La última noche, antes de que me llevaran a casa y pudiera comenzar mi nueva realidad, cené con mis nuevos amigos y tomamos algunas copas en un club nocturno cerca de la casa.
Volvimos un poco ebrios, así que no tardamos mucho en quedarnos dormidos.
Fue la única noche que pude dormir verdaderamente bien.
Me sentía tranquila y protegida…
Me desperté de madrugada – de nuevo – y salí a ver las calles iluminadas por la luz de las farolas, y quedarme con el recuerdo de esto, y poder olvidar lo ocurrido.
Paseaba sola, caminando con mis recuerdos revoloteando junto a mí. Haciéndome vivir y revivir los Buenos momentos… Pero lamentablemente, también los malos… Que aunque quisiera, nunca borraría de mi memoria.
Esos días que pasé con mis tres nuevos compañeros, salíamos día a día, para ellos trabajar y yo acompañarlos y no sentirme sola.
La luz del Sol me daba escalofríos, que hacían que mi espalda se arqueara y mis músculos se tensaran con intensidad.
Los sitios cerrados me daban pánico y las tardes en las que los niños jugaban por las calles con felicidad me asqueaban y fatigaban.
¿Por qué estoy así?
Ya sabía por qué… Pero pensar en eso no me ayudaba a calmar mi mente.
Derek se había sacrificado por mí, aguantando palizas, insultos y malos tratos; sólo para asegurarme la salvación y el buen cuidado.
Aaron quería liberarme, porque él no era malo… – nunca me insultó, ni siquiera me puso un dedo encima – Y por eso, lo mataron.
Lo peor es que, no sabía qué le habría pasado al bárbaro de John, por haberme dejado marchar…
¿Y mi padre? ¿Me encontraría?
Sacudí esos pensamientos al darme cuenta de que no sabía dónde estaba.
Había salido a tomar el aire, pero no me di cuenta de que todo a mi alrededor había desaparecido.
Llegó un momento en el que no había nadie… Ni luces, ni coches, ni luz que habitara el lugar.
Miré por todas partes, pero no reconocía nada. Todo en silencio… Todo tan vacío como yo.
Oí pasos, por lo que empecé a caminar ligeramente.
Los pasos cesaron, y yo seguía sin saber qué hacer o a dónde dirigirme.
Logré calmarme, y mi paso se ralentizó.
Intenté mantener mi mente ocupada en ubicarme… Pero no funcionó…
Miré hacia el cielo, poniendo mi vista sobre el extraño brillo lunar.
Caminaba nerviosa por la penumbrosa calle; solitaria; misteriosa... Con las manos apretadas en forma de puño y el corazón latiendo con rudeza, a punto de quebrar... Quería sobrevivir, seguir como si nada, pero el pensamiento de haberle dejado morir me atormentaba.
Una mano me sujetó con fuerza. Cuando reaccionó, vi uno de sus pies flotando en el profundo y asqueroso abismo... Ese en el que nunca quise caer. Suspiré aliviada; mas, cuando vi quién me había salvado, un grito sordo, sin fuerza solté.
Era mi padre… Roman Dawer…
¿Por qué ahora? ¿Por qué no me dejaba tranquila?
Sujetaba mis muñecas con fuerza, y yo apretaba mis mandíbulas por el dolor.
No lo hagas, por favor – las lágrimas salían de mis ojos, dolía cada gota que tristeza que sobresalía de mi tembloroso cuerpo–. Me ha costado demasiado sobrevivir… No lo hagas.
- Oh, pequeña… No voy a hacerte daño – se acercó a mi oído, pronunciando palabras en la lengua muerta que más me había horrorizado… Latín – Cum minime exspectes, terror praeteriti temporis ut phoenix a suis cineribus resurgere possit.
La palabra miedo era insuficiente para explicar lo que sentía en ese mísero momento.
Su voz era áspera, pero sus palabras le hacían pensar que tal vez su final podía convertirse en apiadado si dejaba de luchar contra lo que más deseaba: acabar de una vez con todo.
¿Iba a rendirme?
Ni en mis peores pesadillas.
- Por los caídos – mordí la mano dura y apretada de mi padre, que soltó un pequeño quejido –.
Acto seguido, sentí cómo algo se clavaba en mi vientre. De reojo, vi a John con expresión neutra; parecía un robot, en vez de una persona normal… Sus palabras me dejaron, incluso, más helada que el dolor que sentía.
- Lo siento, mein kätzchen – se dio media vuelta y se alejó en la oscuridad –.
La sangre brotaba, sin ninguna duda. Pero dejó de doler. Porque…
¿Qué era real aquí?
Nada.
Ni mi dolor, ni mi situación.
Nada.
Ni mi vida, ni la de mi familia o amigos era real. Todo una mera fantasía creada por una persona con inspiración.
¿Por qué una historia así? ¿Por qué no acabarla feliz?
Fácil respuesta: los finales felices son para aquellos que ven la vida desde un punto de vista egoísta y satisfactorio.
Todos los días, casi minuto a minuto, muere gente de todas partes del mundo… ¿Para qué fingir un final bonito cuando la felicidad es algo estético e irreal?
Yo elegí un final irreal, para hacer ver que no toda historia ficticia tiene que ser con un final idílico.
Ahora… Hazlo tú.
Crea ese sublime final que tú y todos buscan.
Trata de buscarle a Eiles el lugar que se merece en este injusto mundo.