó a quitarse los zapatos y sus prendas superiores para zambullirse dentro del agua. Se quedó bajo esta por varios segundos, observando el sol por debajo, cómo un gran circulo brillante y dejándose llevar por aquella luz.
Cuando movió la vista observó una silueta fuera del agua, observándolo. Salió del agua y bajó la cabeza, el cabello se pegó a su frente y obstruía su visión.
Con la mano derecha se limpió el rostro y aparto el cabello de sus ojos. Ericka estaba frente a él, sentada sobre un pequeño tronco tirado donde antes Dúnkan había dejado sus cosas.
Las miradas de ambos se cruzaron por unos segundos hasta que Dúnkan sonrió-. ¿Vienes? -preguntó con gracia. Ericka frunció el ceño y se puso de pie-. Hace unas horas escapaste de quienes querían asesinarte y decides tomar un baño en el río. -replicó mientras se cruzaba de brazos. Dúnkan bajó los suyos y suspiró.
Sin responderle a Ericka, este comenzó a limpiar la mugre de su cuerpo. Entre todo eso comenzó a salir no solo mugre, sino que también salía sangre por varias decenas de cortadas que tenía esparcidas por todo su cuerpo.
-¿Sabías que tengo rotas como siete costillas, unas muchas cortadas y moretones por todos lados? Pero sigo aquí, como si nada. -dijo con una expresión de enojo y preocupación.
Ericka aflojó los brazos y se relajó. Estaba sorprendida por lo que pasaba. No podía creer lo que Dúnkan decía, pero la sangre recién salida de sus cortadas la hacía pensar lo contrario.
-No vayas a entrar al agua. -advirtió. Ericka hizo una mueca de confusión mientras inclinaba un poco la cabeza. Dúnkan puso las mano sobre la superficie del agua y posteriormente varios peces salieron a flote y comenzó a tomarlos.
-Comida. -le dijo mientras los agitaba. Ericka esbozó una sonrisa y lo ayudó para que pudiera vestirse.
† † †
Los dos jóvenes se reunieron con Sarha, quien se encontraba sentada bajo la sombra de un gran árbol. Las dos chicas se miraron fijamente.
-Gracias Sarha. -dijo Dúnkan inesperadamente. Ericka lo miró molesta y este le regresó la mirada-. Si no fuese por ti, el combate hubiera sido directo e inevitable.
Sarha lo miró y le dio una patética sonrisa. Ericka por su parte comenzó a limpiar los peces mientras que Dúnkan se sentaba a un lado de Sarha y se quedó observando todo.
-¿Que fue lo que sucedió? -le preguntó en voz baja. Sarha lo miró de reojo-. Mientras dormía. -Sarha apartó la vista.
Se encontraban bajo la sombra de varios árboles. El viento fresco y el aire limpio del lugar lo hacía mas agradable-. Ericka salió. Nos dejó en su hogar pero ellos nos encontraron, unos jóvenes con poderes extraños, como los nuestros...pero algo más mortal. -dijo con la cabeza gacha.
-Tenemos que irnos ya. Hemos perdido demasiado tiempo. -dijo Ericka-. Pero no hemos comido nada. -objetó Dúnkan. Ericka lo miró inexpresiva y continuó recogiendo todo. Luego de eso nadie objetó nada e hicieron lo mismo.
En pocos minutos retomaron sus monturas y se marcharon del lugar.
† † †
Mientras avanzaban, ninguno de los dos Sabios podía evitar sentirse observados. Pero en el caso de Dúnkan el tenía un muy mal presentimiento de lo que pasaba. Por alguna extraña razón sentía que el bosque no los quería ahí.
Sarha iba mirando detrás de si cada que podía mientras cabalgaba por el irregular suelo boscoso.
El corazón de Dúnkan se detuvo. Una flecha surcó el aire hasta clavarse en un árbol. Una soga atada a la cola de la flecha se tensó e hizo caer a los jóvenes antes de que pudieran reaccionar.
Al caer al suelo Dúnkan profirió un alarido de dolor que lo hizo arquear la espalda hacia atrás y se puso boca abajo mientras escupía.
Varias siluetas salieron de entre los árboles y se posaron frente a ellos. Dúnkan miró por entre sus piernas y sólo pudo discernir siete siluetas.
Se puso en pie rápidamente y comenzó a atacarlos. El más grande de ellos lanzó una estocada que Dúnkan esquivó con facilidad transformándose en un rayo y posicionándose detrás de él. Dúnkan invocó a Antarsía y lo arrojó lejos.
Otros dos se abalanzaron sobre de él y se embarcaron en una feroz lucha. Ericka y Sarha por su parte se quedaron observando.
Una lanza rosó la mejilla de Dúnkan dejando una cortada de manera horizontal. La punta de la espada se dirigía a su rostro pero Dúnkan bloqueó el ataque con su espada y, de manera natural, dio un giro de costado y lanzó una patada circular.
Con su impulso lanzó un ataque y dejó fuera de combate al portador de la lanza.
El choque del metal lanzaba chispas al aire mientras que Dúnkan sólo lanzaba estocadas al azar las cuales eran detenidas con habilidad por su oponente.
El líder se puso de pie y observó los movimientos de Dúnkan para luego fijarse en su espada, mirándola con sumo cuidado. Antes de poder reaccionar y advertir a su compañero, Dúnkan dio una brutal estocada eléctrica a su oponente y lo arrojó contra un árbol.