El Caballero que Nunca Debió Amarla

Capítulo 2 – Un Guardián Demasiado Silencioso

Durante toda la mañana, Rowan caminó a dos pasos detrás de la princesa, tal como dictaba el protocolo. Pero Alianne no necesitó mirar atrás para sentirlo. Su presencia era como una sombra cálida, un susurro que no la amenazaba, pero tampoco la dejaba indiferente.

No entendía por qué.

Había tenido guardias antes. Algunos respetuosos, otros altivos, otros invisibles.
Pero ninguno la había hecho sentir… observada de una forma tan cuidadosa, tan humana, tan peligrosa.

🌙

Alianne avanzó por el corredor del ala este, con un libro entre las manos. Sus damas de compañía hablaban entre ellas, pero ella apenas las escuchaba. Sus pensamientos regresaban, una y otra vez, al caballero nuevo.

Se detuvo frente a una ventana apoyando los dedos en el marco de piedra.

—¿Hace cuánto llegó al palacio? —preguntó sin volverse.

Rowan, detrás de ella, se enderezó casi imperceptiblemente.

—Unas horas, mi princesa.

—¿Y ya conoce todos los pasillos? —preguntó con un hilo de sonrisa, probándolo.

Rowan bajó la mirada.

—No todos. Pero conocerlos es parte de mi deber.

Alianne volvió el rostro hacia él, esta vez sí mirándolo directamente. Sus ojos se encontraron por primera vez sin interrupción, sin prisa. Y ese instante, aunque breve, se sintió más largo que cualquier conversación.

Los ojos de Rowan cargaban historias que nadie había escuchado. Historias que él no pretendía contar, pero que ella era capaz de adivinar en cada sombra de su expresión.
Él, en cambio, encontró en su mirada algo parecido a la luz… y eso lo desconcertó.

—Dime algo, Sir Rowan —dijo ella, retomando el paso—. ¿Por qué un caballero veterano como usted aceptaría proteger a una princesa… que no puede siquiera empuñar un arma?

Él tardó en responder.

—Porque no todas las batallas se libran con acero.

Ella lo miró por encima del hombro, sorprendida por la frase.

—¿Y cuál crees que es la que yo peleo?

Rowan desvió la mirada hacia el suelo.

—La que el mundo no te permite escoger.

El aire entre ellos cambió.
Una verdad simple, pero demasiado honesta.

Las damas se quedaron en silencio. La princesa también.

Nadie hablaba así con ella.

🌙

Horas después, al caer la tarde, Alianne regresó a su jardín oriental. Necesitaba respirar, ordenar lo que ese día había movido dentro de ella. Se sentó junto a la fuente y dejó que el agua hablara por ella.

Pero Rowan estaba allí. Siempre a una distancia prudente, siempre vigilante.
Y aun así, su silencio no era una barrera… era una presencia que no invadía, sino que acompañaba.

Él la observó tocar la superficie del agua con la punta de los dedos, creando pequeños círculos que se expandían suavemente.

—¿Puedo hacerle una pregunta? —dijo Rowan de pronto, sorprendiéndose incluso a sí mismo.

Alianne levantó la vista.

—Claro.

—¿Por qué siempre viene aquí?

Ella sonrió, como si esa pregunta le hablara a una herida antigua.

—Porque este es el único lugar donde no soy una princesa… solo soy Alianne.

Rowan la miró con un respeto que no era obediencia, sino comprensión.

—Entonces —dijo él, con voz baja—, cuidaré este lugar como si fuera un reino entero.

Alianne sintió cómo su corazón, por un instante, dio un latido fuera de ritmo.

No debería sentir nada por un guardián…
y sin embargo, ahí estaba.
Un hilo invisible.
Un inicio que los dioses ya habían escrito.

La noche cayó.
Las luces del palacio se encendieron.
Y en el jardín oriental, bajo un cielo de violeta profundo, dos destinos que jamás debieron cruzarse comenzaron, sin quererlo, a acercarse.

13/11/2025




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