Caminaba nerviosa por la penumbrosa calle; solitaria; misteriosa... Con las manos apretadas en forma de puño y el corazón latiendo con rudeza, a punto de quebrar...
Quería sobrevivir, seguir como si nada, pero el pensamiento de haberle dejado morir le atormentaba.
Una mano le sujetó con fuerza. Cuando reaccionó, vio uno de sus pies flotando en el profundo y asqueroso abismo... Ese en el que nunca quiso caer. Suspiró aliviada; mas, cuando vio quién la había salvado, un grito sordo, sin fuerza soltó.
- No lo hagas, por favor – las lágrimas salían de sus ojos, dolía cada gota que tristeza que sobresalía de su tembloroso cuerpo–. Me ha costado demasiado sobrevivir... No lo hagas.
- Oh, pequeña... No voy a hacerte daño – se acercó a su oído, pronunciando palabras en la lengua muerta que más le había horrorizado... Latín – Cum minime exspectes, terror praeteriti temporis ut phoenix a suis cineribus resurgere possit.
Su voz era áspera, pero sus palabras le hacían pensar que tal vez su final podía convertirse en apiadado si dejaba de luchar contra lo que más deseaba: acabar de una vez con todo.