Al salir del Instituto, como casi se le había vuelto una costumbre, iba a ver a su esposo al restaurante. Intentaba ayudarlo y aprender de él. Como aquella vez en la que realmente no había podido serle útil se sintió realmente frustrada, supo quw tenía que aprender de alguna forma y como bien sabía, la práctica hace al maestro.
Entró a la cocina y sólo encontró a Eiji ahí, avisándole que su esposo estaba en la parte trasera. Sin pensarlo, fue a verlo y se encontró con Mario discutiendo con él. Apenas vio eso, ella se quiso zafar del problema, más Hiromu la detuvo diciéndole que no interrumpía, corriendo a su hermana y llevando a su esposa dentro.
Mariko, por el contrario, no pensaba dejar las cosas como estaban, siguiéndolos por el pasillo a la cocina.
Hiro había evitado el tema durante mucho tiempo y prefería simplemente, colgarle cada vez que le hablaba de su madre, más, ahora ella había caído determinada a que la escuchara, pero él no tenía intenciones de eso y justo cuando estaba por abrir la puerta, Mariko se puso en medio en un último intento de que le prestara atención.
—Mamá te extraña. Siempre pregunta por ti. Deberías ir a verla.
Él respiró hondo frotando sus ojos.
—No quiero. No me interesa realmente. Ella sabe dónde vivo, después de todo, ella compró la casa. Que venga cuando guste, pero yo no iré a escuchar sus berrinches. Me he cansado de sus actuaciones de madre del año —dijo serio, más molesto que nada.
Sólo se escuchó el sonido de sus respiraciones después de eso. Mariko miró a su hermano y se interpuso en su camino.
—¿No me dejarás en paz con el tema?
Ella negó sonriendo. Era demasiado insistente y él prefería evitar problemas.
—Mira, mamá hace lo que quiere cuando quiere. Soy su hijo todo el año, no cuando ella me necesita. Me cansé de sus tira y afloja. Si ella quiere una relación conmigo, no seré yo quien de él primer paso. No tiene que actuar como madre si no quiere —y miró a Nadeshiko— tú tampoco debes hacerlo.
Y se dirigió a la cocina recordándoles que tenía clientes que servir. Mario aprovechó el momento a solas para convencer a Nadeshiko de hablar con Hiro sobre el tema. Ella no quería meterse en temas familiares. Lo cierto es que la familia no era precisamente su fuerte. Pero acabó aceptando, aunque no prometía nada al respecto.
Lo siguió después de despedirse de Mariko. Él no dijo nada, aunque lo sabía todo. Aun así, a ella le faltaba confianza para decir las cosas, así que también sabía que iba a tardar en encararlo.
Sé quedó mirándola recogerse el cabello largo en una cola de caballo y ponerse el delantal para salir a atender a los clientes. Sonrió al ver su dedicación. Era persistente. Aún le faltaba mucho que aprender, pero le ponía tanto empeño a todo que no iba a dudar de ella.
Estaba atendiendo unas mesas cuando vio a Yoshiki entrar al restaurante. Ella no le prestaba mucha atención a esos detalles, los consideraba propios de un buen amigo, pero no pasaban desapercibidos para su esposo.
—¿Ya puedes traer un pedido sin perder la bandeja? —bromeó siguiéndola en su camino.
Ella quiso sonreír, pero acabó haciendo un mohín.
—Sólo me hace falta prácticas ¿ordenaras?
—No. Vine por otra cosa —dijo sintiéndose algo nervioso— quería invitarte a la feria. Pronto sera Navidad, así que no estarán mucho tiempo.
—¿En serio? Suena divertido.
Y quedaron en encontrarse el fin de semana. Nadeshiko siguió yendo de lado a lado con órdenes y recogiendo mesas. Estaba tomando más confianza con todo, por lo que iba soltándose y haciendo más cosas por su cuenta.
—¿Que quería Yoshiki? —preguntó Hiro al terminar una orden de bastones de pescado.
—Quería invitarme a la feria. Le diré a Mizuki-chan que me acompañe, será un buen momento para ellos dos.
—¿Piensas jugar con los hilos del destino? —Sonrió Hiro al escucharla. Su esposa era demasiado inocente.
—No había pensado en eso. Su fuera tan fácil como atar un hilo no me preocuparía.
—¿Y cuándo te encargarás de tu hilo?
—Estoy feliz con él —contestó con una expresión llena de alegría antes de acomodar todo en la bandeja y salir de la cocina.