Al día siguiente Julio se dirigió al gimnasio para entrenar.
—¡QUE DEMONIOS! –exclamó Julio al ver el gimnasio quemado.
Julio revisó su reloj y faltaban cinco minutos para que el gimnasio abriera. Julio se quedó esperando a que llegara don Carlos.
—¡NO PUEDE SER! –exclamó don Carlos cuando llegó y vio el gimnasio quemado.
Julio se le acercó y le preguntó:
—¿Que pudo a ver ocurrido?
—Tengo que contarte algo. Hace un tiempo recibí mensajes por telegram de un tal “Los sucios”, me dieron una dirección de monero, y me dijeron que si no consignaba algo, mi negocio sería cenizas, no pensé que hablaban enserio.
—Tenemos que ir a denunciar.
—Nunca hacen nada.
—Si no lo hacemos seguirán sin hacer nada.
—Está bien vamos.
Julio y don Carlos se dirigieron a la comisaría.
Editado: 07.09.2023