El brillo lunar /completa/

CORRE

Me pasé corriendo toda la noche, hasta que paré en unos árboles, cerca de lo que sonaba como una carretera.

Estaba agotada, fatigada y mareada; pero saqué las fuerzas necesarias para poder seguir.

 

Los coches pasaban a toda velocidad. Yo me quedé en un lado, separada del alquitrán por donde marchaban, pero lo suficientemente cerca como para que me vieran.

Grité fuerte y agité las manos, para que alguien parase:

 

-        ¡Por favor! ¡Alguien! – me hacían caso omiso.

 

 

Me llevé gritando hasta que amaneció.

Me di por vencida y crucé la carretera con cautela.

 

Continué colina arriba, con la esperanza de cruzarme a alguien.

En vano, por supuesto.

 

 

 

 

 

 

Así me pasé días. Sin comer, y parando de vez en cuando en algún que otro río para poder beber.

Cuando las esperanzas estaban a punto de desvanecerse, llegué a la entrada de una… ¿Ciudad?

Parecía grande y por todos los coches que pasaban por allí me di cuenta de que estaba bastante transitada.

Mi mente me decía «es familiar»; pero, como de costumbre, mi mente tardaba en recordar cosas así.

 

Caminaba por la acera asustada, intentando ubicarme y buscando algún sitio para sentarme.

Encontré un banco cercano, donde pude descansar y pensar un poco.

Me miré la ropa.

Estaba sucia y rasguñada. Era nueva; gracias a mi padre, pude ponerme ropa limpia y tener algo de higiene, que era mucho pedir anteriormente.

Mi respiración empezó a dificultarse, al aceptar que estaba perdida y sola en una ciudad que “no conocía”.

Me toqué el pecho, estaba estresada y agobiada; hasta que noté algo en el cuello que me salvó.

Mi collar.

Mi precioso collar de oro.

No me lo habían quitado, y eso era algo que agradecía al mismísimo mundo.

 

 

Corrí y corrí a la joyería más cercana y entré… Desesperada.

 

-        Buenos días – saludé por cortesía –.

-        Buenos días, señorita – el señor mayor de detrás del mostrador me observó de arriba abajo. Intuí que era por mis pintas, muy poco presentables. Aun así, fue bastante amable –. ¿En qué puedo ayudarle?

-        Venía a preguntarle algo – apoyé mis codos en el mostrador y me quité el colgante –. ¿Esto que valor puede tener?

-        Déjeme verlo – lo cogió delicadamente y con una gran lupa lo miró detenidamente –. Esto, fácilmente puede costar desde quinientos a novecientos euros.

-        ¿¡De verdad!? – estaba sorprendida, me sentía aliviada.

-        Sí – lo puso de nuevo en la palma de su mano, para entregármelo –. Tome.

-        Usted… ¿Estaría dispuesto a comprarlo? – pregunté en un aire dubitativo.

-        ¿Comprarlo? – abrió los ojos sorprendido – ¿Está segura de que quiere venderlo?

-        Sí – paré un momento y proseguí –. Mire, no sé dónde estoy, pero necesito el dinero. Es urgente.

-        Está bien, te lo compro – sacó de la caja registradora varios billetes –. ¿Cuánto quieres?

-        Se lo dejo en quinientos – sonreí emocionada –.

-        Bien – me dio el dinero –. Gracias.

-        Gracias a usted – dije, y me dispuse a salir; pero oí el carraspear de su garganta –.

-        Estamos en Navarra.

Asentí y salí de allí satisfecha.

Al saber dónde estaba, supe verdaderamente hacia dónde ir.

 

Cuando trabajaba para Wotermoon, tuve que ir un par de veces, para asuntos de los que ni siquiera sabía.

Lo que sí sabía es que allí había un piso donde podía quedarme mientras hacía mi trabajo.

Por mi intuición y varias preguntas a los habitantes, logré llegar a mi destino.

Llamé fuerte y estrepitosamente.

 

-        ¿Sí? – una chica de pelo rubio y de unos treinta y tantos, abrió – ¿Qué necesita?

-        Si aquí mismo muero, sabré por qué me pasó; aunque los motivos falten – recordé con facilidad la frase que tuve que aprender de memoria en mis primeros años de novata. Era para identificar sus mis compañeros de trabajo si algún día me pasaba algo –.

-        Pasa – me tiró del brazo y me metió para adentro –. ¿Cómo te llamas?

-        Eiles Dawer – me mantuve firme, pero las rodillas se me debilitaban por momentos –. Ya no trabajo para Wotermoon, pero – me interrumpió.

-        Tú eres la que había dado por muerta.

Esa frase hizo que me tambaleara, haciendo que me sujetase a una pequeña mesa del pasillo.

 

-        Muerta… ¿Me dieron por muerta? – pregunté estupefacta – Tengo que llamar a mi familia.

-        Adelante – me llevó al salón, donde había otra chica pelirroja y un chico de piel oscura –. Estos son Daniela y Mark.

-        Encantada – dije apresurada –. ¿Un teléfono?

-        Ahí – señaló y corrí hacia él. Marqué el número de mi madre, pero no contestó… Probé con el de Spencer, pero pasó igual; y ser con el de Linda y Jason –.

-        Esto no puede ser verdad… – me agarré el pelo con amargura, con estrés y con la presión acumulándose en mi pecho.

-        Oye – la chica rubia me tocó el hombro –. Cuéntanos, ¿qué te ha pasado?

-        Es una larga historia – balbuceé–.

-        Pues…  – miró a sus compañeros y sonrió – Date una ducha y nos lo cuentas.

-        Gracias – bajé la cabeza, dándole las gracias –.

-        El baño está allí. Ahora te llevo ropa limpia.

 

Me duché con rapidez y les conté a Tiffany, la chica rubia; Daniela y Mark sobre toda mi historia; y sobre las vidas que me había llevado por mi paso.

 

-        Increíble – pensó en voz alta Daniela –. Ese hombre está enfermo, de verdad.

-        ¿No pudiste llamar a nadie? – a Mark se le veía asustado.

Negué con la cabeza, sintiéndome desgraciada y liberada a la vez.

Por fin tenía la libertad que me habían robado.

 

 

 



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En el texto hay: temas como el abuso o el abandono

Editado: 15.12.2025

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