La sombra observa con curiosidad al soldado que se aproxima.
−¿Queréis que os preste mi laúd? −pregunta el hombre tras él.
−No será necesario −responde el soldado con seguridad.
−Está loco, ¿qué pretende hacer sin un instrumento? −dice el mercader.
−A lo mejor tienes verdaderas ganas de morir −concluye el primer hombre.
Habla con la tranquilidad de un hombre que sabe que está a salvo, por el momento. Su nerviosismo ha pasado y ahora se muestra más curioso que asustado.
El soldado ignora la conversación de los dos hombres y suelta un pesado suspiro para intentar tranquilizarse. No es muy bueno contando historias, sus compañeros de armas siempre se burlan de él por eso. Incluso su mujer suele recordarle que su habilidad en la narración es nula.
Se decide por una canción. Después de todo, es lo que él y sus compañeros acostumbran a hacer tras acabar el turno de guardia por la ciudad. Acudir a una taberna, pedir una pinta de la más exquisita cerveza y cantar hasta quedarse sin voz, o hasta estar lo suficiente borrachos como para no recordar la letra de ninguna.
Vuelve a suspirar. Si la canción de un vulgar charlatán ha sido suficiente para esa criatura, una canción entonada por un soldado también tendría que ser suficiente.
La sombra le observa impaciente y ansiosa por su tardanza. No puede permitir que los humanos piensen en una manera de escapar.
Tardas demasiado.
−Mis disculpas. Esta canción se titula “Penitencia”. Suele ser popular en la milicia. Espero sea de vuestro agrado.
Cuando la soledad sientas aprisionándote
observa la Luna en mitad de la noche
pues ella te acompañará allí donde estés.
En tus recuerdos se sumergirá
para fuerza inculcarte o pesadillas provocarte
de tu propia conciencia eso dependerá
que es la única con poder para juzgarte.
Por el perdón suplicarás sin cesar
más este a ti nunca llegará
sin arrepentimiento verdadero.
Ni Dioses ni Jueces acudirán a tu final
tan solo tú allí te encontrarás
con el castigo que tú creas conveniente.
Y más te vale no pecar de resabido
si tus pecados grandes son
pues tú mismo sabrás que suficiente no es
y el terror te carcomerá desde dentro
buscando la más pura Verdad
aquella que tú mismo te tienes que dar.
Cuando sientas el temor envolviéndote
observa tu reflejo reprendiéndote
pon atención a lo que te dice
pues a uno mismo siempre caso se le hace.
Por tu interior lo sentirás recorriéndote
a veces siendo amable, otras deseando desgarrarte
pero siempre con intenciones de ayudarte.
Tu alma limpiará a conciencia
es su manera de purgarte.
Una manera de conseguir el perdón
con penitencia y sin galón.
La canción termina y todos guardan silencio. La voz del soldado es exquisita y no les sorprende que no necesitara instrumento musical para acompañarla.
Con una reverencia, el soldado espera la respuesta de la sombra.
Mensaje curioso el que transmite tu canción.
−Pero, ¿os ha entretenido? −pregunta el soldado temeroso.
De una manera muy grata. Tu deuda está saldada. A ti también te permitimos vivir un día más.
−Gracias, señora.
El soldado vuelve a su sitio junto a la hoguera. El hombre del laúd le sonríe ampliamente.
−Ambos nos hemos librado de la muerte esta noche. Felicidades, valiente soldado −dice ganándose una dura mirada.
−No es momento de celebraciones. Nuestros compañeros todavía no están a salvo.
−Cierto, cierto, mis disculpas. Es el alivio el que habla por mí.
−Si yo fuese tú, no lo estaría tanto. En cuanto salgamos de aquí, te llevaré ante la justicia para que pagues por tus crímenes, ladrón.
−Pero, ¿no era vuestra canción la que decía que cada uno debe juzgarse a sí mismo con el castigo que crea oportuno?
−También dice que el castigo debe ser proporcionado al pecado cometido, y puesto que tú no consideras tus faltas de la magnitud correspondiente, tendrán que ser otros lo que se encarguen de tu castigo.