El Caballero Fantasma

08. La Segunda Noche

Tras dormir toda la mañana hasta el atardecer y recibir un regaño de sus hermanas por ello, Alan aseguró que fue porque se quedó jugando videojuegos hasta el amanecer. Por alguna razón sus hermanas le creyeron. El día pasó como si nada, se la pasó en casa y actuó como lo haría siempre, hasta esperar a que el sol cayera. 

Una vez el sol se fue, se despidió de sus hermanas quienes se retiraban a dormir, luego de hacerlo, Alan se dirigió hacia su habitación, cerró la puerta y tomó las mismas prendas que usó la noche anterior. Repitiendo el mismo patrón se fue hacia la ciudad. 

Una vez adentrado en la densa jungla de concreto, tenía que volver a buscar, pero esta vez no iba a ciegas, tenía un indicio, el apodo del halcón era una pista sólida, el problema que esta vez tenía que superar era el de buscar a alguien o algún lugar donde pudiera conseguir más información. Con ese pensamiento en mente, caminó sin rumbo por la ciudad. En la noche la gran mayoría de los locales y tiendas estaban cerrados, pero lugares como cantinas y algunos comercios permanecían abiertos, el solo tenía que escoger el lugar indicado para comenzar a buscar, siempre con su oído alerta. 

Un par de horas de caminata sin rumbo, pisando los barrios menos aconsejables para visitar en la noche, Alan avanzaba prestando atención a cualquier movimiento que pudiera darle indicios, entonces el escuchó algo que le robó por completo su atención.

—Y es por eso que no haces enojar al patrón, si te dice que hagas algo, en ese momento te muev… 

Finalmente encontró un par de sujetos con vestimenta elegante que bajaban de una camioneta, ambos se dirigían a la entrada de un bar de strippers al cual pertenecía el estacionamiento de donde bajaron ambos. Alan comenzó a seguirlos cuidadosamente, evitando llamar su atención. Pero en cuanto ellos entraron él se detuvo. Les dio unos minutos de ventaja para evitar sospechas de su entrada, los cuales aprovechó para inspeccionar la camioneta de ellos, ahí encontró en el asiento de atrás, un rifle muy similar al que los criminales que atacaron la escuela usaban. 

Luego de esa posible pista, se dirigió a entrar al bar, pensó que, si no llamaba la atención, no tendría problemas, además de que no lo echarían por no tener dinero. El entró y el olor a alcohol penetró fuertemente en su nariz, evitando llamar la atención se dirigió hacia una mesa cercana a los sujetos que bajaron de la camioneta y se quedó ahí a escucharlos. 

—Entonces… ¿Qué voy a hacer? 

—Nada, de momento no tienes que hacer nada, solo quédate pegado a tu teléfono, y cuando te diga cuando y donde, te mueves sin preguntar

—Si ¿Pero qué tipo de trabajos voy a tener que hacer? 

—Pues de lo que haya, a veces tenemos que cobrar dinero, asustar gente, a veces tenemos que silenciar gente. Así que más te vale no echarte para atrás, tú tienes una deuda que si no pagas te mueres 

—Sí, sí, no te preocupes por eso 

Tras un poco de espionaje, Alan se dio cuenta de que quienes estaban prácticamente a su lado, eran personas terribles, pero el que parecía llevar las riendas de la conversación disfrutaba de su terrible trabajo, esto colmaba la paciencia de Alan, pero tenía que aguantarse, su prioridad era descubrir lo que tramaban ambos. Pasaron unos minutos hasta que por fin escuchó ese apodo que tanto necesitaba.

—Dicen que el jefe ha trabajado con un sujeto al que le dicen el halcón, pero… 

Poco después de eso, un trabajador del bar se acercó al muchacho.

—Oye, tú ¿Tienes edad para entrar en este lugar? 

Alan al verlo supo que su tiempo se había terminado, o se movía ya o perdía su oportunidad de hacer algo. El muchacho se colocó el pañuelo de forma que cubriera su rostro y le dijo al trabajador.

—Dame un momento, ya me voy… 

Tras decir eso, se dirigió al lugar de aquellos dos sujetos y de un salto se postró sobre la mesa. Aquellos dos estaban extrañados, se preguntaban quién era el sujeto frente a ellos y que era lo que quería. 

—¿Y tú qué? ¿Te quieres morir o qué? — Respondió uno de ellos al mismo tiempo que de su pantalón desenfundaba una pistola.

Pero esto no representaba ninguna amenaza, en cuanto le apuntó, de una patada a la muñeca, Alan le arrebató la pistola al sujeto, empujándola al aire donde él la tomó.

—Todo lo contrario, quiero estar vivo más que nunca… — Respondió Alan luego de apuntarle con el arma que le robó. El otro sujeto solo se quedaba mirando asustado. —Ahora tú me vas a responder unas cuantas preguntas. ¿Para quién trabajas? ¿Dónde lo encuentro? ¿Y cómo me puede llevar con el halcón?

—No te voy a decir ni madr… 

El sujeto parecía no preocuparle para nada su situación, podría ser orgullo o estupidez, pero lejos de querer cooperar, parecía que se quería hacer el típico hombre fuerte. Esto lo notó Alan quien, sin querer perder tiempo, cayó sus palabras disparándole en la rodilla. El sonido del disparo alertó a todos en el bar y esto causó que la gran mayoría saliera corriendo, no obstante, algunos sujetos se quedaron y desenfundaron sus pistolas.

—¡Vienes y me amenazas en el bar del jefe, tú estás bien muerto! —Exclamó el sujeto mientras se sujetaba la rodilla. 

—¿Este es un bar de tu jefe? Sí que es una buena coincidencia, seguro hay algo valioso aquí que me puede favorecer… 

Alan seguía pensando, pero al otro lado del edificio, unos hombres armados comenzaron a disparar y los súper reflejos de Alan le advirtieron de esta amenaza como si fuera por instinto. Dio un salto seguido de una mortal mientras giraba sobre su propio eje, durante este acto, Alan disparo continuas veces en cuanto el cañón del arma se alineaba con alguno de sus atacantes. Luego de unos disparos, Alan pisó el suelo y jaló la misma mesa sobre la que estaba parado para usarla como cobertura. Dos atacantes fueron derribados instantáneamente por disparos a sus manos, los cuales dejaron inservibles sus armas, pero otros seguían ahí. Los restantes siguieron disparando y con cada bala, la mesa que cubría al chico se hacía pedazos, así que quedarse mucho tiempo ahí no era opción. Alan dio una patada a la mesa y la envió a volar contra sus agresores, esto los distrajo el tiempo suficiente para poder escabullirse detrás de la barra. 

Por un momento había perdido de vista a esos criminales y aunque ellos sabían que no pudo haber salido del lugar, se dieron cuenta de que ese chico era más peligroso de lo que parecía. Alan uso ese tiempo para recobrar un poco el aliento, relajarse y pensar fríamente a la vez que revisaba cuantas balas tenía en el arma que tomó. Le quedaban 17 balas que tenía que usar cuidadosamente. De pronto escucho algo.

—Le voy a marcar al jefe para que se traiga más hombres 

Esto no eran buenas noticias, se terminó la cautela, era solo cuestión de tiempo para que al lugar llegaran o policías o más criminales, así que, sin pensarlo bien, pasó a la ofensiva. Alan se levantó de la barra y rápidamente vio a todos aquellos que lo estaban buscando, sin embargo, su prioridad fue buscar al sujeto del teléfono. Una vez lo ubicó, disparo repetidamente contra ese sujeto, 3 balas fueron disparadas las cuales impactaron en su rodilla, su mano izquierda y la derecha en ese orden. El primer disparo le hizo perder el equilibrio, el segundo rompió el arma en su mano izquierda y el tercero destruyo el teléfono en la otra. Para cuando este suceso terminó ya todos en la sala sabían dónde estaba. Una lluvia de balas cayó sobre Alan, pero él regresó a cubrirse detrás de la barra para evitar los impactos. Pero eso no sería todo, tomo una pose de carrera y con un fuerte impulso corrió hacia la pared la cual utilizo para desplazarse al mismo tiempo que seguía disparando. 

Unas cuantas balas más fueron disparadas del arma de Alan, siento todas tan precisas como era de esperarse. Al pisar el suelo, sus atacantes ya se encontraban en el suelo, heridos. Rápidamente se dispuso a quitarle a todos sus teléfonos y sus armas. Después de eso recordó que el otro sujeto dijo que ese era un bar de su jefe, por lo que pensó que quizás habría algo ahí que le pudiera beneficiar de alguna forma. 

Se dirigió a la entrada que decía “Solo personal autorizado” y encontró unas escaleras que bajaban al sótano del edificio, se adentró y al bajar las escaleras encontró una cantidad indescriptible de cajas con botellas de diferentes vinos y cervezas, fue ahí cuando se dio cuenta que el sótano era el almacén del edificio, pero nada de ahí le convencía. Continuó buscando, y entre caja y caja no encontraba nada que le diera indicios de nada, como si el lugar estuviera limpio, pero no se daba por vencido. Mirando a sus alrededores encontró en el suelo unas marcas, como si el estante que guardaba botellas de vino hubiera sido arrastrado. Al percatarse de esto, Alan decidió mover ese estante y para su sorpresa encontró una abertura en la pared.

—Bingo —

Una vez cruzó el agujero en la pared, comenzó a revisar todo lo que ahí estaba escondido, el chico encontró armas grandes, pequeñas, cientos de balas, dinero y cajas llenas de bolsas con polvo blanco que le recordó a la cocaína por la que tuvo problemas el sujeto de la noche anterior. Con todo eso, tuvo una idea. Tomó una bolsa con dinero y en ella agregó además un montón de cajas de balas para pistola, cargadores y las dos pistolas más grandes que encontró. Luego de eso, agrandó el agujero en la pared, derribando la parte baja del mismo hasta crear una especie de arco que permitía que cualquier cosa que se arrastrara en el suelo pudiera entrar a esa zona. 

Con el camino despejado, tomó varias botellas de vino y las tiro contra todo lo que había en el cuarto secreto, empapando de alcohol cada bolsa y caja ahí dentro, no conforme, comenzó a tirar cada caja de botellas contra el suelo haciendo un desastre de botellas rotas y licor tirado en el suelo. También tomó unas cuantas botellas a las que les rompía la punta y derramaba dibujando una línea hasta la puerta por la que entró al almacén. Una vez salió del lugar y regresó a la zona del conflicto, disparó contra la línea de alcohol que había dibujado y rápidamente se prendió en llamas. 

Las llamas corrieron con prisa hacia el almacén que donde se encontraba una buena cantidad de botellas derramadas. Mientras eso ocurría, Alan se dirigió hacia el sujeto que previamente había amenazado, lo encaró y lo miró a los ojos.

—Si no mueres aquí, ve con tu jefe y dile que, si quiere recuperar lo que hay en esta mochila, o intentar matarme, lo esperaré en la punta de la montaña, dónde está la antena de telecomunicaciones. Tiene hasta las cinco de la mañana para aparecer y espero que esté preparado para decirme como encontrar al halcón, de lo contrario perderá más que un mísero bar… 

El otro sujeto no pudo decir nada, estaba asustado de lo que había presenciado, todo el valor que antes demostró se habían esfumado en un instante. Fue entonces cuando Alan lo dejo caer al suelo. El fuego por su lado comenzaba a expandirse por el resto del edificio, adueñándose cada vez más del edificio hasta consumirlo. El chico dejó el edificio saliendo por una puerta que iba al callejón, mientras que el sujeto se levantó y caminó cojeando hasta la puerta principal, una vez el salió, el edificio estaba consumido en llamas y luego de contemplar unos segundos de eso, algo por debajo explotó llevándose gran parte de la construcción, como si finalmente todo el alcohol del almacén fuera consumido en una gran explosión definitiva. 

¡¡¡¿¿¿QUE QUIEN HIZO QUE???!!! — Decía una voz de hombre maduro al teléfono.

—Si, como lo hoyó, patrón. El sujeto dijo que tiene hasta las cinco para verlo en la antena que está en la montaña — Respondió el tipo al que Alan le dio el mensaje, se encontraba recargado en su camioneta.

Si serán imbéciles, no pudieron encargarse de un solo tipo 

—Jefe, si me permite… 

Nada de “si me permite”, ahora tengo que ir yo a arreglar sus pendejadas, pero ese imbécil no se quedará impune, hoy mismo lo mató por meterse con quien no debía 

—Lo alcanzaré allá… — 

El sujeto luego de colgar el teléfono, subió a su camioneta y arrancó el motor, pero su herida en la pierna le impedía moverse como corresponde, por lo que pensaba mucho sobre cómo le haría para conducir. Su salvación llegó pronto cuando el otro tipo con el que entró al bar al principio apareció. 

—¿Y tú dónde estabas? Súbete, tu manejas — Le dijo con un tono molesto y finalmente se pusieron en marcha. 

Mientras tanto Alan esperaba en la punta de la montaña, se encontraba sentado en la base de esa antena, llenaba cargadores con las balas que había tomado antes, una vez estuviera lleno el cargador, el chico lo colocaba en el espacio entre el pantalón y el cinturón, de esta forma estaban sujetos y apretados evitando que se cayeran, una buena cantidad de cargadores llenos ya rodaban su cintura para el momento en el que llegaron al lugar un grupo grande de camionetas oscuras. Los vehículos eran grandes e imponentes, claramente eran camionetas caras, con vidrios polarizados. 

De los vehículos bajaron varios hombres, todos portaban lentes oscuros y camisas a botones, jeans con botas vaqueras. Cada uno de los hombres que bajaron cargaba con un subfusil y todos se formaron en fila frente al muchacho. De entre todos ellos un sujeto reconoció al muchacho, era el sujeto del bar, quien se dirigió a él sin reparos.

—Bien, hice lo que querías, aquí está el jefe para acabar con tu vida 

Una vez todos se pararon, de la camioneta al centro de todas bajó un hombre con aspecto elegante, él vestía con traje, tenía un corto cabello peinado hacia atrás, con considerables canas igual que su bigote en forma de pirámide que también era blanco, todo perfectamente cuidado para que su aparente edad avanzada no se notara tanto, si no que, al contrario, se viera con un hombre más fuerte.  El hombre caminó hacia el frente de sus hombres sosteniendo con firmeza una pistola en su mano derecha. En cuanto se puso al frente de todos, se dirigió a Alan. 

—Sabes… no sé quién eres, no sé si te habré hecho algo, pero quiero que sepas me pone muy triste que me ataques, dime ¿te hice algo o que es lo que esperas conseguir de todo esto? 

—Ese sujeto de ahí dijo que tú trabajaste con el halcón — Respondió Alan mientras apuntaba al tipo del bar. — Y yo estoy buscándolo, así que te hice venir hasta aquí para que me digas donde y como encontrarlo 

El jefe de todos los criminales comenzó a reír con fuera, la respuesta no era la esperada en lo más mínimo, reía y todos los presentes lo miraban como si se hubiera vuelto loco. En eso entre risas volteó a ver al sujeto que señalo Alan y al mirarlo su feliz y risueño rostro se convirtió en uno que dejaba ver su lado más agresivo, con una cara de irritación disparó contra el sujeto del bar el cual cayó al suelo derribado por la bala, después de eso el jefe gritó con fuerza liberando su frustración. 

—Ese estúpido, me tenía harto — Le dijo a nadie. —Pero volvamos a nuestros asuntos… ¿Entonces que dijiste que querías?

—Muy simple, quiero al halcón… — Respondió Alan.

—Escucha, no sé lo que te dijo, pero los únicos tratos que hice con el halcón fue cuando le tuve que surtir mercancía, uno solo y desde entonces no nos hemos vuelto a ver las caras… — Alan al escuchar estas palabras se decepcionaba, luego de haber llegado tan lejos se topó con pared. —Pero muy curiosamente ayer me pidió otro encargo, tengo que llevarle una entrega de armas pesadas, creo que se prepara para algo más grande que un simple ataque… 

—Un momento… — Al escuchar esas palabras, una idea le golpeó la cabeza con fuerza. — ¿Eso no fue hace unas semanas antes del atentado a la preparatoria?

—oh, ya veo porque lo estás buscando… 

—¿Entonces tú, maldito bastardo, fuiste quien le proporcionó las armas con las que mataron a todos esos estudiantes?  — Preguntaba Alan con una notable rabia en su tono de voz. —¡Me vas a decir dónde tienes que hacer la entrega o te arrancaré los brazos hasta que hables!

—Escúchame bien pedazo de animal ¿Qué te hace creer que te voy a decir una sola palabra?

—Es una corazonada… 

Con esas últimas palabras, Alan desenfundó de su pantalón aquellas armas que había tomado del bar, un par de pistolas de gran tamaño y apuntó hacia el jefe de aquellos criminales, al hacer esto todos aquellos respondieron de la misma manera.

—Mátenlo…— Dijo el jefe 

Todos los hombres armados comenzaron a disparar sin reparos, todas las balas de gran calibre atravesaban el lugar a gran velocidad, pero la rabia de Alan le hacía ignorar cualquier peligro. Lleno de concentración, corrió contra sus agresores y al dar el primer paso, todo a su alrededor se alentó, pero no solo era solo porque los reflejos del chico le permitieran ver todo con más tiempo de reacción, esta vez las balas no solo se movían con lentitud, si no que los pies de Alan se movían con gran diferencia de velocidad, era como si él pudiera correr con tiempo suficiente para pasar entre las balas sin que ninguna lo tocara, pero él no se había dado cuenta de esto. Para Alan había sido un tiempo considerable hasta que llegó a encarar a su primer oponente, pero para él maleante, fue como si el chico se hubiera teletransportado frente a él, se movió tan rápido que los ojos de los demás no lo vieron. 

En cuanto Alan encaró su primer oponente, lo recibió con un fuerte rodillazo al estómago que lo derribó en el acto, seguido de eso encadenó con codazo al pecho que lo envió a volar. Los hombres a su lado dispararon, pero Alan esquivó girando su torso hacia abajo, al hacer esto se agarró firme del suelo con sus manos y en una maniobra que parecería de break dance, dio una patada al tobillo del sujeto a su derecha que lo tumbó al suelo. Con ambas manos se impulsó y con eso dio un leve salto en el aire el cual usó para dar una patada alta al sujeto a su izquierda. Todo pasaba tan rápido que los maleantes apenas tenían tiempo para reaccionar. Sin embargo, la sorpresa que recibieron aquellos que no fueron alcanzados por los golpes del chico fue lo que les impulsó a disparar por reacción. Balas salieron disparadas, pero ninguna daba en el blanco, Alan se movía tan rápido que no podía ser alcanzado por ellas. De un gran salto, el chico hizo una mortal hacia atrás y se cubrió detrás de una de las camionetas de aquellos sujetos, aun así, continuaron disparando hasta que uno de ellos dio la orden de cesar el fuego. 

Sin decir una palabra, tomó una granada que colgaba de su cinturón y lentamente retiró el seguro, fue entonces cuando la deslizó por debajo de la camioneta hasta llegar al lado de Alan. 

—Oh por la… 

Y rápidamente saltó hacia un lado lejos de la camioneta, pero aun así la explosión de la granada hizo que la camioneta también lo hiciera, la explosión causada por esto envió a volar al chico un poco lejos por los aires, cayó al suelo con el hombro y rodó por el suelo un par de metros. Se encontraba aturdido, pero aun así se arrastró hasta unas cajas que lo cubrían. Él se tocó la frente y al revisarse la mano vio que estaba sangrando. 

—Te dije que te ibas a morir, deja de esconderte y sal para que te pueda meter un disparo bien merecido en la cabeza —Exclamó el jefe mientras sus hombres avanzaban a un ritmo lento y precavido por sus costados en dirección al muchacho. 

—Muy bien Alan, hagamos esto como en las películas de Keanu Reeves… — Se dijo Alan a si mismo mientras empuñaba con firmeza ambas pistolas en sus manos. 

Aturdido todavía, Alan se levantó y más pronto que tarde comenzó a disparar, todas sus balas iban directo a las armas de sus rivales o sus extremidades, había algo en la cabeza de Alan que no lo dejaba disparar a matar, pero eso no evitaba que sus disparos fueran igual de peligrosos. El chico comenzó a avanzar contra ellos sin dejar de disparar mientras ellos hacían lo mismo. Confrontó a todos los hombres a la vez, los golpeaba con sus pistolas a los que podía golpear cuerpo a cuerpo mientras que los que no alcanzaba les disparaba. 

Golpe tras golpe, disparo tras disparo, Alan hacia uso de cada segundo de practica que hizo en esa misma montaña tan solo días atrás, sus reflejos le ayudaban a mantenerse fuera de peligro mientras que con una fuerza excepcional dominaba a todo aquel que se pusiera frente o detrás de él. Sus disparos herían a sus rivales, incapacitándolos, ni siquiera sus armas salían bien paradas, Alan con la intención de reducir el riesgo disparaba a sus armas para dejarlas inutilizables. Uno de ellos, molesto por que un aparente niño les estaba pateando, tomó una granada y se la arrojo. Alan al poder prever esto, dio un giro sobre sí mismo y de una patada la mandó a volar lejos, en las alturas donde explotó. 

Tras unos minutos más de pelea, el último hombre le hacía frente, este intentó golpear al chico, pero con su antebrazo Alan lo detuvo, después con una fuerte parada a sus pies lo puso de rodillas y finalmente de un golpe a la mandíbula con su pistola, lo dejó fuera de combate. 

Ya con todos sus hombres incapacitados, aquel fuerte hombre del tráfico de armas apretaba con fuerza sus dientes mientras que en su mirada se podía ver un claro desprecio hacia el chico, desprecio que se convirtió en miedo en cuanto Alan comenzó a dirigirse hacia él.

—Tu pedazo de… 

Su insulto no pudo ser completado, apenas empezó a hablar, Alan le dio una patada detrás de las rodillas que lo hizo arrodillarse en el suelo, además Alan tomó su brazo y comenzó a torcerlo al punto donde podía romperse si lo torcía un poco más.

—¡Muy bien, ya sabes lo que quiero que me digas! — Exclamó Alan furioso.

—No te voy a decir un caraj… ¡HAAAAAA! — Antes de poder terminar, Alan torció su brazo rompiéndolo en el acto, luego de eso se apoderó del segundo brazo.

—Te romperé cada hueso y te dejaré en esta montaña para que te coman los coyotes a menos que me digas lo que quiero— Dijo Alan, en su voz se escuchaba claramente que era capaz de hacerlo.

—Si te lo digo, yo…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.