Después de la muerte de Derek, los dos mendrugos que me retenían, empezaron a compadecerse de mí.
Me sacaron de ese sitio mugroso, cosa que me extrañó muchísimo… Mis ganas de ver el sol cada vez eran más inexistentes…
Se estaba iniciando la primavera; el sol relucía irónicamente, como si todo fuera normal y feliz… Las mariposas revoloteaban por ahí, pero eso me asqueaba, me ponía los vellos de punta y las ganas de vomitar incrementaban a base que pasaba el tiempo.
Me encontraba en una pequeña cabaña, en medio de un pasto verde y hermoso; pero que no sabía dónde se encontraba.
No podía huir, no podía correr hacia ninguna dirección…
Me trataban bien, pero sabía que eso no iba a durar.
- John – Aaron, alarmado, se paró en el marco de la puerta, mirando con sorpresa al otro, que estaba parado detrás de mí, tocando mis hombros con delicadeza… Como si quisiera ganar mi confianza; o ganarme a mí –, el jefe nos reclama.
- ¿Qué quiere? – estaba molesto… Aunque yo rezaba por quitármelo de encima.
Desaparecieron. La casa estaba en completo silencio; pero sabía que no estaba sola.
- Hola, Eiles – «cámbiate el nombre» pensé. Esa voz ya la había escuchado antes… Pero seguía sin saber de quién se trataba –. Te he echado de menos.
- ¿Quién eres?
- ¿No reconoces a tu propio padre? – se me heló la sangre… ¿Mi padre? No podía creerlo. Me quedé estática, no sabía qué hacer, cómo reaccionar…
- Mi… ¿Mi padre? – las palabras casi ni salían. Me sentía confusa, pero sobre todo sentía una ira descomunal.
-
Mi madre me contó varias veces sobre mi padre… Había sido todo un mujeriego, haciendo llorar a toda aquella feminidad que encontrase por su camino.
Por lo que mi madre me contó que murió pobre y solo en una pequeña residencia que tenía en California… ¿Cómo había llegado a California? Ni idea, pero tampoco le di muchas vueltas al tema.
El sólo hecho de nombrar a ese hombre despreciable, ya me hacía enfadar… ¿¡Quién se creía!?
- No te quedes así, pequeña… – vino hacia mí lentamente, con los ojos clavados en los míos; traía un semblante elegante. No parecía tan mayor, parecía bien cuidado y aparentaba riqueza y lujo – Llevamos casi diecisiete años sin vernos. ¿No me das un abrazo?
- ¿Cómo sé que no es una broma? – la ira me consumía poco a poco. Los recuerdos de mi infancia y la muerte de Derek eran todo en lo que podía pensar.
- Mira esto, princesa – se remangó la manga de la camisa, enseñando una marca que sólo él, mi hermano Spencer y yo teníamos –. ¿Ahora ya estás conforme?
Retrocedí uno o dos pasos atrás, hasta que uno de mis pies se encontró con el final del primer escalón.
Tenía asegurada la caída; ¿iba a doler? Sí, pero me sentía flácida y descompensada por todas mis emociones.
Noté cómo una mano se detenía en mi cintura, ayudándome a sostenerme de nuevo… Era Aaron.
- Señor Dawer, dijo que no iba a darle esa impresión tan de repente – lo miró con descaro y desprecio; pero sin faltarle del todo el respeto –. Así no durará lo que usted quiere.
- ¿Te dije acaso que intervinieras? – los ojos azul gélido del que se hacía llamar “mi padre”, seguían clavados en mí, pero el descaro y agresividad hacia el recesivo era notablemente salvaje; cosa que me asqueaba.
- No – bajó la cabeza, influenciado por la presión –. Pero si quería recuperar a su hija, no tenía por qué hacer todo lo que ha hecho.
- ¿Qué he hecho? He matado a la única persona que podía delatarme si algún día todo saliera a la luz – la normalidad con la que decía aquello me daba arcadas –.
- ¡Has matado a la única persona que ha estado para mí desde que perdí el control de mi vida! ¡Él me ayudó a encontrar un nuevo rumbo! – las lágrimas inundaron mis ojos, y las piernas empezaron a temblarme; otra vez. Recordar a Derek era algo muy diario… Debería haber muerto yo.
- Lo siento – Aaron se disculpó, antes de sentir un pinchazo en el cuello –.
Lo siguiente que pude ver fue el techo – de nuevo –, que era, sin ninguna duda uno de los puntos fijos que más a salvo me tenían.
Cuando ya pude recomponerme, me senté en la cama, pensativa sobre lo ocurrido anteriormente… Me estaba volviendo demasiado sensible, y yo le prometí a Garrett que sería fuerte y llegaría a salvo a casa… Honrando su memoria.
Aaron entró a hurtadillas en mi habitación. Se apoyó en la pared que había junto a la puerta, con su típica característica de cabizbajo; pero sollozando en un tono sordo.
- ¿Estás llorando? – pregunté desganada.
- ¿Sabes? – sonrió apenado – No soy yo el que quiere hacerte daño.
- Claro – me acurruqué en la pared, abrazándome a mí misma; mostrando, lamentablemente, mi falta de cariño y apoyo en esos momentos –.
- Es mi hermano – continuó –. Desde que tu padre no contrató, se obsesionó tantísimo contigo, que para conseguir dominarte, consiguió hacer un trato… Por eso tu amigo murió.
- Yo nunca quise hacerte daño – repitió –. No quiero ser como él; aunque lo parezca.
- Me da igual – me quejé –. Esto no tiene nada de sentido. Si mi padre quería verme, tenía otras alternativas – me levanté y me puse frente a él –. Tu hermano el… – suspiré – Tu hermano ha abusado de mí tantas veces como ha podido. ¿Crees que me voy a tragar eso? Me siento vacía, sucia y despreciada.
- Voy a sacarte de aquí – salió apresurado –.
No volví a verlo el resto del día. Cuando cayó la noche, John volvió a verme, para hacer de las suyas; y acto seguido – para compensarme, quizá – me sacó de nuevo a la entrada de la casa, a admirar el panorama del prado a la luz de la Luna. Sus conversaciones eran monólogos interminables.