El brillo lunar /completa/

VITA

Varios oficiales nos dejaron encerrados en una habitación pequeña, sin ventanas y tan solo con una puerta.

 

-        ¿Quiénes son ustedes? – un hombre mayor, trajeado y con una expresión de superioridad asquerosamente notable, entró en la Sala.

-        Somos, Eiles Dawer y Derek Garrett – saqué del interior de mi chaqueta mi cartera, donde mi identificación marcaba claramente a lo que me dedicaba –. Llevamos varios meses tras unos cuantos sucesos “extraños” – resalté esa palabra haciendo el gesto de las comillas con mis dedos –, y al encontrar información sobre ello, alguien machacó el coche que nos asignaron para venir aquí y así poder movilizarnos sin problemas.

-        ¿Piensan que ha sido alguien de aquí? – elevó la voz con agresividad, a lo que yo respondí dando un paso adelante.

-        Por supuesto que sí – Derek me agarró de la muñeca, reteniendo mi impulso de encararme con el canoso –. Nosotros ayudamos a los gobiernos, siempre desde el anonimato – frunció el ceño –, y usted y sus amigos los perversos sacan dinero para sus asuntos feos.

-        No es de su incumbencia.

-        ¿Prefiere ir a la cárcel por hurto al Gobierno? – sonreí; sabía la respuesta, pero me gustaba la sensación de adrenalina al desafiar a alguien superior.

-        Tengo inmunidad diplomática – se dio la vuelta y salió de la sala –.

Tras unos minutos de silencio, nos echaron – casi a patadas – de allí.

Derek llamó de nuevo a David; y tras discutir otra vez, nos fuimos nuevamente a nuestra habitación de hotel.

 

El Gobierno nos estuvo acosando durante semanas… Siguiendo nuestros pasos y desgastando nuestras energías.

Nos quedamos a David con fuerza y respeto, a lo que poco después, un coche nuevo llegó a recogernos.

Nos llevaron a nuestro país con rapidez…

Me llevé más de tres semanas inquieta, con vómitos continuos y ataques de ansiedad.

Todo el tema de Italia me había trastornado, llegando al punto más temible:

 

-        Espero que lo estés entendiendo, Dawer – la voz de Wotermoon resonó por toda la habitación –. Es cuestión de salud, no de orgullo.

-        No puede prescindir de mí, señor – rocé mi mano por mi frente, cansada de tanto jaleo y tan pocas soluciones –. Puedo trabajar. Lo juro.

-        No, y no hay nada más que hablar. Este caso te ha hecho enfermar, no voy a discutir contigo – bajó la cabeza y luego habló calmado –. Le diré a Derek que vaya a visitarte, en cuanto termine de arreglar todo esto.

-        No hay necesidad.

-        Me da igual la excusa que me pongas, he dicho que no hay más que hablar.

 

Colgó apresuradamente. La cabeza me bombeaba ferozmente, con la fuerza de un tambor.

 

Le resté importancia a todo, ya que la cabeza me pegaba martillazos.

Me metí en la ducha y dejé que mis pensamientos se fueran junto al valor del agua caliente.

Salí y recibí una llamada de mi madre, para preguntarme sobre mi salud.

 

Poco después de terminar la llamada, alguien llamó a mi puerta. No tenía fuerzas para levantarme y abrir; pero tras varios golpeteos insistentes y ruidosos, me digné a abrir.

 

-        ¿Qué? – el hombre que estaba frente a mí se quedó estático, como si fuera impensable mi atuendo informal – Oh, Derek…

-        Buenos… ¿Buenos días? – soltó una carcajada y entró para adentro –, venía a ver cómo estabas.

-        Sí, buenos días – lo miré desinteresada –. Gracias por venir, pero estoy bien.

-        Perfecto – se estiró, dejando a sus huesos crujir con naturalidad –. Me quedo contigo unos días. Dave ha prescindido de mí – se giró para poder acercarse –. Quiere solucionar el problema solo… Y yo, por supuesto, lo he dejado.

-        Como quieras – sacudí la cabeza agotada, no quería discutir –. No te acostumbres a esto.

 

 

 

 

 

 

Los días pasaron, convirtiéndose en meses, que traspasaron a ser cinco fugaces años.

Recién había cumplido mis veinticinco; mi familia estaba orgullosa de lo que había conseguido por el camino: había concluido mi carrera de psicología, la cuál había dejado a medias al empezar a trabajar para Wotermoon, y a la que complementé con un grado superior en criminalística y conducta criminal; me mudé de ciudad, a una más tranquila y alejada de las grandes multitudes; dejé el trabajo, obviamente…  Desde que me destituyeran dos veces más, mi maravilloso jefe me echó de la “empresa”.

Me busqué la vida como pude, trabajé como camarera, dependienta en un supermercado y actuaba de niñera de cuando en cuando. Terminé dedicando a lo estudiado ejerciendo como ayudante en una consulta de psicología en un centro penitenciario.

 

Mi amistad con Derek no cesó, nos llevábamos muy bien y nos veíamos muy seguido… Aunque ese fuera el motivo por el que sufrí.

 

 

-        ¿Lo de siempre? – el pelirrubio apareció detrás de mí, con una gran sonrisa.

-        Claro, lo de siempre, Monsieur Garrett – bebí de mi café humeante, entre risas incandescentes –. ¿Cómo estás?

-        Bien, aunque últimamente estoy muy cansado – Derek también había dejado el trabajo de Wotermoon, así que había optado por trabajar en el trabajo de su padre: una librería –.

-        El rebajó supongo – solté una pequeña risita –. ¿Qué tal te va?

-        La verdad es que, pensaba que iba a ser más fácil – me acompañar –.

-        Bueno, no todo es un camino de rosas, querido amigo.

-        Lo sé – lo vi rebuscar en su bolsillo derecho, parecía nervioso –.

-        ¿De verdad está todo bien?

-        Sí, todo bien – puso las manos sobre la mesa y me miró con cariño –. Acabo de mudarme.

-        ¿En serio? ¿Aquí?  – dejé la taza en su posición inicial – ¿Por qué no me lo has dicho?

-        Era una sorpresa – me ensañó las llaves mientras ingería un terrón de azúcar divertidamente –.



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En el texto hay: temas como el abuso o el abandono

Editado: 15.12.2025

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