El caballero del tiempo

Capitulo 4: Balthazar Galanth, El legendario Caballero

Balthazar Galanth

 

Todo comienza cuando en un próspero reino llamado Galdared, el cual se destacaba por sus leyendas que rodeaban la fundación del mismo, pues la historia indicaba que un gran poder tuvo el primer Rey, hace once generaciones, el cual usó para conquistar los actuales dominios, una fuerza entregada por los mismo dioses, para que se mantenga por la eternidad, he ahí que su símbolo sea una especie de reloj de arena, donde está encerrado una extraña bestia alada, en su treceava generación, acaba de nacer el príncipe Balthazar, hijo del Rey Ulrich, el cual tuvo un parto complicado.

  • Al fin te tengo conmigo - comentó la Reina sosteniéndolo - crece y se un gran hombre, siempre estaré a tu lado.

La mujer sonreía con la myor felicidad que su corazón podía ofrecerle, el Rey quien la acompañó en todo momento, miraba con gran solemnidad, ver a su amada esposa y con su querido hijo, la reina cerró los ojos, manteniendo su característica sonrisa.

  • Debió dormirse - comentó la partera - fue un gran esfuerzo el que tuvo, el niño era muy grande para su cuerpo, pero nació sano, eso es lo importante.

Cuando el Rey fue  a tomar a su hijo para abrazarlo, la mujer no cedió al soltarlo, el hombre no hizo mucha fuerzas, para no lastimarlo.

  • Mi amor, descanse - dijo - déjeme tomar al niño.

No hubo respuesta.

  • Angeline, vamos - comentó - déjeme tenerlo en brazos.

Pero la mujer no contestó.

La partera se acercó, tocó a la mujer y su cara se cambió por horror.

  • ¿Ocurre algo? - exclamó el hombre - dígame.
  • La señora ya no respira - comentó - la reina, ha…
  • No lo digas - exclamó furioso - es mentira, ella solo está durmiendo.

El niño comenzó a llorar asustado.

Abrió los brazos de la mujer, sin lastimar al niño y lo retiró, luego comenzó a mover a la mujer, no fue hasta que la cabeza cayó  a un lado, le pasó el niño a la que sería su matrona.

  • Por favor mi amor, no mueras - exclamó con lágrimas en los ojos - no te vayas de mi lado, tu eres mi vida.

El nacimiento de el príncipe, marcó la muerte de ambos reyes, la mujer entregó su cuerpo y vida para dar a luz y el hombre colapsó por completo su mente, nunca más fue el mismo, la  sonrisa que tuvo cuando nació su hijo fue solo un recuerdo que se perdió en el tiempo.

Los años pasaron, donde aquel reino prosperó comenzó a decaer en el dolor y la tristeza,   por el luto de la amada Reina, pero aquello fue el princiìo de la tristeza, el Rey se dedicó a tomar, hacer fiestas constantes, donde estaba invitado los nobles del reino, los cuales al ver el bajo estado mental, comenzaron a abusar, robandole a escondidas, esto fue descubierto por un pequeño Baltazar de tan solo quince años, quien al ir a avisar, fue golpeado por uno de sus tíos, el cual de hecho quería matar a su hermano, este lo incentivaba a subir los impuestos al pueblo, a tomar cualquier mujer, de hecho cuando fue a decirle a su padre que le estaban haciendo, este se encontraba encamado con tres mujeres en un acto carnal, las cuales tenían al menos la mitad de su edad, incluso una niña que tenía la misma edad que él, la cual esperaba asustada su turno asustada, pudo ver las lágrimas como caían por su mejilla, detrás de ella vió de fondo había más hombre y mujeres de todas las edades realizando aquel acto carnal.

  • Qué haces aquí mocoso - exclamó furioso aquel alcoholizado hombre -  o acaso al fin te has decidido a ser un hombre, ven unete.
  • Padre, necesito hablar con usted - exclamó nervioso.
  • ¿Solo a eso vienes, a llorar? - exclamó furioso - mejor largate, marica llorona.

Seguía observando a la niña que estaba completamente desnuda, nunca la había visto antes, pues estaba acostumbrado a ver quienes entraban al castillo y saber sus movimientos, de hecho  su tío, lo había visto antes, pero nunca lo atrapó. Su mirada recorría a la niña con su frágil cuerpo temblando, con sus largos cabellos rubios colgando.

El joven se comenzó a sacar la chaqueta, la cual colgó en su hombro, a diferencia de toda la ropa que estaba por todos lados regada en el suelo, de hecho su padre había perdido muchos ropajes finos al hacer estas fiestas.

  • Padre, me llevaré a esta jovencita - exclamó pasando la mano su cabellera - la quiero para mi, me he decidido a ser un hombre completo..
  • Ya era hora - exclamó - yo a tu edad ya lo había sido.

El hombre en toda su vida nunca le había sonreído, pero aquella fue la primera vez que lo hacía, tuvo la primera aprobación en toda su vida y lo único que debía hacer era forzando a una muchacha, en el fondo se sintió feliz, pero triste por las circunstancias..

  • ME la llevaré para estar más privado - comentó, miró a la niña para ordenarle fríamente - levántate sígueme, te quiero en privado.

La joven miraba hacia el suelo con la expresión completamente vacía, le tomó la suave mano, a lo cual asume que el resto del cuerpo debía ser igual.

LA chica comenzó a caminar. a medida que la guiaba el joven príncipe.

  • Dónde están vestimentas - exclamó - debes recogerlas y llevarlas contigo.

Ella obedeció, estiró la mano al asiento donde estaba sentada tomó un vestido, se la puso bajo el brazo, Baltazar recogió los zapatos que calculo que eran de ella, por lo pequeño que eran, al bajar su mirada y compararlo a sus pies.

La llevó a fuera del salón real, su intención era llevarla a su habitación, a penas dieron unos cuantos pasos afuera, puso el abrigo que se sacó sobre la muchacha.

  • Me preguntó qué pensarían las sirvientas si vieran al príncipe con una joven desnuda a su lado - comentó - prefiero taparla, ¿de acuerdo?.

No respondió, solamente se limitó a asentir con la cabeza.

Luego de recorrer el castillo hasta llegar a su habitación,  se encontró por el camino con una sirvienta, las pocas que no estaban en las fiestas carnales de su padre, pues es una mujer mayor, la cual era descartada, a quien le indicó que llevará algo para comer en treinta minutos, luego dijo: “espera un momento para continuar su camino, se volteara y no mirara por ningún motivo hasta que escuchara la puerta de sus aposentos, evitando alguien que mirara a la niña.




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