Capítulo 4
Instituto
Ella lo había pensado y a él no le había parecido mala idea, después de todo, pasaba mucho tiempo en el restaurante y sospechaba que a ella no le gustaba demasiado estar en casa sin hacer nada así que el Instituto era una buena opción para su esposa. Aunque aún no se hacía bien a la idea de tal, le sonaba tan raro que prefería evitarlo.
Hasta ahora, habían vivido y compartido más como compañeros de piso que como una pareja. Lo bueno es que se llevaban bien, cada uno hacia su parte en la casa y convivían sin problemas, conociéndose un poco más con el paso del tiempo.
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Nadeshiko empezaría su primer día en el Instituto. Aunque ella estaba bastante avanzada en contenidos, sus habilidades para congeniar en grupos grandes sería lo que se viera puesto a prueba. Fue sola a pesar de que Hiromu insistió en acompañarla, se sentía más confiada para salir sola ya sin perderse, aunque se perdía de todas formas, pero le gustaba pensar que era menos ya: su sentido de la orientación no le ayudaba en lo absoluto. Pero sabía lidiar con ello.
Al llegar y ver la gran edificación frente a ella se sintió más pequeño ya que de costumbre. Tenía todos sus datos para encontrar su clase. Aún no llegaban los profesores, por lo que se vio en los pasillos con varias personas encontrándose al muchacho que la había orientado en el camino, el joven que amablemente la había llevado hasta el restaurante cuando ella se había perdido. Fue una verdadera sorpresa encontrarlo allí ¡que pequeño que era el mundo! O al menos, Japón, que después de aquel día y sin dato de él más que su nombre, pensó que no era posible volverlo a ver y agradecerle que después de todo, aquel día había sido demasiado brusco para ella para asimilar todo. Pero ahora, era diferente porque había a aprendido varias cosas que no se enseñan en los libros. Hasta podrían presentarse, algo que había quedado en el tintero desde aquella vez.
Pronto, se dieron cuenta de que iban a ser compañeros de clases, lo que iba a mantenerlos un poco más cerca. Yoshiki Takahiro, como se había presentado el muchacho, se sentaba tres asientos delante de ella. Y a ella, le había tocado junto a una muchacha de lo más dinámica que había conocido: Mizuki Iori, quien apenas verla, la invitó a almorzar en el receso, así también, aprovecharon a dar una vuelta por el instituto y que su nueva amiga se fuera familiarizando con el lugar.
—Entonces ¿Yoshiki-kun es tu novio? —preguntó Mizuki mientras comían— los vi muy cercanos cuando apenas llegaste hoy, así que…
—Estoy casada —le sonrió la muchacha dejando los palillos a un lado del bento.
—¿Casada? ¿Tan joven? Eso quiere decir que te escapaste o eres una ricachona.
Nadeshiko no pudo evitar reírse. Aunque nunca se había considerado rica, el dinero después de todo, era de sus padres y escapar… precisamente, su matrimonio había sido un escape de sus padres, así que podría pensar que era la primera opción.
—Fue un arreglo de mis padres. Pero corrí con suerte, Shiratori-san es un buen hombre.
—Suena a que estás enamorada — la codeó con una sonrisa pícara en el rostro haciendo que su amiga se sonrojara. Sus mejillas habían tomado un color tan rojizo que hacían juego con sus ojos, de un extraño tono borgoña. Sospechaba que en su familia, no eran todos japoneses, por eso, ella tenía ese extraño gen en la mirada, pero era algo que la hacía ver mucho más interesante— en cierta forma, es un alivio. Pensé que había perdido mi oportunidad con Yoshiki-kun —le sonrió echándose contra la pared con total falta de preocupación. Mizuki era una chica muy especial.
Y por eso y lo bien que se había sentido al comer con ella, decidió que la ayudaría a declararse a Yoshiki, después de todo ¿Qué tan difícil podría ser aquello?
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Al finalizar las clases y acabar con las tareas extras, se dirigió hacia el restaurante. Había sido un día agotador pero estaba bastante contenta, por lo que no pensaba volver a casa aun, sin contar que le gustaba caminar en los días fríos, especialmente, con las decoraciones navideñas [1]por las calles. Las luces de colores era lo que más le gustaban que los árboles que habían perdido sus hojas por el frio quedando con ramas desnudas eran vestidos con una iluminación casi artística. Y se tomaba su tiempo caminando a pesar del frio para verlas. Así, hasta que llegó al restaurant y vio a Yoshiki en la puerta, mirando a través del vidrio redondo de la misma.
Ella lo saludó tomándolo por sorpresa, parecía que simplemente, no la esperaba.