El brillo de los copos de nieve

Capítulo 7 — Decisiones

Su padre estaba en estado delicado. Más, lo peor había sido tener que soportar a su madre. Desde su matrimonio que no la había vuelto a ver, aunque su distanciamiento llevaba mucho más tiempo que eso.

Aun así, se habían quedado hasta que lo habían estabilizado y dejado pasar.

—Vayan ustedes, yo entraré luego —los animó Hiro a que se adelantarán.

Su madre quiso rebatirlo, pero Mariko la había detenido de eso.

Nadeshiko se quedó con su esposo. Se sentó a su lado y tomó su mano tranquilizándole de esa manera. Él acarició la fina piel con su dedo pulgar para terminar por soltarla y rodearla con su brazo por la cintura.

—No deberíamos haber venido ¿verdad? —preguntó sintiéndose culpable de haberlo incitado a llegar.

—Está bien. Lo veré en cuanto se vaya mi madre. Mi principal problema es con ella —aseguro.

Nadeshiko no preguntó, aunque tenía curiosidad por saber y en su mirada se reflejó eso. Hiro había aprendido a leerla como un libro y sin necesidad de que ella preguntara, decidió contarle un poco para que entendiera mejor la situación.

—Cuando hicieron nuestro arreglo de matrimonio, me negué. Ya había rechazado muchas veces a mi madre y a sus intentos de hacerme cabeza de la empresa. Pero siempre se las ingeniaba de alguna forma, hasta que me fui de casa y empecé el restaurante. Era mucho más pequeño y escueto que ahora, antes estaba solo en la cocina, no como ahora que tengo un asistente y varios meseros. Me costó mucho empezar de cero, pero era lo que necesitaba para estar bien conmigo mismo: era lo que me gustaba.

»Durante un año completo no tuve noticias de ella más allá de Mariko. Ella llegó un día con la propuesta de casamiento o la clausura del restaurante, había pensado en dejarlo pasar, pero se las había arreglado lo bastante bien como para que me costara volver a abrirlo. Sabes cuál fue mi decisión —sonrió de medio lado— aunque ella diga que me quiere, se las ha arreglado para hacer mi vida un caos o llevarme a elegir a la fuerza las cosas. Por eso, la evito. Si no tenemos contacto ni razones para vernos, tarde o temprano, dejará de interferir en mi vida.

Ella lo abrazó. Sé sintió más culpable de haberlo llevado ahí. Sabía lo difícil que era enfrentar ese tipo de cosas, pero parecía que con su padre no tenía demasiados problemas o eso fue lo que pensó cuando respondió la llamada.

Al cabo de un rato, salieron y Nadeshiko lo volvió a incitar a que entrara, más, el apretón que le dio en su mano, la hizo saber que quería que lo siguiera a la habitación.

Su padre estaba delicado, había tenido un ataque cardíaco y aunque había salido, su condición no era de lo mejor, por lo que se quedaría allí unos días hasta estabilizarlo y darlo de alta, con dieta nueva y medicación cambiada.

—Arruiné sus planes ¿no? Estas muy bonita —le dijo a la joven, quien sonrió tímidamente.

—Está bien, no interrumpiste nada.

—Entonces, debo regañarte porque no has celebrado la Navidad como se debe con tu esposa —aseveró frunciendo el ceño.

Ambos sonrieron.

—Mariko asumirá el cargo en unos días ¿sigues pensando lo mismo?

Él asintió. No iba la vida de empresario con él.

******

La vida había vuelto a su rutina habitual. Después de la discusión con la madre de su esposo las cosas habían estado tensas con Hiro. Lo había estado observando detenidamente y ni si quiera lo veía disfrutar la cocina, algo que a él le fascinaba ¿por qué? Sentía que mientras no hiciera algo definitivo, no iba a poder concentrarse. ¿Qué clase de cosas habría hecho su madre? Lo dudó y siguió atendiendo mesas. Había muchos clientes y ella debía dar lo mejor para él.

Quería animarlo de alguna manera, aunque no tenía idea de cómo podría hacerlo, decantándose tan sólo por continuar su trabajo. Se dirigió a la cocina llevando un nuevo pedido, sin poder encontrar a su esposo ahí.

—Si buscas a Hiro fue por unos ajíes. Me ofrecí, pero creo que no me escuchó —se rio.

Ella suspiró y se acomodó sobre la encimera, sintiendo el alboroto fuera ¡lo único que les faltaba era tener que lidiar con una pelea! Pero fue peor: había fuego. No terminó de posar sus ojos en los cubículos que rápidamente se habían incendiado que comenzó a correr de aquí para allá evacuando a todos. Pero ella no salió.




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