La lluvia duró toda la noche.
Y aunque Alianne intentó dormir, cada vez que cerraba los ojos sentía aún el eco de la voz de Rowan pronunciando su nombre… tan suave, tan prohibido, tan cercano.
Al amanecer, salió al jardín oriental buscando claridad. El cielo seguía gris, húmedo, como si el mundo entero se hubiera quedado atrapado entre la noche y el día.
Rowan llegó minutos después, con su armadura recién pulida y el cabello ligeramente húmedo.
Quizá de la lluvia.
Quizá del entrenamiento que usaba para despejar aquello que no debía sentir.
—Dormiste poco —dijo, sin saludar.
—Eso suena a observación… no a un reporte —respondió ella, sin mirarlo.
—Mi deber es observar.
Alianne dejó escapar una risa suave.
—Anoche parecías más humano que caballero.
Rowan apretó los labios, avergonzado.
Ella no debía recordarlo.
Él no debía desear que lo recordara.
🌙
El sonido de pasos apresurados interrumpió el momento.
Una de las damas de compañía llegó jadeando, con el rostro pálido.
—Princesa… el rey la convoca de inmediato. Hay… asuntos urgentes.
Alianne frunció el ceño, inquieta.
Rowan sintió la tensión antes incluso de que ella diera un paso.
—Voy contigo —dijo él.
—Por supuesto —añadió la dama—, pero… el rey está de muy mal humor esta mañana.
Rowan se adelantó, colocándose a su lado.
No como un guardián.
Como un escudo humano.
✨
En la sala del trono, el rey caminaba de un lado a otro con el ceño fruncido.
—Alianne —dijo en cuanto ella entró—. Ha llegado una propuesta de alianza con el reino del Norte. Y la condición… es una unión matrimonial.
El corazón de la princesa se detuvo.
—¿Una unión? —preguntó con un hilo de voz.
—Un matrimonio, sí. En dos semanas.
La palabra cayó como una espada de hielo.
Rowan se puso rígido detrás de ella.
Aunque no pronunció sonido alguno, el rey lo notó.
—¿Quién es él? —preguntó con tono seco, mirando a Rowan.
—Mi guardia personal, padre —respondió ella de inmediato.
—Pues que recuerde su lugar —gruñó el rey—. Las decisiones políticas no le conciernen.
Alianne apretó los puños.
Rowan bajó la cabeza.
Pero algo en su silencio ardía.
Demasiado.
🌙
Cuando salieron de la sala, Alianne caminó rápido por el pasillo, con la respiración temblorosa.
Rowan la siguió.
—Mi princesa…
—¡No me llames así ahora! —exclamó ella, volteándose de golpe.
Él se detuvo en seco. La miró.
Y en sus ojos había algo que nunca había dejado ver tan claro: dolor.
—Alianne —corrigió al instante, con la voz baja, casi rota—. No puedo ayudarte en esto.
Ella tragó saliva, enfurecida, herida.
—¿Eso es todo lo que vas a decir?
Rowan dio un paso hacia ella.
—Lo que deseo decir podría arruinarte.
—¿Arruinarme? —susurró ella—. Rowan, ya están decidiendo mi vida sin mí. ¿Qué más podrían quitarme?
El pulso del caballero se tensó.
Él sabía la respuesta.
Sabía lo que ella todavía no se había permitido admitir.
El silencio entre ambos se volvió un hilo a punto de romperse.
✨
Alianne cerró los ojos un instante, conteniendo lágrimas que no quería mostrar. No ante él. No ante nadie.
Pero Rowan levantó una mano.
Dudó.
Y aun así, la posó sobre su mejilla.
Un toque leve.
Apenas un roce.
Suficiente para quebrar todo.
—No debí hacerlo —susurró él, apenas audible.
Ella abrió los ojos, húmedos, brillantes.
—Rowan…
—Si te toco, pierdo.
Si te miro, pierdo.
Si te deseo, muero.
Y aun así… —su voz se quebró— aun así, no puedo alejarme.
Alianne sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies.
—Dime que no sientes lo mismo —pidió él, suplicante—. Dímelo, y todo será más fácil.
Pero ella no pudo.
No quería mentirle.
—Si te digo eso… lloraría después —confesó con un murmullo.
Rowan cerró los ojos.
Como si ese solo susurro lo destruyera.
💓✨
—Entonces… —comenzó él.
—Entonces —repitió ella, acercándose.
—No puedo prometértelo.
—Ni yo quiero que lo hagas.
Y allí, en el pasillo vacío, con el eco de la decisión del reino pesando sobre ellos, Rowan hizo lo único que estaba prohibido, lo único que jamás pensó que haría:
Se inclinó, no para besarla…
sino para apoyarse en su frente.
Un gesto íntimo.
Un gesto desesperado.
Sus respiraciones se mezclaron.
Sus manos temblaron.
Sus destinos se sellaron sin necesidad de palabras.
—Alianne… —susurró él—. Haré todo lo que pueda por ti. Todo… excepto dejar de sentirlo.
El corazón de la princesa latió con fuerza, con dolor, con algo parecido al amor.
Y fue entonces, justo entonces, cuando un mensajero apareció al final del pasillo, pálido como la nieve.
—¡Princesa! ¡Caballero Rowan! ¡Hay un ataque en las puertas del sur!
La ilusión del momento se rompió.
La realidad volvió como un golpe.
Rowan dio un paso atrás.
La armadura volvió a ser muralla.
—Alianne, quédate detrás de mí —ordenó, con la voz firme del caballero que había jurado protegerla.
Ella lo miró sabiendo que algo acababa de cambiar para siempre.
La guerra, el deber, el destino…
estaban reclamándolos.
Y el amor, ese amor recién nacido, ya estaba sangrando.
14/11/2025...