Alan despertó al día siguiente, bajó las escaleras y como de costumbre se fue a la cocina. Se encontró a sus padres y se sentó en la mesa, poco después llegaron sus hermanos. Todos se saludaron y comenzaron a comer. Al terminar de desayunar, Alan repitió la misma rutina del día anterior, viajando a la montaña y practicando para acostumbrarse a sus nuevas habilidades físicas. Fue una rutina que repitió por varios días.
Luego de un tiempo, comenzaba a tener un poco más de control de su nueva fuerza, podía hacer gala de una fuerza y velocidad sobre humana, de unos reflejos muy agudos e inclusive entrenaba sus oídos, aunque en lo que respecta, tanto esa extraña espada que apareció en su mano días atrás y la misteriosa voz que había escuchado antes no volvieron a aparecer. Finalmente, luego de varios días de práctica, Alan se sentía con más control de su nueva fuerza.
Un día, luego de tantos, el chico como de costumbre bajó de su habitación, pero no encontró a sus padres haciendo y sirviendo el desayuno. Al bajar encontró a sus hermanas estaban abrazando a sus padres.
—¿Sucede algo o porque tanto afecto? — preguntó Alan fuera de lugar.
—¿No le dijeron? — Preguntó su padre a sus hermanas, al tener una respuesta negativa el respondió. —Bueno hijo, verás, a tu madre y a mí se nos acabaron las vacaciones, así que tenemos que volver a trabajar, por lo que no podremos verlos en un tiempo
Alan comprendió rápidamente la situación.
—Aaaaahhh… ya veo… no sé cómo expresar como lamento no haber pasado tiempo suficiente con ustedes, yo…
—No te preocupes hijo — Dijo su padre interrumpiendo sus palabras. — Pasaste por algo terrible hace poco y sentía que se me desgarraba el corazón el tiempo que no supe de ti. Pero estas bien y parece que lo que haces te ayuda a que eso no te afecte
El padre de Alan lo abrazó con fuerza.
— Te quiero hijo…
—Yo también te quiero, pa...— Respondió Alan mientras correspondía su abrazo.
La despedida continuó, Alan les decía adiós a sus padres mientras les aseguraba que cuidaría la casa y a sus hermanas mientras ellos no estuvieran.
—¿Quién lo hubiera dicho? — Comentó la hermana más menor de Alan. —Mamá soñaba con ser aeromoza, papá con ser piloto y al final eso fue lo que los unió, parece que algunos si tienen finales felices.
—Tengo la sensación de que, aunque no cumpliéramos nuestros sueños nos hubiéramos terminado encontrando. — Respondió el padre.
Luego de un poco de platica más, los padres de Alan subieron a un taxi que los llevaría al aeropuerto. En la entrada de la casa, todos se despedían.
Alan regresó a su habitación y mientras se marchaba la hermana del medio preguntó.
—¿No vas a salir hoy? —
—No, hoy no —Respondió Alan con una sonrisa. —El lunes reinician las clases en la preparatoria, así que quiero aprovechar el fin de semana para descansar y jugar videojuegos.
—Ahora si pareces tú — Comentó la hermana menor, imaginaba que su hermano ya no le afectaban los sucesos ocurridos, pero es porque ella desconocía las intenciones de su hermano.
Al caer la noche, Alan tomó de su guarda ropa, una chaqueta con capucha negra y unos pañuelos negros, se puso unos jeans, guantes y tenis. Abrió la ventana y miro por ella hacia el despejado y titilante cielo.
—Bien…— Se dijo a sí mismo —solo tengo que volver antes del amanecer… y no romper el techo de los vecinos…
Tras decir eso, Alan corrió a lo largo de su habitación y dio un ligero salto que lo hizo poder pisar el marco de la ventana y con ese pie que lo sostenía, se impulsó con fuerza dando un gran salto que lo llevo hasta el techo de su vecino. Él pisó, dio unos cuantos pasos y volvió a saltar llegando al techo del siguiente vecino, llevo ese ritmo por unas cuantas calles hasta que se acercó a una avenida donde transitaban camiones de carga pesada. Al acercarse, un camión de doble remolque transitaba por la calle, Alan se dio prisa y salto hacia el contenedor. Con un exitoso salto llegó a salvo y se quedó de polizón por un rato, por la ruta de la carretera se debería llegar a una zona de grandes edificios en cuestión de minutos.
Una vez adentrado, Alan saltó del contenedor hacia un edificio de 3 pisos cercano, llegando de un salto al techo.
—Bien, solo debo buscar hasta encontrar a alguien que me pueda decir quien organizó el atentado a la escuela… debería ser ¿pan comido?
Aunque ya era muy tarde para arrepentirse, no dejaba de dudar de sus impulsivas ideas que lo metieron en esa situación, sin embargo, no iba a retroceder. Comenzó a moverse a través de los techos mientras se concentraba en poder escuchar todo lo posible a su alrededor, autos, personas gritando, música. Bajaba de los techos para transitar por las calles y cuando quería visualizar terreno volvía a las alturas deliberadamente.
Luego de un rato de pasear logró escuchar algo
—El jefe quiere verte, desaparecieron casi cien mil y creen que fuiste tú
—Te juro que yo no f…
—Ahórratelo, no sé cómo le vayas a hacer, pero o consigues ese dinero ahora mismo o te van a meter un tiro a ti y a tu mujer
—Por favor no, ella no tiene nada que ver
—Tú ya sabias en que te metías tú y tu familia cuando aceptaste el encargo
La conversación continua y mientras tanto Alan se acercaba a la fuente del sonido. Al llegar al lugar, desde un tercer piso encontró dos hombres de aspecto de pandillero conversando en un callejón. Los observó por un momento y de pronto una camioneta llena de hombres que vestían de forma un poco más elegante que ese par de pandillero, vistiendo pantalones elegantes, camisa y alguno que otro accesorio. Un total de cinco hombres bajaron de la camioneta y se acercaban a los otros dos a la mitad del callejón.
—Bien, bien… haber hijo de tu puta madre ¿Qué le hiciste al pinche dinero del jefe? — preguntó con un tono amenazante el hombre al centro de los hombres que bajaron de la camioneta.
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Editado: 10.08.2020