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El reino de las criaturas mágicas era un infierno, desde que nacías ya estaba escrito que debías hacer con tu vida, que tan buena fuera ya estaba predestinado por tu origen y el poder de tu especie.
El clan de las serpientes plateadas era uno de los mejores donde podías nacer, pues era un clan grande, poderoso, respetado y tenía el favor del rey Demonio Endeavor. Una serpiente demoníaca siempre era símbolo de admiración, pero ¿Qué tan mala debía ser tu suerte cuando solo eran mitad serpiente?
Quizás estaba escrito que tendría una vida miserable desde el momento en que su padre, uno de los herederos del clan, la serpiente más grande y con escamas más fuertes y brillantes, se encaprichó con una humana, una simple y sucia humana.
Debido a su gran tamaño, al cómo sus escamas resplandecían con la luz, en algún punto de su historia los humanos les vieron como Dioses, y a cambio de obtener su favor, entregaban como sacrificio a bellas mujeres cada generación para no perder su protección, sus antepasados devoraban aquellas mujeres después de haberles torturado por placer y a cambio obtenían más poder. Pero su padre fue el eslabón débil de la familia.
Una única mujer, el único sacrificio que se hizo aquella generación debido a la baja natalidad, fue la que conquistó a su padre, le enredó con sus palabras para evitar la muerte y él le prometió el cielo y la tierra a cambio de su amor.
De esa manera, a pesar de que había nacido en un buen clan, había sido maldecido con nacer con forma humanoide, idéntico a aquella mujer exceptuando las escamas plateadas que crecían en su espalda y brazos, desde que nació fue la deshonra de su clan y su padre fue encerrado en una montaña como castigo ¿Y su madre? Esa mujer...
Había tratado de escapar en la primera oportunidad.
No podía ni siquiera llamarla madre, al final ella solo había embaucado a su padre, le había dado a luz solo para sobrevivir, y cuando vio que no le era útil para ello lo dejó atrás a su suerte. Irónicamente, murió engullida por sus parientes, pero ya le había dado a luz, él ya existía ¿Para qué? No había un fin a su vida, y aunque eso lo entendió desde pequeño nunca pudo entender por qué le mantuvieron con vida.
No era una serpiente de gran tamaño, nada más un humano enclenque y escuálido que tuvo que aprender a vivir a su manera pues sus familiares no podían ayudarlo. El único momento de luz en su vida, fue cuando el nuevo rey demonio tomó el trono.
"Aceptaré a cualquiera que me sirva y me sea útil sin importar su raza o condición"
Esa pequeña parte de su discurso fue la que le dio una esperanza a su vida, no tardó en escapar de casa y enlistarse en el ejército del Rey Demonio Shouto, donde finalmente podría darle algo de honor a su familia quienes le habían criado pese a que su destino era morir.
Poco a poco, con las pocas fuerzas que podía ofrecer su cuerpo trato de resaltar hasta serle de utilidad al Rey que le había sacado de su sufrimiento, aunque no logró mucho, terminó siendo guardia en la prisión real del castillo principal, un gran honor aunque no hubiera mucho trabajo, puesto que el Rey eliminaba a todos sin pensarlo.
No fue hasta que el grupo del Héroe se acercó que finalmente tuvo trabajó, tres humanos inútiles y ruidosos fueron a parar en su celda de custodia y él y sus compañeros tenían que soportar sus quejas todo el día.
Más cuando el bufón real llevaba a su mascota a verlos, los dejaba más alterados y molestos. ¿De qué les servía quejarse todos los días si solo debían esperar su muerte inminente? No los entendía, y tampoco quería entenderlos, no quería nada que ver con la misma raza a la que pertenecía su progenitora.
"Tienes forma humana ¿Por qué no tratas de que se callen?"
La frase de su superior fue lo que lo condenó a él.
Aprobado por el Rey, fue designado como el guardia principal y quién debía darles sus alimentos a sus horas y controlar que no hicieran tonterías, aunque el primer día solo recibió la comida en la cara y un amigable "no quieras sacarnos información fingiendo ser como nosotros"
Ojalá... Su aspecto únicamente fuera un engaño como ellos creían.
En algún punto terminaron acostumbrándose y él nada más se reía en su interior ¿Era tan fácil domar a los humanos? Quizás por eso el bufón real se había llevado a uno.
Y aunque al principio solamente los vio como gusanos insignificantes, pasó demasiado tiempo con ellos, debió haber cambiado de puesto antes, debió mantener su distancia, debió... Seguir odiando a los humanos.
Pues con cada día, cada pequeña charla, cada tontería que pasaba, cada pequeño gesto que compartía con ellos, se iba condenando, y no lo supo... Hasta que ver las lágrimas de aquella humana le hizo añicos el corazón.
Se condenó a sí mismo sin saberlo cuando se acercó a consolarla, al secar con sus manos sus lágrimas, al procurar su bienestar después de eso, al pensar ... Que tenía cierta belleza cuando sonreía.
Siempre detesto a su papá por ser débil, por no reflexionar antes de enamorarse de aquella mujer que era peor que las arpías, pero después de varios meses cuidando de aquellos humanos, de aquella humana, quizás podía comprenderlo.
— Otra vez estás herida, deja de causar problemas — Con un paño húmedo se arrodilló a su altura para limpiarle el rostro a través de los barrotes, con cuidado de no dañarle, solo quitando los restos de tierra. Ella sonrió agradecida y sus ojos brillaron entre los rizos enmarañados que cubrían su rostro.
— Perdón, no lo volveré a hacer —
— No seas mentirosa, lo volverás a hacer, y yo tendré que cuidarte de nuevo — Le pellizcó la nariz con molestia, aunque era más preocupación porque los intentos de escape de la chica causaban que se lastimara mucho.
— Por eso no tengo miedo, porque aunque le lastime tengo a mi guardia para que me atienda — Cínica, quizás con burla, pero sonriente como un ángel la mujer soltó una leve risita triunfante, y él únicamente pudo sonreír ante ello rendido.
Editado: 12.11.2022