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Quizás no estaban rodeados de joyas, de cosas brillantes y grandes tesoros como muchos otros dragones, para él, la hierba fresca y verde, el sonido de los animales al amanecer, el suave aroma a miel y hojuelas eran su mayor tesoro, adoraba despertarse temprano para poder disfrutar de todo eso y al pasar recibir algunos mimos y bocadillos de los aldeanos.
Cómo los hombres siempre trabajaban desde antes de que el sol saliera, las mujeres de la villa eran quienes le saludaban y sonreían al pasar durante sus paseos matutinos, incluso la esposa del panadero siempre le tenía lista ya un gran pan adornado con miel para qué lo llevará en la boca mientras regresaba a casa.
"Mientras el rey no está
Las joyas del palacio se han perdido
¿Quién las habrá tomado?
¿Dónde estarán esas traviesas?
Vamos a buscarlas.
Quizás las tenga el gnomo,
El gigante de la montaña,
El dragón del bosque
¿O las tendrá el rey demonio?"
Los niños usualmente cantaban alegres aquella canción para jugar, hace tanto tiempo que el Rey Demonio se había encerrado en su castillo debilitado y ya nadie le temía.
Él era muy pequeño para entenderlo, pero le gustaba jugar con los niños, dejarles tocar sus escamas, y montarse en su espalda mientras el sol bajaba y anunciaba que debía regresar a casa.
Su padre siempre le recibía en silencio, estoico y fuerte como era solo podía notar su cariño en su mirada, junto a la misma y tonta advertencia de siempre.
Y él sin poder hablar aún, solamente asentía corriendo con sus 4 patitas hasta donde los demás de la manada dormían y se acomodaba entre ellos mientras su padre se quedaba mirando el cielo cerca de la entrada de la cueva.
Aunque no aceptaba sus advertencias, le respetaba, y podía dormir tranquilo después de un día divertido, mientras las palabras del mayor siempre le dejaban pensado hasta quedarse dormido.
"No confíes en los humanos, hijo"
***
— Iñaki —
Abrió los ojos de golpe, con la respiración agitada y sintiendo el pulso de su propio corazón, la adrenalina pasaba tras unos segundos, miró a quien le había llamado y retrocedió de dónde estaba asustado, alejándose lo más que pudiera de Kanu.
— Valiente guardia personal —
Biel sentado en la cama sin muchas ganas de existir nada más le miraba con burla mientras le aventaba uno de sus cascabeles para que terminara de despertar, el dragón tomó el objeto en movimiento con una sola mano, sacudiéndose polvo que le había quedado en el uniforme y acomodando su cabello.
— Me quedé dormido —
— ¿En serio? Supuse estabas meditando — El elfo le sonrió irónico, levantándose y estirándose mientras Iñaki se colocaba en su asiento junto a la puerta y Kanu, completamente aburriendo volvió a sentarse cerca del librero con uno de los libros en mano.
— Kanu, cuéntame historias — El rubio se volvió a acostar en la cama, invitando al humano con una mano a acomodarse junto a él.
— No por favor — Iñaki inmediatamente puso cara de súplica, lo cual divertía al bufón pues siempre era lo mismo. Desde que Iñaki se había vuelto su guardaespaldas, ahora los 3 compartían la habitación, y cuando el elfo pedía historias de Kanu, eso únicamente significaba historias del héroe, lo que parecía dar alguna clase de ataque al dragón.
— Mi habitación, mis reglas — Renegó de inmediato — Así que, ¿Kanu? — Sonriendo cuál niño espero a que su mascota se mostrará dispuesto a hacerlo. El humano suspiro profundo cuando se resignó, dejó el libro en su lugar y se sentó en la cama acomodando la cabeza de Biel sobre sus piernas para empezar la historia.
Iñaki evitaba ver ese tipo de escenas, el rubio con exceso de confianza se dejaba hacer y deshacer por el humano mientras esté peinaba disimuladamente sus cabellos claros. Quizás por vivir con esos dos es que recordaba a su padre ahora, después de tanto tiempo.
Editado: 12.11.2022